Un pa¨ªs de bicis
A veces da la sensaci¨®n de que a la alcaldesa de Valencia y a quienes mandan en la ciudad ni les gusta demasiado el Cap i Casal ni tienen excesivo cari?o a sus vecinos. Hay ejemplos paradigm¨¢ticos, como la permisividad, cuando no agrado, con la que contemplan el masivo incumplimiento de todo tipo de normas que logra convertir todos los fines de semana el centro hist¨®rico en un gigantesco vertedero. O, en una l¨ªnea semejante de desconexi¨®n con la realidad social de un barrio emblem¨¢tico y desprecio por su patrimonio hist¨®rico, as¨ª como por la opini¨®n de los vecinos, la desconcertante obcecaci¨®n con la que defienden el delirante proyecto de embaldosar los espacios peatonales de las grandes v¨ªas de la ciudad al m¨®dico precio de casi 5 millones de euros. Los residentes en la zona andan alucinados. El resto, tambi¨¦n. Aunque s¨®lo sea por descubrir que incluso en tiempos de crisis se puede destinar con alegr¨ªa dinero p¨²blico a semejante extravagancia. Como es evidente, ni la alcaldesa ni su equipo desean, en realidad, hacer da?o a la ciudad y a sus vecinos. Los apabullantes resultados electorales que vienen obteniendo demuestran, de hecho, que no es ¨¦sa la percepci¨®n que se tiene sobre ellos. Pero s¨ª es verdad que su apego a viejas modas y realidades caducas a veces le hace a uno dudar. Es cierto que el cambio de orientaci¨®n en las pol¨ªticas p¨²blicas es siempre lento y dif¨ªcil. Pero hay cerrazones especialmente llamativas. Como cuando, como en este caso, los ciudadanos han pasado p¨¢gina de forma masiva y son los pol¨ªticos, en cambio, quienes se resisten a acompa?arlos.
Una creciente marea social, cada vez m¨¢s visible, cree que el dinero (y no necesariamente tanto, por cierto) hay que gastarlo en reformar la planta viaria actual, hija de pol¨ªticas desarrollistas actualmente superadas y desacreditadas, para permitir que ganen espacio, comodidad y seguridad tanto peatones como ciclistas. Pero, desgraciadamente, la realidad demuestra que no es f¨¢cil que los pol¨ªticos municipales lo entiendan. El inmovilismo, adem¨¢s, no s¨®lo es cosa de Rita Barber¨¢. De hecho, son muchas las ciudades del pa¨ªs que, a medida que van ganando poblaci¨®n y tama?o, se enfrentan a estos mismos problemas y, lamentablemente, est¨¢n cometiendo errores semejantes a los que se han padecido en la capital. Elche, Alicante, Castell¨®n... incluso Torrent o Paterna empiezan a dotarse de carriles-bici con la timidez y falta de proyecto global que ha lastrado el dise?o en Valencia.
Conviene, por ello, aprovechar el inminente debate parlamentario en torno a la ley valenciana de movilidad para forzar a los ayuntamientos a garantizar mejor que los ciudadanos puedan elegir libremente c¨®mo desplazarse gracias a un dise?o urbano que permita cierta tranquilidad sea cual sea la opci¨®n elegida. Incluso cuando van a pie o en bici. La ley tiene que habilitar a las ciudades que as¨ª lo decidan a establecer peajes en sus centros m¨¢s castigados por el tr¨¢fico. E imponer medidas de planificaci¨®n para cualquier nuevo vial en proyecto, o para el momento en que se acometa la reforma de los ya existentes, de tal modo que se garanticen espacios suficientes a los peatones y v¨ªas ciclistas reservadas all¨ª donde son esenciales (en las calles de m¨¢s de dos carriles). S¨®lo de esta manera acabaremos logrando que peatones y ciclistas tengan tambi¨¦n derechos. Y un pa¨ªs con m¨¢s bicis y menos coches.
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