"Ahora me voy a infiltrar en el extremismo islamista europeo"
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Arrecia la crisis como nunca sobre los eslabones m¨¢s d¨¦biles de la sociedad y regresa cual Robin Hood el alem¨¢n G¨¹nter Wallraff, el periodista indeseable que, 24 a?os despu¨¦s, ha recuperado literalmente las botas que us¨® para hacerse pasar por el ya legendario Al¨ª de su anterior libro de reportajes, Cabeza de turco. Con ellas, entre otras cosas, ahora ha mudado en indigente en las opulentas Fr¨¢ncfort y Hannover; ha cambiado de raza y se ha visto insultado como negro; ha trabajado a destajo y sin papeles en una pasteler¨ªa industrial acogotada por los supermercados Lidl y se ha puesto en una de esas filas apretujadas de telefonistas cual gallinas a hacer 80 llamadas al d¨ªa para una empresa de call-center. El resultado: los ocho textos del c¨¢ustico t¨ªtulo Con los perdedores del mejor de los mundos (Anagrama), por su audacia toda una reconciliaci¨®n con el periodismo.
"La globalizaci¨®n nos ha devuelto a un estadio de precapitalismo"
En su nuevo libro, el reportero destapa a una firma que ayuda a despedir sin motivo
"La globalizaci¨®n ha empeorado tanto la situaci¨®n laboral que la ha llevado a un estadio de precapitalismo; solo por eso val¨ªa la pena volver", justifica su regreso Wallraff, que ni por asomo aparenta sus 68 a?os. "He estado corriendo maratones de cuatro horas". Y ah¨ª igual reside el secreto de su buena recuperaci¨®n de una grave enfermedad que amenaz¨® los ¨²ltimos 14 a?os de su vida con clavarle en una silla de ruedas. O que ahora haya resistido temperaturas extremas a la intemperie o al lado de un horno. Se le ve en forma. "?C¨®mo cree que ha de vestir un negro?", corta tajante a un periodista que le insin¨²a que igual exager¨® su indumentaria en el reportaje Negro sobre blanco, lo que podr¨ªa emparentarle con un Borat o un Michael Moore. "Uno es m¨¢s estrafalario y el otro provoca m¨¢s que yo", zanja el tema.
Partes de estos trabajos han sido grabados con c¨¢mara. ?Forma parte de su nueva estrategia comunicativa? "Es un matrimonio que no desear¨ªa pero lo veo inevitable; por un lado, me ayuda a comprobar los contenidos; por otro, hoy no podr¨ªa afrontar nuevos proyectos, como uno sobre el colonialismo en ?frica, sin el apoyo de una cadena de televisi¨®n... Pero la prensa escrita de calidad a¨²n es muy importante, es la que sigue dando repercusi¨®n y peso a un tema y se sigue percibiendo de otro modo; lo de Internet es m¨¢s espuma y m¨¢s arbitrario... Pero quiero trabajar en paralelo ya".
Un viejo y manido ejemplar de su libro en alem¨¢n le hace de carpeta de decenas de folios, correos electr¨®nicos impresos y recortes de prensa que se intercalan entre sus p¨¢ginas y que a veces saca para ratificar argumentos. No tiene ninguno que haga referencia a lo que por vez primera le ha ocurrido ya, y por dos veces, en este libro: ha sido reconocido sin duda. Igual su tiempo de periodista infiltrado tiene fecha de caducidad. "No crea: mi maquilladora es excelente y a¨²n me quedan algunos recursos en juego; tampoco s¨¦ hacerlo de otro modo: es una obsesi¨®n y una autorrealizaci¨®n para m¨ª: necesito sentir en carne propia lo que escribo". Y en una demostraci¨®n de confianza en s¨ª mismo y en su poder camale¨®nico, avanza su nuevo proyecto: "Se trata de infiltrarse en el extremismo islamista europeo". Glups! "No, no, hay que afrontarlo, no podemos convertir el radicalismo islamista en un tab¨² para una izquierda que debe aprender de los errores de la guerra fr¨ªa, cuando se permiti¨® el abuso de los derechos humanos en el Este", justifica el que puede ser su reportaje m¨¢s peligroso. Parece no preocuparle su integridad f¨ªsica, le molestan m¨¢s las referencias a la ¨¦tica de su trabajo, de llegar a una verdad por el enga?o de su disfraz. "Finjo, cierto, pero no es un fin en s¨ª mismo; mi ¨²nico l¨ªmite ¨¦tico es la vida privada de las personas, eso s¨ª que ya ser¨ªa sensacionalismo; me parece mucho menos ¨¦tico no contrastar las cifras".
No le ha ido mal a Wallraff este libro en Alemania. A ra¨ªz de su salida, los albergues de Fr¨¢ncfort y Hannover han sido cerrados por malas condiciones y se ha abierto un juicio contra la empresa subcontratada por Lidl. Pero quiz¨¢ el m¨¢s escalofriante, por lo maquiav¨¦lico que describe, sea el ¨²ltimo reportaje, el de un bufete de abogados que, a 350 euros la hora, asesora y da conferencias tan gratificantes como Un futuro sin comit¨¦s de empresa o El despido sin motivos para despedir. Wallraff acude a ellos como gran empresario en silla de ruedas para que le limpien la empresa sindicalmente, como le exigen unos compradores norteamericanos. "S¨ª, es el m¨¢s bestia de todos; esos abogados son verdaderos delincuentes... Pero no he recibido ni un solo pleito por ¨¦l. ?Sabe por qu¨¦? Porque apenas ara?o la superficie: prefieren callar porque lo de debajo es a¨²n peor". El juez retirado que asesora al funesto bufete ya juzg¨® a Wallraff tras su pol¨¦mico reportaje sobre el diario sensacionalista Bild Zeitung. ?Los enemigos son siempre los mismos? "Una buena parte, s¨ª; solo cambian las m¨¢scaras".
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