Necesitamos una pol¨ªtica exterior europea
Para entender por qu¨¦ Europa necesita una pol¨ªtica exterior, intentemos adivinar c¨®mo se ve desde Zhongnanhai. Me imagino a los dirigentes chinos sentados en este complejo pr¨®ximo a la Ciudad Prohibida, tomando t¨¦ y ri¨¦ndose de las rid¨ªculas payasadas de los europeos que, en otro tiempo, saquearon y humillaron a su pa¨ªs. Hoy, esos europeos parecen mendicantes que se presentan ante el trono imperial a suplicar que hagan negocios con ellos para levantar sus econom¨ªas tambaleantes. David Cameron en nombre de Reino Unido, Nicolas Sarkozy en nombre de Francia, Jos¨¦ S¨®crates en nombre de Portugal; cada uno pide por su pa¨ªs.
?Y los derechos humanos? ?Y los valores europeos? ?El Nobel injustamente encarcelado? Ah, s¨ª, tambi¨¦n mencionaron esas cosas, ?verdad? Durante la cena, claro, o en una reuni¨®n privada (los l¨ªderes europeos, al hacer declaraciones a sus medios de comunicaci¨®n nacionales, siempre exageran sobre unos comentarios que en realidad son breves, en voz baja y muy diplom¨¢ticos y que los historiadores acaban por descubrir, tarde o temprano, en los documentos oficiales). O, como hizo Cameron el mi¨¦rcoles pasado, con un cuidadoso ejercicio de equilibrismo ante los estudiantes de la Universidad de Pek¨ªn (como es natural, su equipo "vendi¨®" incansablemente su discurso a los medios brit¨¢nicos por adelantado).
La UE est¨¢ orden¨¢ndose, pero las viejas-nuevas potencias de Oriente se mueven m¨¢s deprisa
Los 27 embajadores de la UE en Noruega deben asistir a la entrega del Nobel
Todo ello de forma muy educada, por supuesto, porque ?acaso la educaci¨®n no es tambi¨¦n un valor europeo? Y con tanta discreci¨®n que el emperador puede fingir que no se da cuenta. La menci¨®n de los derechos humanos es una de esas costumbres groseras que tienen los europeos, como meterse el dedo en la nariz cuando est¨¢n en p¨²blico. Tal vez con el tiempo, a medida que China adquiera m¨¢s riqueza y poder, los diablos extranjeros se vuelvan m¨¢s civilizados.
En conjunto, la conducta de los dirigentes europeos es una invitaci¨®n permanente a que cualquier gran potencia mundial emplee el divide y vencer¨¢s. La Rusia de Putin no necesit¨® esa invitaci¨®n. Estados Unidos, con Obama, trata de resistirse a la tentaci¨®n y busca sinceramente el n¨²mero de tel¨¦fono europeo al que llamar. China se muestra ambivalente. A Pek¨ªn le resulta muy complicado y muy pesado tener que tratar por separado con todos esos pa¨ªses peque?os, vanidosos e hipersensibles, y la econom¨ªa china se beneficia enormemente de la existencia de un mercado europeo ¨²nico. Pero la invitaci¨®n permanente a que China nos divida es dif¨ªcil de rechazar.
Por ejemplo, para hablar de un caso menor, pero muy simb¨®lico, en estos momentos China est¨¢ intentando convencer a todo el mundo -incluidos los embajadores de la UE- para que boicoteen la ceremonia de entrega del pre
mio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo en Oslo, el 10 de diciembre. Cuando se habla de T¨ªbet o Xinjiang, China insiste en la importancia del respeto absoluto a su soberan¨ªa. Pero ahora dice a los europeos que no deben asistir a una ceremonia europea en Europa. O sea, la soberan¨ªa de China es absoluta, pero la soberan¨ªa de otros es negociable (Estados Unidos tiene un doble rasero similar).
Est¨¢ claro lo que tiene que hacer Europa. Los 27 Estados miembros de la UE deben anunciar sencillamente que todos sus embajadores en Noruega asistir¨¢n a la ceremonia. Nada m¨¢s. Sin embargo, en v¨ªsperas de la visita imperial del presidente Hu Jintao a Par¨ªs hace unos d¨ªas, le¨ª que el ministro franc¨¦s de Exteriores "dijo que anunciar¨ªa antes del 10 de diciembre si pensaba asistir a la entrega del Premio Nobel". Una vez m¨¢s, Europa est¨¢ dividida. M¨¢s risitas entre tazas de t¨¦ en Zhongnanhai.
Hace dos semanas, cuando estaba en Bruselas para la reuni¨®n anual del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, un think-tank dedicado a reflexionar sobre la pol¨ªtica exterior europea y promover su desarrollo (y a cuya junta directiva pertenezco), habl¨¦ con algunos de los encargados de tejer dicha pol¨ªtica exterior. Me dijeron, con una mezcla de iron¨ªa e irritaci¨®n, que, en relaci¨®n con China y Rusia, los Estados miembros de la UE casi siempre quieren que la postura colectiva de la UE sea m¨¢s firme que sus posturas individuales.
No me malinterpreten; sobre todo, que no me malinterpreten los lectores chinos que hayan conseguido sortear el gran cortafuegos para leer este art¨ªculo. No digo en absoluto que Europa, ni Occidente en general, deba tratar de imponer sus valores a China, como hizo en el pasado a fuego y espada (cualquier ingl¨¦s que visita las ruinas del palacio de verano en Pek¨ªn, destruido por las tropas brit¨¢nicas y francesas, se averg¨¹enza de nuestra barbarie europea). No digo, desde luego, que los europeos debamos organizarnos porque China es el enemigo, como lo era la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la guerra fr¨ªa.
No, el futuro del planeta depende de que tengamos una relaci¨®n constructiva y estable con esta potencia mundial en ascenso. Tenemos intereses econ¨®micos vitales en China, y China en Europa.
Ahora bien, lo que s¨ª pido es cierta coherencia, dignidad y unidad en nuestra estrategia frente al gigante (re)emergente. Estoy seguro de que los europeos tenemos m¨¢s probabilidades de triunfar en la defensa de nuestros intereses a largo plazo y la difusi¨®n de nuestros valores si permanecemos unidos en vez de separarnos. Afirmo, adem¨¢s, que es preciso entender los que denominamos valores europeos como una propuesta de valores universales, y que se puede llegar a la adhesi¨®n a unos valores muy similares a partir de la trayectoria hist¨®rica de China, pese a lo muy diferente que es. Eso es exactamente lo que dice el artista chino Ai Weiwei. Que son valores universales.
China y Rusia son probablemente los casos m¨¢s dif¨ªciles para la pol¨ªtica exterior europea. Desde la perspectiva de otros pa¨ªses m¨¢s peque?os del resto del mundo, o de los Balcanes, la UE parece m¨¢s fuerte. Dentro de poco tendremos ocasi¨®n de comprobarlo, con las elecciones presidenciales que se celebrar¨¢n en Bielorrusia el 19 de diciembre. ?Mostrar¨¢ la UE una reacci¨®n unida y eficaz si el presidente Alexander Lukashenko proclama su victoria en las elecciones aunque, en realidad, las haya perdido?
En la sala de m¨¢quinas de Bruselas, ahora es cuando est¨¢n empezando a instalarse los mecanismos de una pol¨ªtica exterior europea supuestamente ¨²nica (es decir, mejor coordinada). Despu¨¦s de incontables peleas y gru?idos en el Parlamento Europeo, as¨ª como enormes presiones nacionales, Catherine Ashton, la alta representante de la UE, ha nombrado a cuatro altos funcionarios muy capacitados: un franc¨¦s, un irland¨¦s, un polaco y un alem¨¢n. De las m¨¢s de 130 delegaciones de la UE, aproximadamente 28 cuentan con nuevos embajadores. Para el a?o que viene, el nuevo Servicio de Acci¨®n Exterior tendr¨¢ un modesto presupuesto de 435 millones de euros, pero podr¨¢ ayudar a fijar la asignaci¨®n de miles de millones de euros pertenecientes a los fondos de la UE, sobre todo los de la ayuda al desarrollo, de la que Europa es, con mucho, el mayor donante mundial. Una cuesti¨®n clave que debe abordar Ashton es c¨®mo poder utilizar otras dimensiones del poder econ¨®mico de Europa en la pol¨ªtica exterior. Por ejemplo, China se toma en serio a la UE a la hora de hablar sobre la concesi¨®n del estatus de econom¨ªa de mercado, tal vez a cambio de la garant¨ªa de que China respete m¨¢s los derechos de propiedad intelectual.
Como pasa siempre en la UE, todo va m¨¢s despacio y es m¨¢s complicado de lo que nos gustar¨ªa. En la cumbre del G-20 de Se¨²l no ha habido una voz europea unida. La cumbre EE UU-UE que se va a celebrar dentro de unos d¨ªas parece un mero ap¨¦ndice a la cumbre de la OTAN inmediatamente anterior. El llamamiento de Angela Merkel a cambiar el Tratado de Lisboa con el fin de abordar el problema de la deuda soberana en la zona puede dar pie a m¨¢s a?os de distracci¨®n institucional, que Europa no puede permitirse.
Y, sin embargo, parafraseando a un gran cient¨ªfico italiano, se mueve. Y Europa debe moverse hacia adelante para no retroceder. Porque, aunque las cosas vayan bien, lo que los europeos consigamos concentrando nuestros recursos solo servir¨¢ para compensar a duras penas nuestra p¨¦rdida de poder ante los viejos-nuevos gigantes que est¨¢n resurgiendo en Oriente.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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