As¨ª suena Thomas Mann
De cuando en cuando te topas con libros maravillosos, y no me refiero solamente al contenido, sino tambi¨¦n al continente, al objeto f¨ªsico. Esto me ha sucedido con la colecci¨®n Los Escritores y la M¨²sica, unos vol¨²menes exquisitos y casi clandestinos, por lo desconocidos, que est¨¢ sacando Ediciones Singulares. Como es evidente, de lo que se trata es de hacer una semblanza de un escritor abundando en su relaci¨®n con la m¨²sica. Los libros est¨¢n primorosamente confeccionados y dise?ados, tienen fotos buen¨ªsimas y textos bien hechos. Yo s¨®lo he le¨ªdo el volumen dedicado a Thomas Mann, que trae un pr¨®logo formidable de Fernando Aramburu y un s¨®lido e interesante ensayo de Blas Matamoro, y ha sido una lectura de relamerse, como quien degusta un platillo delicado y sabroso. Y, para postre, despu¨¦s de ese peque?o banquete de palabras, uno puede solazarse con el CD de m¨²sica que viene con cada libro y que trae las grabaciones de las que se habla en el texto. En concreto, en el caso de Mann, hay fragmentos de Richard Strauss, de Gounod, Mahler, Britten, Hans Pfitzner, Schubert, Sch?nberg y, naturalmente, Richard Wagner. M¨¢s de 70 minutos de buena m¨²sica. Y todo ese esfuerzo literario y profesional, esa edici¨®n hermosa, esa compilaci¨®n discogr¨¢fica ¨²nica, s¨®lo cuesta 19,90 euros. No conozco a los de Ediciones Singulares, pero creo que han hecho un gran trabajo.
Thomas Mann
Blas Matamoro. Pr¨®logo de Fernando Aramburu.
Colecci¨®n Los Escritores y la M¨²sica.
Ediciones Singulares. San Lorenzo del Escorial, 2009.
Incluye un CD de m¨²sica. 96 p¨¢ginas. 19,90 euros
Vemos a Mann empe?ado en dominar su propia vida, ambici¨®n tan inane como la de contar las arenas del mar
De Thomas Mann ha escrito mucha gente, empezando por sus propios hijos, que hablaron de ¨¦l en diversas memorias y le crearon una imagen de padre adusto y un poco terrible. Recordemos que se suicidaron dos de sus seis hijos, los dos varones, aunque el suicidio era un velo negro que pend¨ªa sobre la familia desde tiempos antiguos: tambi¨¦n el padre de Mann se quit¨® la vida, as¨ª como las dos hermanas del escritor. Demasiada muerte y desesperaci¨®n alrededor.
Tal vez por eso vemos a Mann empe?ado en controlar lo incontrolable, es decir, empe?ado en dominar su propia vida, ambici¨®n tan inane como la de contar las arenas del mar. Ya se sabe que el escritor iba a las playas con traje y corbata, totalmente inadecuado en ese entorno de cuerpos semidesnudos, de ba?istas esbeltos que, por otra parte, le encend¨ªan el coraz¨®n. Como su inolvidable protagonista de Muerte en Venecia, Mann ten¨ªa una fuerte tendencia homoer¨®tica. "Golo Mann sosten¨ªa que la homosexualidad de su padre, conocida por toda la familia, era de ¨ªndole plat¨®nica", explica Aramburu. A los 75 a?os, por ejemplo, se enamor¨® perdidamente de un joven camarero a quien dedic¨® ardientes p¨¢ginas secretas de sus diarios; pero el muchacho jam¨¢s se enter¨®, en su momento, de la devoci¨®n del escritor. Quiero decir que Mann estrangulaba o aherrojaba su sexualidad con el apretado nudo de esa corbata burguesa que no se quitaba ni en la playa. ?l quer¨ªa ser un hombre "como es debido", una persona de orden y de fundamento. Apena pensar qu¨¦ podr¨ªa haber hecho Mann en tiempos m¨¢s permisivos. Si hubiera podido vivir su verdadera sexualidad, probablemente habr¨ªa sido m¨¢s feliz. Aunque quiz¨¢, qui¨¦n sabe, eso no le hubiera mejorado como escritor.
Este precioso libro est¨¢ lleno de datos interesantes y sutiles. Se habla de la relaci¨®n de Mann con Strauss, con Pfitzner, con Mahler. Y se explica con certera concisi¨®n c¨®mo reaccionaron los m¨²sicos ante esa gran prueba moral, esa ordal¨ªa personal que fue el nazismo: las peque?as miserias de Strauss, la grandeza de Mann... Tanto el escritor como su familia eran muy musicales: todos tocaban alg¨²n instrumento o cantaban. "No soy un hombre visual, sino un m¨²sico desplazado a la literatura", escribi¨® el premio Nobel en 1947. En realidad se podr¨ªa dividir a los escritores, en especial a los novelistas, entre autores que ven y autores que oyen. Hay escritores fundamentalmente on¨ªricos, rememorativos, t¨¢ctiles; y otros parecen redactar sus libros al ritmo inaudible de un metr¨®nomo interior. Entre los literatos mel¨®manos est¨¢ Mann, o Alejo Carpentier, o Vikram Seth. En el otro extremo est¨¢n los autores reacios a cualquier tipo de melod¨ªa, y el sordo m¨¢s famoso debe de ser el gran Vlad¨ªmir Nabokov, que odiaba la m¨²sica pero ve¨ªa las palabras en colores.
Para Mann, en cambio, la m¨²sica era una especie de esqueleto intangible que le ayudaba a mantenerse en pie. Contra el horror. Contra las muchas muertes merodeantes. De todo eso trata este volumen, y tambi¨¦n de detalles amenos y curiosos, como, por ejemplo, que Mann bas¨® su personaje de Muerte en Venecia en Gustav Mahler (para esc¨¢ndalo de algunos biempensantes), o que se inspir¨® en el compositor Sch?nberg para crear a Leverk¨¹hn, el m¨²sico protagonista de Doctor Faustus, que aparece en la novela como el inventor de la m¨²sica atonal. En 1948 Mann envi¨® un ejemplar del Faustus a Sch?nberg con una dedicatoria en la que reconoc¨ªa que Leverk¨¹hn era ¨¦l, y el compositor se agarr¨® un cabreo monumental: "Sch?nberg desea que yo aclare que el atonalismo es un invento suyo y no del Demonio", escribi¨® burlonamente Mann en una carta a un amigo. Este libro delicioso, en fin, es capaz de aunar lo leve y lo profundo. ?Y, adem¨¢s, suena! En la colecci¨®n de Los Escritores y la M¨²sica tambi¨¦n han sacado a Proust, Tolst¨®i, Shakespeare, Dante y Goethe. Al parecer son t¨ªtulos dif¨ªciles de encontrar, pero s¨¦ que algunas librer¨ªas los tienen (como la Rafael Alberti, calle del Tutor, 57, Madrid). Yo voy a comprarlos todos.
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