El porqu¨¦ de las preguntas
A fuerza de reiterada, la pregunta de si Zapatero repetir¨¢ como candidato a la presidencia del Gobierno est¨¢ ocultando otra tal vez m¨¢s importante, y es por qu¨¦ nos lo estamos preguntando. Cuando resta todav¨ªa a?o y medio de legislatura, lo normal ser¨ªa que el debate pol¨ªtico se concentrase en las decisiones del Gobierno, no en los planes personales de su presidente. En las ¨²ltimas semanas, sin embargo, el propio Zapatero est¨¢ favoreciendo este desenfoque al confesar que a¨²n no ha tomado una decisi¨®n, una frase que, se mire por donde se mire, equivale a servirse de un bid¨®n de gasolina para apagar el incendio sucesorio. Temerosos de abrasarse en ¨¦l, los barones socialistas lanzan cr¨ªticas de las que se desdicen horas m¨¢s tarde, los miembros del Ejecutivo reiteran la inveros¨ªmil letan¨ªa de aqu¨ª no pasa nada, el grupo parlamentario se coloca en posici¨®n de espera para disimular el desconcierto y, entre tanto, el electorado reacciona con creciente desafecci¨®n, puesto que su problema m¨¢s acuciante no es si Zapatero contin¨²a sino qu¨¦ hace el Gobierno por su empleo.
El Gobierno ha dejado de existir tras el brusco viraje de la pol¨ªtica econ¨®mica, y a la oposici¨®n no se la espera
Si la pregunta que se ha impuesto es sobre el futuro de Zapatero, si el incendio sucesorio ha prendido, es porque, en realidad, no existe ning¨²n otro juego pol¨ªtico encima de la mesa. Desde el brusco viraje de la pol¨ªtica econ¨®mica, el Gobierno ha dejado de existir y a la oposici¨®n no se la espera. La ensimismada teatralidad a la que se hab¨ªa librado la pol¨ªtica espa?ola, cada vez m¨¢s parecida a un duelo entre gui?oles dispuestos a complacer a sus respectivos partidarios, ha llegado a un punto de refinamiento sin parang¨®n: los personajes de la obra siguen ah¨ª, encaramados sobre las tablas, pero ni hacen ni dicen nada. En estas condiciones parece, en efecto, que la representaci¨®n solo podr¨ªa continuar como un enredo de mutis y s¨²bitas entradas en escena que mantenga despierta la atenci¨®n de un p¨²blico primero ansioso y, despu¨¦s, vencido por el hast¨ªo. Tras largos meses de espera, nadie conf¨ªa a estas alturas en que el argumento avance por lo que hacen y dicen los personajes, sino por el simple hecho de que est¨¦n o no est¨¦n.
En el caso de la oposici¨®n, este mantenerse impert¨¦rrito bajo los focos forma parte de la estrategia adoptada al declararse la crisis. En el del Gobierno, es resultado de haber agotado el repertorio de gestos con que intent¨® sortearla. Por m¨¢s que rebusque en la faltriquera, ya no quedan pactos de Zurbano ni paquetes normativos de t¨ªtulo rimbombante. Tampoco discursos en favor de los m¨¢s d¨¦biles que los hechos han desmentido. La profundidad del cambio de rumbo en la pol¨ªtica econ¨®mica exig¨ªa en su momento una crisis ministerial que, al tiempo que protegiera al presidente, salvaguardase la credibilidad del Gobierno, condenado a defender un d¨ªa lo contrario de lo que hac¨ªa el anterior. Si son ciertas las especulaciones, Zapatero consider¨® llevarla a cabo antes del verano, pero la pospuso hasta septiembre por las maniobras de algunos miembros destacados del Ejecutivo, los mismos que le embarcaron en las primarias de Madrid. Ha transcurrido septiembre y lo que ahora se solventa es si Zapatero repetir¨¢ o no como candidato. No son precisas dotes de adivinaci¨®n para imaginar que el pr¨®ximo acto en esta representaci¨®n inm¨®vil ser¨¢ la discusi¨®n sobre un posible adelanto electoral.
La encrucijada en la que se ha colocado Zapatero es que, si lleva a cabo una crisis de Gobierno, gastar¨ªa una de las pocas bazas que le quedan para el caso de que las pr¨®ximas citas electorales supusieran un descalabro para el partido socialista, seg¨²n vaticinan las encuestas. Pero si no la lleva a cabo, el descalabro puede ser mayor, a consecuencia de la inacci¨®n del Ejecutivo y del creciente nerviosismo entre los dirigentes socialistas. El resultado de las primarias celebradas en Madrid, y en las que la candidata respaldada por Zapatero y dos de sus ministros fue derrotada por un hasta entonces desconocido secretario regional, hace suponer que la disciplina interna est¨¢ resquebraj¨¢ndose, y que lo que el Gobierno quiere presentar como un episodio anodino es, por el contrario, un indicio de lo que puede suceder. El balance de la operaci¨®n para descabalgar a Tom¨¢s G¨®mez no puede ser m¨¢s desastroso: el presidente y tres de sus ministros salen derrotados, con el agravante de que en esta n¨®mina de damnificados se encuentran camuflados el secretario y el vicesecretario general del partido socialista.
Tal vez la pregunta de si Zapatero continuar¨¢ no permite advertir la totalidad del panorama. La que, en cambio, s¨ª da cuenta de ¨¦l, y de su gravedad, es por qu¨¦ nos lo estamos preguntando.
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