"Si nadie habla, nadie recuerda"
Incre¨ªble: a¨²n puede sonre¨ªr; es casi una mueca tras lo que se intuye un gran esfuerzo cort¨¦s. Pero lo hace, a pesar de tres a?os y ocho meses de haber estado en campos de trabajo, de haber perdido ah¨ª a su hija de ocho a?os, a su cu?ada y a sus cuatro hijas y, por el camino, a su esposo; de hab¨¦rsele prohibido, literalmente, re¨ªr y llorar, de dejarla sin comida ni ropa, de tener que alimentarse de granos de sal, de saltamontes, cucarachas y ratas; de separarla de su hijo de 10 a?os, trabajador forzoso; de encajar la disenter¨ªa y el paludismo qued¨¢ndose en apenas 30 kilos... S¨ª, Denise Affon?o (Phnom Penh, Camboya, 1944) se esfuerza para explicar c¨®mo sobrevivi¨® al suplicio de Pol Pot y su dictadura mao¨ªsta, que se llev¨® por delante a unos dos millones de camboyanos entre abril de 1975 y enero de 1979, o sea, una cuarta parte de la poblaci¨®n. Lo cuenta en El infierno de los jemeres rojos (Libros del Asteroide), que hay que leer con pausas para coger aire ante uno de los testimonios literarios m¨¢s punzantes sobre la crueldad del ser humano.
"No me pregunte sobre comunismo y, sobre todo, no me llame camarada", intenta bromear Affon?o, que en el libro se muestra muy dura con su marido Seng, chino convencido de las bondades de la alucinante dictadura agraria de Pol Pot. De padre franc¨¦s, Denise hubiera podido refugiarse con sus hijos en la Embajada de Francia donde trabajaba, pero la familia pudo m¨¢s. "Era un comunista de sal¨®n, me recitaba textos de Mao, me lavaba el cerebro, por eso no supo ver esa obsesi¨®n de los jemeres rojos por crear un nuevo pueblo; quer¨ªan hacer la revoluci¨®n cultural china, pero a¨²n m¨¢s radical". El error de Seng ("fue a aclamarlos y les ofreci¨® cerveza cuando entraron en la capital; adem¨¢s, hablaba demasiado") lo pag¨® con la vida: confiado, entreg¨® a los dirigentes hasta el coche y se lo agradecieron haci¨¦ndole desaparecer, como a otros intelectuales y "enemigos burgueses" que expulsaron de las ciudades y llevaron al campo. Ah¨ª empez¨® el calvario: "Los sentimientos por mis hijos fueron m¨¢s fuertes; no quise separarlos de su padre y lo pagu¨¦ muy caro".
Sorprende que nadie se rebelase ni durante el ¨¦xodo masivo forzoso ni en esos campos de concentraci¨®n donde se negaba la comida a ancianos o a menores de siete a?os porque eran "bocas improductivas". "Era imposible; primero nos enga?aron: nos dijeron que solo estar¨ªamos fuera de nuestras casas dos d¨ªas; luego, la poblaci¨®n no ten¨ªa ni un arma; cuando nos dimos cuenta, ya era tarde".
"Todo el mundo ser¨¢ reformado por el trabajo"; "est¨¢ prohibido expresar los sentimientos: alegr¨ªa o tristeza"; "est¨¢ prohibido sentir nostalgia del pasado"; "jam¨¢s os quejar¨¦is de nada"; "nunca llevar¨¦is ropa de colores"; "est¨¢ prohibido cruzar una pierna por encima de otra porque es signo externo del capitalismo"; "no se necesitan gafas"; "todos hablar¨¢n solo jemer"... Son los alucinantes mandamientos del credo rojo que, tras jornadas infinitas, Affon?o escuchaba, tras los que se escond¨ªa "un genocidio planificado: se trataba de matarnos manteniendo las manos limpias; estaba programado, pero, a partir de accidentes laborales, o te mor¨ªas de hambre, o te intoxicaban con supuestas medicinas... Fueron m¨¢s astutos que los nazis". Su hija, adelgazando d¨ªa a d¨ªa hasta la muerte, aut¨¦ntico reloj de la maldad, encarna el sinf¨ªn de gente que no sali¨® del infierno. ?Remordimientos por sobrevivir, como Primo Levi? "Entiendo ese sentimiento porque lo he vivido; solo me consuela que puedo contar mi testimonio: si nadie habla, nadie recuerda". Lo que no ha superado, admite, es la reacci¨®n de su hijo. "No pens¨¦ nunca en el suicidio ni en el asesinato; lo apart¨¦ todo de mi cabeza para tirar adelante como fuera; me dije que ten¨ªa que seguir por mi hijo de diez a?os, que a¨²n viv¨ªa... Pienso que fui una mala madre, que pas¨® todo eso por mi culpa y ahora me siento m¨¢s responsable que entonces, porque mi hijo nunca me ha reprochado nada; eso es lo peor".
Jean-Jacques, el hijo, ha enmudecido. "Vivi¨® su propia experiencia, le dije si quer¨ªa a?adir algo al libro y se neg¨®. En los campos solo le vi una vez unas terribles marcas en la espalda; nada m¨¢s; mi exorcismo fue escribir el libro; su terapia es el silencio". Relativa: "S¨ª, cuando dan pel¨ªculas de violencia no quiere verlas; y luego le he o¨ªdo llorar por las noches". Ella, a¨²n hoy, tambi¨¦n tiene pesadillas y se sulfura al recordar que hasta hace unos a?os a¨²n encontraba negacionistas: "En 1945, Eisenhower orden¨® que se fotografiara y se buscaran testimonios de los campos nazis porque, con los a?os, dijo, no hubiera hijos de puta que afirmaran que eso no ocurri¨®; con lo de Camboya, hasta los noventa ha habido muchos intelectuales de izquierda que lo matizaban". M¨¢s rabia le dan, si cabe, los juicios internacionales contra los jemeres rojos iniciados en 2006: "Muchos responsables han campado a sus anchas y los responsables nunca han sido juzgados, como Pol Pot, que no muri¨® por viejo sino eliminado por una facci¨®n interna". Se la ve esc¨¦ptica. "?C¨®mo quiere que est¨¦? Creo poco en la justicia; mire lo de los cr¨ªmenes de Yugoslavia". Tambi¨¦n se sabe utilizada por los vietnamitas, que liberaron Camboya en 1975 y la empujaron a hacer un informe de donde salieron las memorias, testimonio que present¨® en un juicio propagand¨ªstico de 1979 sin, claro, los acusados sanguinarios Ieng Sari y Pol Pot. "Era francesa y les daba proyecci¨®n internacional".
Poco ha trascendido del genocidio del ¨²ltimo gran estertor dictatorial del siglo XX. "La guerra fr¨ªa explica muchos silencios", apunta Affon?o, que no recomienda la pel¨ªcula Los gritos del silencio para saber del infierno camboyano. "Es m¨¢s realista el documental S-21: la m¨¢quina roja de matar, donde los verdugos reconstruyen su labor". Ella, tras la liberaci¨®n, visit¨® otros campos y vio c¨®mo en uno se fabricaba abono humano, "a base de una capa de cad¨¢veres, otra de c¨¢scara de arroz y luego todo rociado con gasolina". No quiere saber, claro, de comunismo -"han destruido los verdaderos valores de una ideolog¨ªa; ahora no sirve para luchar contra la globalizaci¨®n"- y tampoco volver¨¢ a Camboya: "25 a?os de ayuda internacional no han servido para nada; el Gobierno de Hun Sen solo ha beneficiado a una capa muy pr¨®xima de la poblaci¨®n". Se levanta rauda. Sale su buen aspecto a pesar de lo vivido. "Fue el r¨¦gimen de insectos que llev¨¦". Esbozo de sonrisa.
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