Espa?a en blanco y negro
Aplicamos el concepto de genialidad con excesiva alegr¨ªa, con generosa irresponsabilidad. Se confunde a veces con el talento, con una personalidad florida, con la originalidad, con un estado pasajero de gracia, con la casualidad. Se etiqueta frecuentemente con ella a flores de un d¨ªa, a modas con demanda inmediata, a lo esforzadamente raro, al hermetismo para iniciados. Con el termino clasicismo hay un poco m¨¢s de cuidado, tal vez porque es f¨¢cil relacionarlo con lo acad¨¦mico, con esas obras mod¨¦licas de las que todo el mundo ha o¨ªdo hablar, pero que muy pocos se preocupan por conocer de primera mano.
Berlanga pose¨ªa un mundo y un lenguaje intransferibles, lo cual no evit¨® en bastantes ocasiones que sus pel¨ªculas se equivocaran o desfallecieran, pero cuando el estilo y el contenido encontraron una armon¨ªa m¨¢gica, nacieron obras de arte tan incontestables, profundas y deslumbrantes como Pl¨¢cido y El verdugo, pel¨ªculas cuya fuerza expresiva no se agota aunque las hayas visto cien veces, con un encanto al que pueden acceder el espectador profano y el cultivado, retrato inmejorable en necesario blanco y negro de una Espa?a aut¨¦ntica, vitalista, s¨®rdida y eterna, fusi¨®n de la comicidad y la tragedia a trav¨¦s de un realismo que deriva en el mejor esperpento, feroces y piadosas, relatos en los que no falta ni sobra una imagen ni una palabra (y son millones las que salen de las bulliciosas bocas de esa gente permanentemente incomunicada, obsesionada exclusivamente con el ?qu¨¦ hay de lo m¨ªo?), con una atm¨®sfera que transmite sensaci¨®n de verdad, que esos personajes no interpretan, que lo que hacen y dicen, sus gracias y sus miserias han sido filmadas con una c¨¢mara oculta, en las que te olvidas de la prodigiosa puesta en escena que hay detr¨¢s de esos inimitables planos secuencia.
Su cine supo retratar a un pa¨ªs aut¨¦ntico, vitalista y s¨®rdido
Crear pel¨ªculas como 'El verdugo' o 'Pl¨¢cido' conceden bula eterna
Ese Berlanga no revela solo a un director superdotado, a un inventor de climas, a alguien que sabe expresar todos los registros de la naturaleza humana, sino a algo tan infrecuente como un genio. Son dos creaciones sin fecha de caducidad. Lo que cuentan es universal, pero conviene haber nacido en este pa¨ªs para disfrutar de toda su complejidad, su lenguaje, sus matices. Su simult¨¢nea capacidad para hacerte re¨ªr y helarte la sangre, para que retengas en el o¨ªdo y en la retina di¨¢logos e im¨¢genes impagables, su poder de conmoci¨®n, emparenta a Berlanga con las cosas m¨¢s hermosas y perdurables que han ocurrido en la cultura espa?ola. Con genios como Bu?uel (l¨¢stima que solo pudiera rodar tres pel¨ªculas en la tierra que le pari¨®), Valle-Incl¨¢n, Quevedo, Goya, Picasso, Cervantes, gente as¨ª.
Evidentemente, el universo de Berlanga hab¨ªa nacido mucho antes, pero no puede ser casual que su encuentro con la acidez y la sabidur¨ªa de Rafael Azcona potencie las esencias de su cine, el complemento admirable de dos inteligencias fuera de lo com¨²n. Existe gracia, ternura (tal vez excesiva), vocaci¨®n l¨ªrica, costumbrismo del bueno, iron¨ªa (no el sarcasmo posterior) en el Berlanga anterior a Pl¨¢cido y El verdugo. Reconozco el poder¨ªo tragic¨®mico de los que esperaban en vano a mister Marshall, el refugio humanista de un sabio en el pueblo de Calabuch, los novios a la vista, la dificultad de una pareja para ser felices, los jueves en los que ocurren milagros, pero solo son un preludio atractivo de arte mayor.
Creo que despu¨¦s del prodigio, Berlanga la pifia en La boutique y ?Vivan los novios! Al revisar Tama?o natural descubro que me afecta poco la soledad de ese mis¨®gino enamorado de una mu?eca infiel. El Berlanga extraordinario renace con La escopeta nacional y va perdiendo aliento en la segunda y tercera parte de la saga de los Leguineche, aunque el personaje de Luis Escobar sea un cl¨¢sico. Me aburre el realismo soez de La vaquilla, su mayor ¨¦xito comercial. Y me resulta doloroso, ante la ilusi¨®n y las expectativas que me despertaba cualquier cosa que llevara su firma, constatar que Moros y cristianos, Todos a la c¨¢rcel y Par¨ªs-Tombuct¨² parecen una caricatura del mejor Berlanga, que nada respira, que la s¨¢tira ha perdido la gracia aunque el estilo visual y narrativo siga siendo reconocible. Da igual. Haber creado Pl¨¢cido y El verdugo conceden bula eterna, infinito agradecimiento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.