Paradise
Advertimos hace tiempo la desnortada manera que tienen las televisiones de informar sobre los sucesos relacionados con la prostituci¨®n. A menudo se ilustran con planos del culo de las chicas asomado por las faldillas, de escotes generos¨ªsimos, de cachas sugerentes y zapatos de tac¨®n. Tanta esquizofrenia provoca sentimientos encontrados en el espectador. Por un lado se indigna con las mafias y por otro saldr¨ªa a toda pastilla hacia el prost¨ªbulo m¨¢s cercano. Es natural que un asunto tan espinoso, que la propia sociedad trata con ambig¨¹edad y que las amenazas de legislarlo suenan casi siempre a inquisici¨®n o buenismo del malo, provoque que su retransmisi¨®n visual sea igualmente complicada y contradictoria. Las im¨¢genes han de afinarse al contenido de la noticia pero trascender la obviedad; cuando se informa de la lesi¨®n grave de un futbolista no es necesario partirle la r¨®tula al locutor de deportes para que la gente lo entienda.
Se ha informado de la apertura de un nuevo macroburdel en la zona fronteriza de La Jonquera, convertida en el puticlub de Francia. En tres kil¨®metros de carretera se ofertan 400 trabajadoras a destajo, superando de media incluso la brutal cifra nacional que habla de varios cientos de miles de profesionales del orgasmo ajeno. Negocios as¨ª ejemplifican la capacidad emprendedora de los empresarios espa?oles, su imaginativa salida de territorios sobreexplotados como la construcci¨®n y su curiosa aportaci¨®n carnal al impulso del I+D.
Lo peor cuando se informa de la apertura de estos centros es recorrerlos con la c¨¢mara por el lado amable. Las instalaciones, la higiene, los cuartitos coquetones, las empleadas lozanas, un poco como si se estuviera informando de la apertura de un nuevo aeropuerto o centro de salud. El debate es bien complejo, sobre todo si aceptamos que el mundo nunca ser¨¢ perfecto y que para resolver la sexualidad y las relaciones humanas lo mejor ser¨ªa mantener alejados a los pol¨ªticos, la histeria legislativa y el papanatismo. Pero al tratar los para¨ªsos del dinero negro y el enriquecimiento de mafias, las televisiones tendr¨ªan que usar distinto lenguaje visual del que utilizan para venderle a los ni?os lo que les espera en Eurodisney.
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