Lo que queda de Obama
El presidente estadounidense se enfrenta a unas elecciones que pueden ser catastr¨®ficas
Todo lo que sube est¨¢ irremisiblemente condenado a caer. Y el presidente estadounidense, el dem¨®crata Barack Obama, se vio aupado al ser elegido hace dos a?os a tal delirio de exaltaci¨®n y esperanza que no pod¨ªa sino caer de nuevo, propin¨¢ndose un batacazo m¨¢s que regular.
El pr¨®ximo 2 de noviembre se celebrar¨¢n en Estados Unidos elecciones de mid term -medio mandato- que permiten tomar la temperatura al cuerpo pol¨ªtico cuando el presidente ya ha desplegado sus mejores artes, pero a¨²n se halla en flotaci¨®n la obra de esos primeros a?os. Y todo apunta a que en la renovaci¨®n de la C¨¢mara baja de 435 representantes y 36 senadores -un tercio- va a sufrir el m¨¢s grave correctivo; perder ambas mayor¨ªas, con lo que el resto de mandato gobernar tendr¨¢ que ser toda una filigrana.
Hasta aqu¨ª, sin embargo, business as usual, el electorado norteamericano es un maestro en recortar las alas de sus presidentes. Pero en este caso hay factores de nuevo cu?o que har¨¢n que la previsible derrota est¨¦ especialmente cargada de significado. Un movimiento popular, primitivo, nativista y xen¨®fobo, el Tea Party, que solo sabe decir menos Estado, menos impuestos y abajo el socialismo, desconociendo, por supuesto, qu¨¦ es eso del socialismo sobre todo en versi¨®n contempor¨¢nea, est¨¢ cobrando el volumen de una revoluci¨®n que parece capaz de tomar el partido republicano desde dentro, forzando una inquietante inestabilidad de fondo en el bipartidismo nacional.
Cabe que Obama no fuera exactamente lo que una Europa estragada del segundo Bush cre¨ªa que era, y parece claro que lo profundo de Estados Unidos no estaba preparado para un presidente tan distinto, entre otras cosas por lo europeizante. Pero la iron¨ªa es que fuera o no Obama lo que en ¨¦l se quiso ver, su presidencia ha sido lo bastante prudente como para no satisfacer al radicalismo que le vot¨® en masa y, menos a¨²n, complacer a la derecha extrema e iletrada, que le tacha nada menos que de comunista. Por eso su ¨ªndice de aceptaci¨®n popular ha ca¨ªdo de m¨¢s del 70% del electorado a un 45%.
As¨ª son hoy relativamente pocos los que aplauden una reforma sanitaria que supone, pese a todo, un paso de gigante en la cobertura de salud para el ciudadano, pero queda corta ante lo que Europa edific¨® tras la II Guerra; los que reconocen que par¨® cuando menos el primer y peor golpe de la cat¨¢strofe financiera. Y en lo tocante a la pol¨ªtica exterior, de igual manera una cierta indefinici¨®n sigue reinando: en Irak y Afganist¨¢n solo se puede hablar de retiradas de momento parciales o ¨²nicamente anunciadas, mientras que en Oriente Pr¨®ximo el estancamiento es el de toda la vida.
La obvia sinceridad de Obama, su esfuerzo y su anhelo por fabricar un pa¨ªs mejor, no deber¨ªan haber dicho la ¨²ltima palabra. El tiempo que media hasta las presidenciales de 2012 ser¨¢ por ello tan duro como decisivo. Con dos concepciones de pa¨ªs gravemente enfrentadas.
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