Buscar marido
Hay lectores con la escopeta cargada. Recuerdo haber escrito un art¨ªculo en el que me atrev¨ªa a afirmar que prefer¨ªa el presente al pasado. ?A qu¨¦ pasado? Pues al de hace 40 a?os, sin ir m¨¢s lejos. De inmediato, alguno de esos lectores que creen que vivimos la peor de las ¨¦pocas posible juzg¨® mi afirmaci¨®n de un optimismo desconsiderado: "Claro, desde su posici¨®n privilegiada...". Uf, qu¨¦ cansancio. En realidad, cuando hac¨ªa esa valoraci¨®n no estaba pensando en m¨ª. Pensaba en cualquier mujer espa?ola que vivi¨® su juventud hace apenas medio siglo. Pensaba en mi madre y al pensar en mi madre pensaba en casi todas las mujeres. Y al pensar en ellas he de reconocer que s¨ª, que de alguna manera pensaba en m¨ª. Prefiero vivir ahora. Prefiero no tener que andar pidiendo dinero, ser libre en mis movimientos, salir al extranjero sin el humillante permiso del marido y no ser considerada como una menor de edad. El machismo sigue ah¨ª, latente, dispuesto a morder desde una columna, el comentario falt¨®n de un pol¨ªtico o esa infravaloraci¨®n de las mujeres que se manifiesta como un tic que se nos escapara, reflejo de lo que hemos sido y a¨²n somos en gran medida. Prefiero esta vida. Hace 40 a?os yo era la ni?a que espiaba las conversaciones de las mujeres. Era escuchar aquello de "ssshhh, hay ropa tendida", y ponerme a interpretar a la ni?a que andaba a lo suyo para que se olvidaran de m¨ª y enterarme del secreto. Hace 40 a?os escuch¨¦ hablar en susurros una tarde de verano de la desgracia de una joven amiga de la familia. La hab¨ªa dejado su novio. La hab¨ªa dejado como dejaban antes los novios a las chicas, sin explicaciones. Huyendo. Al cabo de unos meses, hab¨ªa aparecido en unas fiestas del brazo de otra. La chica abandonada deb¨ªa de tener unos 26 a?os, pero hablaban de ella como si se pudiera dar su vida por zanjada. Recuerdo haber sentido una gran angustia, por ella, por la chica, a la que conoc¨ªa y quer¨ªa y que parec¨ªa tan feliz con su futura boda, pero tambi¨¦n por todas las mujeres sin marido. A partir de ese momento cre¨ª observar que todo el mundo la trataba con una enojosa compasi¨®n, con ese cari?o excesivo que avisa al enfermo de que se est¨¢ muriendo. Mi crecimiento y el del propio pa¨ªs me permitieron, nos permitieron, al menos a las chicas de ciudad, que la solter¨ªa no fuera una amenaza; otras preocupaciones, la vocaci¨®n, el trabajo o los amor¨ªos ocuparon el lugar de aquella vieja obsesi¨®n por encontrar novio. Solo cuando vi en el cine por primera vez Calle Mayor o La t¨ªa Tula, a mi juicio dos pel¨ªculas que demuestran que alguna vez supimos hacer realismo, sent¨ª en la boca el regusto amargo de aquel recuerdo infantil. La mirada anhelante y vulnerable de la solterona interpretada por Betsy Blair o esa sensualidad reprimida a la que Aurora Bautista dio vida arrebatada en "su" t¨ªa Tula encarnan la presencia de muchas mujeres reales a las que yo vi defenderse de un mundo que las trataba con guasa y condescendencia. La novelista Jane Austen dedic¨® su vida a narrar la angustia de la solter¨ªa. Por mucho que grandes escritores la despreciaran y consideraran el tema menor, las novelas de Austen son casi un tratado de c¨®mo mujeres inteligentes hab¨ªan de dedicar gran parte de sus energ¨ªas a la caza de marido. Algunas incluso acababan siendo felices. Todo esto me ven¨ªa a la cabeza porque la librera Lola Larumbe puso en mis manos hace unos d¨ªas un tesoro que nunca sabr¨¦ c¨®mo agradecerle. Es una novela corta, Un matrimonio de provincias, escrito por una italiana que adopt¨® el seud¨®nimo de Marquesa Colombi a mediados del XIX. El libro hab¨ªa quedado en el olvido hasta que Italo Calvino y Natalia Ginzburg lo rescataron en 1973. La historia es corriente: una muchacha guapa e inocente fantasea con ser la elegida de un joven gordo y adinerado. Lo extraordinario es c¨®mo est¨¢ contada. La familia es vulgar; la ciudad, Novara, pl¨²mbea; la ¨²nica distracci¨®n para una chica consiste en sentirse mirada por un hombre. El estilo es tan seco, tan ir¨®nico, que convierte esta an¨¦cdota mil veces repetida es una historia modern¨ªsima, nada ret¨®rica y muy audaz. No es para menos. Buscando la biograf¨ªa de la autora, Anna Mar¨ªa Mozzoni, nos encontramos con que fue la primera mujer en escribir en Il Corriere della Sera, se cas¨® vieja para la ¨¦poca (en la treintena) y se acab¨® separando. Muri¨® en los a?os veinte, tras haber disfrutado una intensa vida en su madurez y haber padecido el tedio en su juventud de las costumbres provincianas, de esa ciudad desesperante, Novara, en la que los enamorados de clase media (aunque venida a menos) se comunican solo con miradas y los de clase humilde, m¨¢s desvergonzados, hablan. No hay dulzura, como en las novelas de Austen, no hay dureza como en La t¨ªa Tula, ni humor cruel como en La se?orita de Trev¨¦lez en la que se bas¨® Bardem para hacer su Calle Mayor; aqu¨ª solo encontramos vidas aburridas, sin brillo. Y una conclusi¨®n seca y a¨²n m¨¢s asfixiante: buscar marido llena de zozobra el coraz¨®n de las muchachas en flor, pero encontrarlo las sumerge en un tedio de espanto hasta la muerte. No hay escapatoria. El ¨²nico final feliz lo encontr¨® esta lectora cuando al acabar el libro sinti¨® la emoci¨®n de haber encontrado una joya inesperada.
El machismo sigue ah¨ª, latente, dispuesto a morder desde una columna o el comentario falt¨®n de un pol¨ªtico
'Calle Mayor' o 'La t¨ªa Tula' son dos pel¨ªculas que demuestran que alguna vez supimos hacer realismo
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