El dec¨¢logo del caminante
En estos momentos de tribulaci¨®n y dolor distribuido por todas las capas de la sociedad espa?ola, resulta sabio descubrir lo que de positivo pueden encerrar las dificultades que atravesamos.
Hace unas semanas me invitaron a pronunciar unas palabras en el I Congreso Internacional de la Felicidad. Acept¨¦ sin saber muy bien del todo qu¨¦ pod¨ªa aportar yo a materia tan vaporosa y subjetiva. ?Qu¨¦ es la felicidad? Seg¨²n el diccionario de la RAE, la felicidad es el estado del ¨¢nimo que se complace en la satisfacci¨®n de un bien. Tambi¨¦n la describe con los sin¨®nimos de satisfacci¨®n, gusto, contento. Poca cosa para definir ese luminoso objeto del deseo. Todos queremos ser felices; ahora bien, ?c¨®mo se consigue?
No caminas solo. Tu felicidad tambi¨¦n se encuentra en la de los dem¨¢s. Lo que das, recibes
No lograba enfocar mi intervenci¨®n. ?Ten¨ªa yo atributos morales para hablar de felicidad? ?Soy feliz? Pues a ratos s¨ª y a ratos no, como casi todo el mundo, supongo. Tan solo los m¨ªsticos en ¨¦xtasis o los yoguis del nirvana pueden considerarse en estado de felicidad permanente. El resto de los mortales podemos hacer balances globales entre los momentos buenos y los malos, y la coincidencia razonable entre nuestros deseos y nuestra realidad, o, mejor a¨²n, en la coherencia percibida entre nuestro comportamiento y nuestros ideales.
Uno no es feliz. Uno se siente feliz, que es algo bien distinto. La felicidad se mire con un baremo interior, ¨ªntimo, exclusivo. Es un ef¨ªmero cotidiano, subjetivo y placentero. Tambi¨¦n es el balance de un camino en su conjunto. Lo que para unos hace feliz, para otros supone congoja. Nadie externo puede saber en verdad cu¨¢n felices nos sentimos. Nuestras vidas son caminos que recorremos paso a paso, jornada a jornada. Hay etapas buenas, menos buenas y malas. Al igual que no es lo mismo un viajero que un turista, tambi¨¦n existe una sabidur¨ªa del caminante, que lo distingue del triste deambular zombi de una parte importante de la poblaci¨®n.
Decid¨ª, en un ejercicio de osad¨ªa, resumir esa sabidur¨ªa en un sucinto dec¨¢logo del caminante, que, en pinceladas, enumero a continuaci¨®n:
Primero. Ten sue?os, metas e ideales. Conceden sentido a tu andar y marcan el norte a tu br¨²jula vital. Justifican el esfuerzo que realizas. La sensaci¨®n de acercarte a ellos te proporcionar¨¢ felicidad en tu camino.
Segundo. Que esa meta te estimule, que no te aplaste. Metas m¨¢s all¨¢ de tus posibilidades pueden frustrarte. Por el contrario, metas demasiado cortas pueden acomodarte y hastiarte. Deben conseguir que te esfuerces para dar lo mejor de ti, pero no amargarte ni alienarte.
Tercero. La felicidad no se concentra en el preciso instante de cruzar la meta, hay que saber encontrarla en cada etapa del camino. No la difieras en exclusiva al futuro logro de tus objetivos, disfruta de las peque?as cosas de cada jornada. Establece metas intermedias; superarlas te estimular¨¢ y te reafirmar¨¢ en el camino correcto.
Cuarto. A meta alcanzada, nueva meta planteada. Evitar¨¢s el h¨®rror vacui de una vida sin proyecto ni norte. Esas nuevas metas no solo deben conjugarse con el m¨¢s y m¨¢s, sino con lo diferente y, sobre todo, con lo mejor.
Quinto. Ap¨®yate en el bast¨®n de tu talento, gu¨ªate por la br¨²jula de tus sue?os e ideales, y planta tus botas sobre la realidad. Los viejos caminantes saben que para llegar lejos deben marchar paso a paso, mirando al suelo para no tropezar, pero elevando la mirada a las estrellas para marcar el rumbo a seguir. Que tu inteligencia e intuici¨®n te ayuden a escoger la ruta m¨¢s adecuada en las muchas bifurcaciones que se te presentar¨¢n cada d¨ªa.
Sexto. El camino tiene sentido en su conjunto. Integra en ¨¦l los cap¨ªtulos duros, de dolor y sufrimiento. Aislados, te amargar¨¢n; insertos en tu vida entera adquirir¨¢n sentido. Lo comprender¨¢s cuando tengas suficiente altura de miras como para poder comprender tu propio camino pasado y sepas aprovecharlo para el que a¨²n te queda por recorrer.
S¨¦ptimo. Los dem¨¢s caminantes reconocen en ti al personaje que t¨² proyectas. Eres lo que haces y no como piensas que eres. Raymond Carver escribi¨® que "T¨² no eres tu personaje, pero tu personaje s¨ª eres t¨²". El personaje que los dem¨¢s ven, es m¨¢s real que la persona que t¨² te consideras en tu interior. Presta atenci¨®n a lo que en verdad haces, y no te autojustifiques con la excusa de lo que piensas que eres.
Octavo. La coherencia entre tu persona y tu personaje, entre lo que piensas y lo que haces, te har¨¢ sentir bien. La incoherencia vital te har¨¢ el camino insufrible.
Noveno. Tu vida es una novela que escribes con tus actos. Conoce a tu personaje y desarrolla tus potencias en funci¨®n de las circunstancias y de tus sue?os e ideales. Comprende tu realidad de escritor de la propia novela de tu vida, influye en el argumento de tu novela y concede mayor protagonismo a tu personaje. Podr¨¢s comprender tu camino en su conjunto.
D¨¦cimo. No caminas solo. T¨² felicidad tambi¨¦n se encuentra en la de los dem¨¢s. Lo que das, recibes. Ayuda con generosidad y no olvides que, adem¨¢s de las personas, tambi¨¦n nos acompa?a la naturaleza ub¨¦rrima con toda su vida hermana.
Un dec¨¢logo sencillo para un camino complicado de rosas y espinas. El de tu propia vida. ?Suerte con ella, hermano!
Manuel Pimentel es editor.
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