Alfonso, Trini y los se?oritos
Alfonso Guerra lo tiene claro. En las primarias de Madrid no todos salieron victoriosos. Unos ganaron y otros perdieron. Esa era la idea que la oficialidad del partido pretend¨ªa enmascarar y la que el ex vicepresidente del Gobierno destac¨® con una frase que ha puesto en entredicho su proverbial ingenio en erosionar al contrario con la palabra. "Gan¨® el se?or G¨®mez y los que le apoyaron", dijo Guerra, "y no gan¨® la se?orita Trini y los que la apoyaban".
Sabido es que el diablo est¨¢ en los detalles. Y en este caso, la lengua m¨¢s afilada del socialismo espa?ol se ha envenenado con su propia p¨®cima sarc¨¢stica dejando casi indemne al adversario. Porque si lo que quer¨ªa era destacar la divisi¨®n de esos j¨®venes zapateristas que se han quedado con el aparato del partido, lo cierto es que la tormenta desatada se aleja de tal epicentro para centrarse en ese tratamiento tan distinto y a?ejo con el que el veterano diputado ha distinguido a uno y a otra, que no a?ade nada al argumento principal y s¨ª califica al autor del mismo.
Mujeres destacadas del PSOE han tachado ese tratamiento de anacr¨®nico e irrespetuoso hacia la actual ministra de Sanidad, Trinidad Jim¨¦nez, una mujer de 48 a?os y a la que pocos ciudadanos habr¨ªan identificado como a una "se?orita" a estas alturas de su dilatada biograf¨ªa pol¨ªtica y del siglo que vivimos. Con su dardo envenenado, Alfonso Guerra ha logrado dos efectos diferentes a los deseados: que se discuta sobre el t¨¦rmino empleado y no sobre esa derrota de una parte del partido que ¨¦l quiso destacar, y el segundo, recordarnos que el PSOE no siempre estuvo por la igualdad, como qued¨® demostrado en el primer Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, formado solo por varones, o en aquella descripci¨®n de la ministra Soledad Becerril hecha por el propio Guerra: "Es un Carlos II vestido de Mariquita P¨¦rez".
Se mire por donde se mire, la frase de Guerra no tiene un pase. Hay quien ve cierta exageraci¨®n en las reacciones a la presunta afrenta, pero, para colmo, en este caso devolverla en sus mismos t¨¦rminos resulta demoledor, salvo que alguien ignore que llamar "se?orito Alfonso" a un sevillano como ¨¦l no puede ser tildado de lapsus inocente.
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