Una nueva ley electoral

Desde hace unas semanas el presidente de la Generalitat acompa?a sus intervenciones p¨²blicas con referencias a la conveniencia de cambiar la ley electoral valenciana. Seg¨²n ha razonado Francisco Camps, la actual ley electoral provoca cierto desapego entre ciudadanos y pol¨ªticos, debido a que los diputados se deben m¨¢s a sus partidos, que los incluyen en las listas, que a los electores. Tiene toda la raz¨®n al se?alarlo. La soluci¨®n que ha esbozado, o al menos ¨¦sa es la que mencion¨® en el Debate de Pol¨ªtica General, ser¨ªa el cambio a un modelo parecido al ingl¨¦s, al franc¨¦s o al vigente en los Estados Unidos, donde los diputados son elegidos en circunscripciones electorales uninominales. Como es evidente, esta propuesta dista de ser neutra respecto de los resultados electorales previsibles en nuestro pa¨ªs. Si de verdad Camps cree bueno cambiar el sistema deber¨ªa proponer una alternativa menos claramente favorable a su partido.

Adem¨¢s, una nueva ley electoral as¨ª dise?ada, si bien es cierto que incrementar¨ªa el grado de responsabilidad de los diputados para con los ciudadanos (cada uno de nosotros tendr¨ªamos "nuestro diputado", que habr¨ªa de rendir cuentas de una manera m¨¢s directa de lo que ahora es habitual), tambi¨¦n potenciar¨ªa las mayor¨ªas absolutas y el bipartidismo. Lo cual, aun teniendo como efecto positivo, sin duda, facilitar la gobernabilidad, tiene como contrapartida limitar el pluralismo y la efectiva representaci¨®n del amplio abanico de ideas pol¨ªticas que en realidad alberga toda sociedad.

Es obvio que las dificultades para lograr una ¨®ptima gobernabilidad o la excesiva atomizaci¨®n de nuestro modelo de partidos no son, a d¨ªa de hoy, problemas de nuestro sistema pol¨ªtico. En cambio, somos bastantes los que a lo largo de estas d¨¦cadas de democracia auton¨®mica hemos votado alguna vez a partidos que, a pesar de haber obtenido un n¨²mero de votos apreciable, han quedado excluidos por la aplicaci¨®n de las reglas electorales. Ser¨ªa mucho mejor dise?ar un sistema que permitiera esa mayor ligaz¨®n entre representantes y representados pero que, a la vez, no penalizara el pluralismo ideol¨®gico.

Dado que elegimos un n¨²mero elevado de diputados auton¨®micos (99) es posible establecer este modelo mixto. As¨ª, una cincuentena de ellos podr¨ªa ser elegidos por un sistema como el que propone Camps, con circunscripciones uninominales que comprender¨ªan unos 100.000 ciudadanos cada una. Las ciudades de m¨¢s de 100.000 habitantes y las comarcas podr¨ªan ser la base para el c¨®mputo. Por ejemplo, la ciudad de Alicante se dividir¨ªa en tres zonas, cada una de las cuales elegir¨ªa un diputado; Castell¨®n y Elche en dos; Valencia en ocho; mientras que Torrevieja ser¨ªa una ¨²nica circunscripci¨®n. Comarcas como Els Ports o L'Alcoi¨¤ elegir¨ªan un diputado; otras como La Marina Alta, L'Horta Nord o La Safor, dos... y as¨ª con cada una de ellas. El resto, unos cuarenta diputados, podr¨ªan ser elegidos en una ¨²nica lista de ¨¢mbito auton¨®mico, con un reparto proporcional que garantizar¨ªa que un partido con un 2,5%-3% de los votos en todo el territorio tuviera, al menos, un diputado. As¨ª lograr¨ªamos, a la vez, una mejor representaci¨®n de la diversidad y un sistema que fomentara el contacto entre elegidos y ciudadanos sin, por lo dem¨¢s, previsiblemente, poner en riesgo la gobernabilidad.