Cerebro, vagina
?Merece la pena el parto, tanto sufrimiento para que una madre oiga a su hijo decir esas cosas?
No hay nada como una groser¨ªa fuerte para captar la atenci¨®n y grabarse en la mente palabra por palabra, no hay nada como un olor asqueroso para que no lo puedas olvidar en toda tu vida y no hay nada como una escena que habr¨ªas pagado por no ver para que te revuelva el est¨®mago. Esta semana han escandalizado a todo el pa¨ªs las lindezas varias que ha soltado un tertuliano de Telemadrid, cuyo nombre no recuerdo y cuyo programa no he visto nunca, pero de las que no he podido evitar enterarme.
Todos nos hemos puesto al corriente de lo podridas que tiene las entendederas este sujeto, que se ha cubierto de mierda. Pero, por otro lado, su gran ejemplo est¨¢ siendo muy did¨¢ctico porque es el espejo donde podr¨¢n mirarse y acaso reconocerse y acaso sentir repugnancia propia aquellos que han hecho de su misoginia una fuente inagotable de chistes, gracietas e insultos que vistos y o¨ªdos en dicho espejo no tienen tanta gracia, ?verdad?, suenan m¨¢s bien pat¨¦ticos, s¨®rdidos, dan verg¨¹enza ajena. Quiz¨¢ los que quieran curarse de su enfermizo desprecio por las mujeres deber¨ªan clavar en la pared con una chincheta la cara de este t¨ªo con sus grandiosas frases y antes de salir de casa mirarle bien y pensar si quieren ser tan rabiosamente ingeniosos como ¨¦l.
Tambi¨¦n est¨¢n a tiempo de mirarse en tan espectacular espejo todos los que en los ¨²ltimos tiempos han vertido su furor machista contra nuestras pol¨ªticas, y no son torpezas inocentes ni frases malinterpretadas por un exacerbado feminismo, son sangrantes y vejatorias y directamente dirigidas al coraz¨®n de la mujer, no de la pol¨ªtica. Ellos son igualmente espejo de esta asombrosa rabia hacia nosotras en unos tiempos en que este sentimiento tan atrasado tendr¨ªa que estar superado.
Avanzamos poco, por mucho iPhone que llevemos en el bolsillo. Y adem¨¢s su tendencia a ofendernos es tan fuerte que se olvidan de que tienen madre y que tambi¨¦n ellas pueden estar en el punto de mira de un tipo de su cala?a. A veces tambi¨¦n tienen esposa e hijas. ?No les da miedo de que en el camino de sus hijas se cruce alguien como ellos?
Y en cualquiera de estos espejos pueden reconocerse los que ante los medios cierran la bocaza pero que la abren entre amigotes o como cosa normal. A veces ni siquiera se dan cuenta. He o¨ªdo comentarios de lo m¨¢s variado salidos de un odio ancestral y visceral que no logran controlar. Para algunos, en p¨²blico, las mujeres somos superiores (?ay!, esa trampa condescendiente y paternalista), somos el futuro, pero en cuanto bajan la guardia y se relajan se les escapa el diablillo entre los dientes. Se sienten superiores porque no tienen vagina parece ser. Porque esta parte de nuestra anatom¨ªa es atacada sin piedad. El imaginario va desde las vaginas con dientes, pasando por las que, debido a la edad, ya deben de tener callo, las que necesitar¨ªan un soplete por el poco uso, llegando a las que huelen a ¨¢cido ¨²rico seg¨²n el genio de las tertulias de Telemadrid. El contrapunto lo ponen los comentarios libidinosos que la dejan a una sin ganas de aparearse por el resto de su vida.
Pobres vaginas que han de soportar que por ellas salgan semejantes mastuerzos. ?Merece la pena el parto, tanto sufrimiento para que luego una madre oiga a su hijo decir estas cosas? La otra parte del cuerpo que hace las delicias de esta clase de individuos es la cabeza, el cerebro, el intelecto. Esa es tonta. La verdad es que cu¨¢ntas veces hay que hacerse la tonta para no enzarzarse. Solo una vez o¨ª a uno de estos caricaturescos neur¨®logos-ginec¨®logos escaparse del eje cerebro-vagina. Fue en televisi¨®n hace unos a?os. Se trataba de un m¨²sico, un rockero de una banda ya algo pasada que refiri¨¦ndose a una cantante madura dijo que ten¨ªa "caspa en las piernas". Qu¨¦ original. La entrevistadora se qued¨® de piedra, yo en mi casa tambi¨¦n. No he podido olvidarlo. La entrevistadora reaccion¨® diciendo que esa se?ora seguro que tendr¨ªa cremas buen¨ªsimas para hidratarse, pero el rockero la mir¨® incr¨¦dulo. Despreciaba la madurez, la caspa, las piernas y probablemente a s¨ª mismo. La misoginia no entiende de nivel social ni intelectual, sino de poder. Y con ese poder se nos ha elevado a las absurdas alturas de los cabellos de oro y las frentes de nieve de la l¨ªrica cort¨¦s, para bajarnos a los infiernos de la humillaci¨®n en sutiles variables cuando no al maltrato. Por suerte hay otros muchos hombres con quienes compartir la vida.
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