La tonter¨ªa
No hay abono m¨¢s potente para una religi¨®n que el sistema pol¨ªtico que la proh¨ªbe, o al contrario, que la exalta. La religi¨®n que pretende mantenerse como la esencia de un pa¨ªs encuentra terreno f¨¦rtil en las dictaduras. No hay ejemplo m¨¢s cercano que el nuestro, esa Iglesia cat¨®lica que colabor¨® con entusiasmo en la humillaci¨®n de los vencidos, y no hay ejemplo m¨¢s curioso que el chino, un sistema autoritario que consigue a fuerza de perseguir el culto religioso que este se haga tremendamente popular, como as¨ª ocurri¨® en Cuba, donde la visita del Papa torn¨® en acto reivindicativo. Pero la religi¨®n flaquea en los sistemas democr¨¢ticos y laicos donde han de convivir creencias dispares sin prevalecer unas sobre otras, sin herir sensibilidades y sin entrometerse en el bolsillo de las personas. Las religiones en los pa¨ªses democr¨¢ticos han de convencer al ciudadano, como hacen los bancos o las aseguradoras, de que su servicio es m¨¢s competente que el resto. En el caso de la religi¨®n, en donde interviene la espiritualidad, se trata de proporcionarle al creyente un marco que le ayude a ordenarse la vida y a sobrellevar la intemperie. Puede parecer fr¨ªo pero este es el papel que las religiones debieran tener en los pa¨ªses donde la ciudadan¨ªa tiene la facultad de elegir a qu¨¦ Dios dedicarle eso tan inaprensible que es la fe.
Esto es tan sencillo que sorprende que este Papa, considerado como uno de los grandes intelectuales del momento, no se haya enterado del trato excepcional que el Estado espa?ol otorga a la religi¨®n cat¨®lica y se aventure a comparar el laicismo actual con el ambiente enconado previo a la Guerra Civil. Debieron de tomar de asesor de homil¨ªas a un contertulio de la facci¨®n enconada para hacerle decir a su Santidad semejante tonter¨ªa. Algo que no se creen ni los creyentes sensatos, que los hay. Los hay.
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