El genio de Brian Wilson
Desde hace una d¨¦cada, Brian Wilson (California, 1942) trata de recomponer los pedazos rotos de su mente, la m¨¢s brillante de los primeros a?os sesenta, la que le llev¨® a liderar (componiendo, dirigiendo, produciendo) a unos Beach Boys que eran mero instrumento vocal (y quienes sal¨ªan de gira, con Brian retirado de los directos) de su creador. Un muchacho d¨¦bil e introvertido que solo pensaba en t¨¦rminos musicales y que arrastraba una penosa infancia con un padre violento (a los tres a?os lo dej¨® sordo de por vida del o¨ªdo derecho al golpearle con un plato) y megalomaniaco que sab¨ªa c¨®mo pulsar las teclas para torturarlo psicol¨®gicamente (logr¨® que le cediera los derechos de sus canciones). En el grupo, adem¨¢s, militaban sus dos hermanos (de dispares personalidades) y un primo codicioso y sin escr¨²pulos.
Wilson, que aspiraba a la perfecci¨®n facturando rock bello y celestial mientras abrazaba la gran m¨²sica popular, viv¨ªa en una permanente competici¨®n interna por superar las producciones de Phil Spector y de los Beatles, hasta que en su camino se cruz¨® su disco m¨¢s complejo, Smile, obra que dej¨® inconclusa y que fue su canto del cisne. Algo se quebr¨® y, desde ese momento, empez¨® a drogarse con m¨¦todo (marihuana, hero¨ªna, coca¨ªna, f¨¢rmacos...), fumar como un poseso y alimentarse con comida basura, engord¨® hasta los 150 kilos, pas¨® a?os sin salir de la cama, estuvo internado y en dos ocasiones, la ¨²ltima durante nueve a?os, cay¨® en manos de un psiquiatra que lo anul¨®, lo encerr¨®, lo reprogram¨® y se hizo con el control de su vida personal, art¨ªstica y econ¨®mica. Mientras tanto, sus compa?eros de grupo segu¨ªan pensando que Brian no estaba enfermo, solo era raro: sus hermanos, para que la maquinaria de los Beach Boys no parara, llegaron a ofrecerle una hamburguesa por cada canci¨®n que les escribiera.
Contra pron¨®stico, Wilson sali¨® adelante (fueron los hermanos quienes murieron), un juez quit¨® de en medio al p¨¦rfido psiquiatra, se volvi¨® a casar y comenz¨® a recoger sus fragmentos. Se anim¨® a tocar en directo, siempre tan refractario a ello, con su obra maestra, el glorioso Pet sounds, como excusa; tuvo el valor de enfrentarse a Smile, el disco que le condujo al precipicio, grab¨¢ndolo de nuevo y, esta vez s¨ª, sac¨¢ndolo a la luz y traslad¨¢ndolo a los escenarios. En sus nuevas producciones, acompa?ado por la soberbia banda que le asiste en vivo, Wilson sigue como siempre (la expresi¨®n algo perdida, pero aparentemente feliz), creando m¨²sica fascinante con la que evadirnos de la gris realidad.
Ahora, en el arriesgado Brian Wilson reimagines Gershwin, de nuevo se enfrenta al pasado, en esta ocasi¨®n acerc¨¢ndose al primer compositor que le noque¨® emocionalmente, George Gershwin (1898-1937), el autor de aquel Rapsody in blue que de ni?o escuchaba incansablemente, uno de los m¨¢s grandes creadores del siglo XX que, como ¨¦l, mantuvo los pies en dos orillas: uno en la m¨²sica cl¨¢sica, otro en la popular (de sobra son conocidas sus creaciones para musicales de Broadway). Y Wilson, que incluso concluye dos temas inacabados de Gershwin, erige un monumento a la belleza, llevando a su universo personal el repertorio del maestro. Con respeto, pero tambi¨¦n con pulso firme, lo hace suyo, lo cruza con sus m¨¢gicos arreglos vocales, con esas coloristas, imaginativas e imposibles fanfarrias sonoras. Otra vez se alza como el creador excepcional, como el arreglista y productor inconfundible, desparramando su innato talento en una obra colosal. Cierto que de tan evanescente, hay algo de escapismo en todo lo que toca Wilson, pero ojal¨¢ la vida fuera como una de sus canciones, todos ser¨ªamos un poco mejores.
Brian Wilson reimagines Gershwin est¨¢ editado por Disney/EMI. www.brianwilson.com.
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