Leer... y despu¨¦s sentir, llorar, re¨ªr
'El arte de volar', de Antonio Altarriba y Kim, gana el Nacional de C¨®mic
Dice el refr¨¢n que algo tendr¨¢ el agua cuando la bendicen, as¨ª que deber¨ªa resultar f¨¢cil enumerar las virtudes de una obra que ha ganado todos los premios habidos y por haber de la historieta en este pa¨ªs, incluido el Nacional de C¨®mic del Ministerio de Cultura, que le fue otorgado ayer. Sin embargo, aun as¨ª resulta dif¨ªcil encararse a El arte de volar, la obra del guionista zaragozano Antonio Altarriba y el ilustrador catal¨¢n Kim Aubert, sin caer en la tentaci¨®n de resolverlo con la etiqueta de obra maestra. Porque por mucho que se quiera buscar argumentos, tras cerrar la ¨²ltima p¨¢gina de esta novela gr¨¢fica queda poco espacio para el an¨¢lisis, aplastado y humillado ante la evidente rotundidad de una obra que solo atiende a razones muy superiores, a las que solo responden ante la historia.
Es tan pronto una obra personal como un fresco de la historia de un pa¨ªs
Pocas veces se encuentra la sinceridad abrumadora con que Antonio Altarriba realiza la dolorosa introspecci¨®n que le lleva a reconstruir completamente la figura de su padre. En 2001, Antonio Altarriba padre se suicidaba, se tiraba desde la ventana de la residencia de ancianos donde viv¨ªa. Noventa a?os de vida desaparecidos en apenas unos segundos, en un sinsentido que su hijo intenta comprender coloc¨¢ndose en su lugar y volviendo a vivir su vida. Desde la felicidad de la infancia ingenua al horror de la guerra, el dolor del exilio, la humillaci¨®n de la vuelta y la rutina de la vida diaria. Contado desde la voz de los derrotados que dejaron de confiar en unos credos e ideolog¨ªas que los hab¨ªan olvidado, dando historia a aquellos que fueron pisoteados por esa Historia con may¨²sculas que los ningune¨®.
El arte de volar es un ejercicio de catarsis ¨ªntima que Kim Aubert plasma en el papel con rigurosidad y exquisita dedicaci¨®n, convirti¨¦ndose en las manos del guionista, pleg¨¢ndose a sus necesidades para que la voz de la palabra y del dibujo sean una sola, la de una historieta intensa y emotiva pero de l¨²cida inteligencia que lleva al lector a una reflexi¨®n obligada, imposible de rehusar. Ya sea desde la propia intimidad como desde toda la riqueza de perspectivas y visiones que la obra de Kim y Altarriba consigue: tan pronto una obra personal como un fresco de la historia de un pa¨ªs durante nueve d¨¦cadas, traspasando continuamente la frontera entre lo privado y lo p¨²blico. Una vida. Con todo lo que eso significa: un estremecedor conjunto de alegr¨ªas, tristezas, amores, desamores, felicidades y sinsabores... Una vida destinada, como todas, a ser pasto del olvido cuando se encuentre con el duro asfalto de la realidad, un choque ineludible que el lector sufrir¨¢ dolorosamente en primera persona, reconvertido en sosias de padre e hijo.
Como todas las grandes obras, El arte de volar no solo se debe leer. Se debe sentir, llorar y re¨ªr, impregnarse de ella y disfrutar de la oportunidad ¨²nica que Kim y Altarriba nos ponen en la mano: leer una obra maestra.
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