Siete mil jaimas contra Marruecos
EL PA?S entra en el n¨²cleo de la protesta saharaui, cerca de El Aai¨²n, donde 20.000 personas piden desde hace tres semanas unas condiciones de vida dignas
"Es la polic¨ªa saharaui". Con un tono de voz que denota cierto orgullo el conductor anuncia que hemos llegado al control de acceso al campamento de casi 7.000 jaimas (tiendas de los n¨®madas) que los saharauis empezaron a levantar hace m¨¢s de tres semanas a las puertas de El Aai¨²n, la capital de la antigua colonia espa?ola.
Unos j¨®venes con chalecos reflectantes inspeccionan superficialmente con linternas el veh¨ªculo antes de franquearle la entrada a Agdaym Izik donde se agolpan unas 20.000 personas rodeadas por un peque?o muro de metro y medio construido en unos d¨ªas por el Ej¨¦rcito marroqu¨ª. Detr¨¢s se concentran cientos, acaso miles, de gendarmes y soldados cuya presencia se palpa a simple vista.
Un comit¨¦ de ocho hombres y una mujer coordina todo en el campamento
Llegar hasta el campamento, a 15 kil¨®metros al este de El Aai¨²n, no es f¨¢cil para los que no sean saharauis, y menos para los periodistas extranjeros. En el primero de los tres controles de carretera marroqu¨ªes la polic¨ªa exige una autorizaci¨®n del Ministerio de Comunicaci¨®n que este nunca proporciona.
Vestidos con la draa o la malfa (atuendos saharauis de hombres, el primero, y mujeres), con la piel oscurecida con un unte mezcla de protector solar y cenizas, o simplemente escondidos en el interior de grandes todoterrenos detr¨¢s de la humanidad de una mujer obesa, unos pocos corresponsales han logrado, sin embargo, colarse en el coraz¨®n de la mayor protesta saharaui -por el n¨²mero de participantes y por su duraci¨®n- desde que en 1975 Espa?a se retir¨® de la colonia.
Agdaym Izik es ante todo, al anochecer, organizaci¨®n y orden. Patrullas de j¨®venes encargados de la seguridad recorren las zonas que les han sido asignadas; un todoterreno recoge las bolsas de basura depositadas en las intersecciones de los caminos polvorientos, una enfermera atiende a pacientes que esperan en fila ante el ambulatorio improvisado mientras que otros guardan su turno para llenar bidones de agua tra¨ªda por un cami¨®n cisterna.
"El agua escasea, hacemos largas colas, es inc¨®modo, pero estamos contentos", afirma sonriente Mustaf¨¢, un chaval, mientras hace la uve de la victoria, un gesto que repetir¨¢n otros muchos habitantes del campamento al cruzarse con los visitantes. Adem¨¢s de los periodistas, un pu?ado de activistas extranjeros visitan Agdaym Izik y difunden sus im¨¢genes al exterior. Antonio Vel¨¢zquez, un m¨²sico mexicano, se ha convertido de hecho en el portavoz para la prensa internacional.
Ayer intentaron sumarse a ellos, en vano, ocho espa?oles de la Plataforma Canaria de Apoyo al Pueblo Saharaui, pero les esperaban en el puerto de El Aai¨²n unos 200 marroqu¨ªes que les tiraron palos y les disuadieron de desembarcar. Despu¨¦s subieron al barco una docena de polic¨ªas que identificaron a los canarios y les prohibieron bajar. El episodio recuerda algo lo sucedido a finales de agosto cuando 11 canarios fueron apaleados por, seg¨²n ellos, polic¨ªas de paisano tras manifestarse a favor de la independencia del S¨¢hara.
La precariedad del oc¨¦ano de tiendas de campa?a, la carencia de infraestructuras sanitarias de Agdaym Izik recuerda lo que fueron, a finales de los a?os setenta, los primeros campamentos del Frente Polisario en Tinduf, en el suroeste de Argelia. "Aquello fue un exilio, esto es un ¨¦xodo dentro de nuestra propia tierra", recalca un universitario saharaui.
El fin de semana el campamento es un hervidero. Los saharauis que son funcionarios de la Administraci¨®n marroqu¨ª se re¨²nen con sus familias aqu¨ª asentadas. En la carretera de Smara, a la salida de El Aai¨²n, los m¨¢s humildes, que no disponen de un veh¨ªculo, hacen autostop, con sus panes debajo del brazo y sus bidones de agua, a la espera de que alguien les traslade hasta aqu¨ª.
Agdaym Izik est¨¢ gobernado por un comit¨¦ de coordinaci¨®n de nueve personas -ocho hombres y una mujer- todos de menos de 40 a?os. La mayor¨ªa estaban en paro. Hasta ahora no se hab¨ªan dado a conocer por su militancia pol¨ªtica contra la "discriminaci¨®n" social que padecen, seg¨²n ellos, los saharauis, ni tampoco a favor de la independencia.
?C¨®mo personas con escasa experiencia son capaces de gestionar de sopet¨®n esta peque?a ciudad improvisada y de negociar sus reivindicaciones con el Ministerio del Interior marroqu¨ª? "Aqu¨ª los saharauis estamos solos entre nosotros", responde Fadel Kmach, uno de los tres miembros del comit¨¦ coordinador entrevistados por este corresponsal a lo largo del fin de semana. "Respiramos un aire de libertad que no hay fuera", a?ade. "Eso nos da fuerza".
Kmach y los dem¨¢s llevaban, sin embargo, 18 meses preparando discretamente esta protesta n¨®mada, seg¨²n otras fuentes, aunque su ¨¦xito les ha desbordado. Si en otras ciudades como Boujdour o Smara no han brotado movimientos similares es porque "la polic¨ªa nos lo ha impedido", se lamenta Omar. "Pero hemos recibido otros apoyos", a?ade para consolarse.
As¨ª, hasta Agdaym Izik se han desplazado numerosos saharauis residentes en Espa?a y en Europa como Am¨ªn, que hace de int¨¦rprete para el comit¨¦. "Trabajaba, con todos los papeles en regla, en la cocina de un restaurante del sur de Gran Canaria, pero abandon¨¦ el puesto porque esto no me lo pod¨ªa perder", afirma.
Casi cada d¨ªa reciben nuevos apoyos. Los trabajadores de la empresa fosfatera Foos Boukraa desembarcaron el mi¨¦rcoles. Junto con los acampados corearon durante un mitin: "Los recursos del S¨¢hara para los saharauis", en una alusi¨®n a los fosfatos y a la pesca. El jueves irrumpi¨® una delegaci¨®n de Sidi Ifni, la ciudad m¨¢s beligerante del sur de Marruecos. Los saharauis les hicieron desfilar por un pasillo humano mientras los hu¨¦spedes vociferaban: "Saharauis, saharauis, juntos con nosotros de la mano hacia la libertad". No van m¨¢s all¨¢. Nadie pide abiertamente la autodeterminaci¨®n o la independencia.
"Cercados no negociamos"
Taieb Charkaoui, el ministro del Interior, es uno de los hombres m¨¢s poderosos de Marruecos, con unas competencias mucho mayores que sus hom¨®logos europeos. Nadie se atrever¨ªa a darle un plant¨®n, excepto el comit¨¦ que coordina el campamento de protesta saharaui de Agdaym Izik, cerca de El Aai¨²n.
Charkaoui lleg¨® el jueves a El Aai¨²n, se reuni¨® con los notables saharauis y, el s¨¢bado, dio cita al comit¨¦ que regenta el campamento. "Declinamos la invitaci¨®n mientras no cesen las provocaciones y se levante el cerco policial y militar que padecemos", explica Omar Zribiar, que act¨²a como portavoz del comit¨¦. "Si no lo hace no habr¨¢ negociaci¨®n". Y reitera: "Cercados no negociamos".
La ¨²ltima "provocaci¨®n" fue, seg¨²n ¨¦l, la toma por los soldados de fotograf¨ªas de las mujeres saharauis orinando al aire libre. El "cerco" permite adem¨¢s a Rabat "apretar las tuercas" y vetar durante horas la entrada de v¨ªveres o agua en el campamento, adem¨¢s de impedir el acceso a la prensa internacional.
El comit¨¦ s¨ª se reuni¨® varias veces, a lo largo de la semana, con una comisi¨®n de tres altos funcionarios de Interior, enviada desde Rabat, "pero su objetivo no era negociar, sino indagar sobre nosotros", deplora el portavoz. "Nos piden que desmantelemos las jaimas, volvamos a casa y despu¨¦s satisfar¨¢n nuestras reivindicaciones". Las 20.000 personas que acampan en Agdaym Izik desde hace tres semanas exigen viviendas, puestos de trabajo y el fin del "expolio" que supuestamente hace Rabat de las riquezas del S¨¢hara.
"Nuestra mayor aspiraci¨®n es que se respete nuestra dignidad", recalcan al un¨ªsono varios saharauis alrededor del portavoz. "No soportamos ya m¨¢s las agobiantes normas de seguridad a las que se nos somete", sin comparaci¨®n con cualquier regi¨®n marroqu¨ª.
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