"Allez!", no "?Ol¨¦!"
Un libro recoge 41 testimonios literarios de la huida de los catalanes a Francia entre enero y febrero de 1939
En ruta, coches y camiones incendiados y despe?ados exprofeso; maletas, ropa y colchones infestando carreteras angostas y caminos; colas; justo antes de cruzar la l¨ªnea, una mirada llorosa atr¨¢s y la ¨²ltima incredulidad: ?d¨®nde est¨¢n las armas y los tanques que ten¨ªan que comandar la contraofensiva? ?Y las tropas senegalesas de refuerzo? ?Se acab¨®? Y ya dentro de Francia, siempre lo mismo cercanos los campos de concentraci¨®n: "Allez! Allez!" que gritan los gendarmes y que algunos de habla castellana creen entender como "Ol¨¦!, Ol¨¦!".
Ese apremio asfixiante, ladrado la mayor de las veces, es la expresi¨®n que m¨¢s se repite en los testimonios de los catalanes que en 1939 cruzaron la frontera huyendo de la derrota republicana. As¨ª lo ha detectado, sagaz, una de las mayores expertas en la narrativa de los exiliados, Mar¨ªa Campillo. Y con esa expresi¨®n ha titulado su ¨²ltimo libro Allez! Allez! Escrits del pas de frontera, 1939 (L'Aven?), compendio de 41 testimonios que mejor supieron expresar el dolor y el miedo que vivieron como ellos m¨¢s de 460.000 personas (220.000, militares) entre enero y febrero de 1939.
Se encuentran relatos de Carles Riba, Teresa P¨¤mies y Pere Calders
Los recuerdos (siete de los cuales pertenecen a mujeres) corresponden a personajes muy heterog¨¦neos: desde un exquisito y consagrado Carles Riba a un artista como Carles Fontser¨¦, pasando por una modista (eso s¨ª, del POUM) como Otilia Castellv¨ª, as¨ª como un sinf¨ªn de soldados-escritores, como Pere Calders o Joan Sales. En consecuencia, los estilos son variopintos (de los textos reflexivos a notas casi telegr¨¢ficas, pasando por el ejercicio del periodista Edmon Vall¨¨s de cotejar lo escrito entonces con 18 a?os con los recuerdos tamizados ya por la reflexi¨®n y la edad). Los g¨¦neros, tambi¨¦n generosos: de la carta al diario, acogiendo la entrevista y hasta la ficci¨®n bien condimentada de autobiograf¨ªa, en manos de Xavier Benguerel o C¨¦sar August Jordana.
Hay un duelo en todo testimonio: la satisfacci¨®n interna por pensar que se huye de las bombas y el pan negro frente al dolor intenso, desgarrador, del que deja su tierra con incertidumbre total o plena inconsciencia. Eso le ocurre el 10 de febrero de 1939 a los soldados de la compa?¨ªa de Calders que, en un texto pr¨¢cticamente in¨¦dito, describe como con "pies llagados", y "disenter¨ªa y sarna como infecciones corrientes entre nosotros" van destruyendo obedientes el material militar topogr¨¢fico hasta que alguien, casi tocando la frontera, lamenta haberlo hecho porque "quiz¨¢ nos habr¨ªan servido para ganarnos la vida en el otro lado". La frase provoca un silencio sepulcral, paralizante: "'?Ganarnos la vida en el otro lado!'. Es la primera vez que nos hacemos esta reflexi¨®n; hasta hoy no nos hemos dado cuenta de nuestra situaci¨®n y nos manten¨ªamos aferrados a todo tipo de esperanzas".
El drama casi hac¨ªa perder la raz¨®n. Clementina Arderiu, esposa de Riba, le describ¨ªa a Montserrat Roig en una entrevista la desolaci¨®n de Antonio Machado, que junto a su madre y a un hermano con su mujer, iba subido en una ambulancia intentando cruzar la frontera. Cuando Riba intent¨® animarle diciendo que ya estaban en Francia s¨®lo respond¨ªa: "Como un mendigo. ?Le parece a usted que me comprar¨¢n este reloj de oro que perteneci¨® a mi padre?".
Francesc Trabal, en una conferencia en Santiago de Chile en 1940 aqu¨ª recogida por vez primera, rememora c¨®mo a punto de cruzar la frontera, en el mas Perxers donde se refugiaron los escritores de la Instituci¨® de les Lletres Catalanes, "confi¨¢bamos a¨²n en alguna reacci¨®n, alg¨²n milagro. La prueba es que instalamos una biblioteca con los cajones mismos de los libros y organizamos una oficina de trabajo: m¨¢quinas de escribir, dossieres, archivos..." S¨®lo unas horas despu¨¦s de hacerlo, el bombardeo de la mas¨ªa por los italianos rompi¨® el ¨²ltimo sue?o.
El coraje era una ilusi¨®n. Teresa P¨¤mies recordaba la "fe del carbonero" que la llevaba a ella ya los suyos por las calles de Olot esos d¨ªas de enero: "Alz¨¢bamos tristes banderas llamando a resistir, a resistir, a resistir". Miembro de las juventudes del PSUC, consideraba: "son unos cagados, los viejos"... Pero esa energ¨ªa era en el fondo, admite, "el despiste". El presidente Lluis Companys lo intuy¨® todo mucho antes. Como lo recoge el periodista y pol¨ªtico Josep Maria Poblet, no quer¨ªa marchar de Barcelona y al hacerlo oblig¨® al ch¨®fer a dar una ¨²ltima vuelta por la Pla?a de Sant Jaume. "Tan triste como desolado, no quiso que se le preparara una habitaci¨®n especial", constata cuando llegaron a la mas¨ªa de la casi fronteriza Darnius. Apelotonada la gente y la amargura, los cuatro kil¨®metros que separaban La Jonquera del Pert¨²s los recorri¨® la comitiva presidencial en 15 horas.
Desesperaci¨®n y absurdo iban unidos. Vall¨¨s recuerda, a su paso por Castellfollit de la Roca, un muerto en la cuneta con el cartel "por bulista" ("era dif¨ªcil que aquel desgraciado hubiera podido explicar una bola peor que la realidad que viv¨ªamos"), mientras Joan Puigverd le confiesa a Avel•l¨ª Art¨ªs Gener, T¨ªsner, que ya de retirada, en Castell d'Aro, cada soldado de su compa?¨ªa recibi¨® "un formidable fusil checo, nuevo, con el que ya no tir¨¦ ni un solo disparo".
Antoni Rovira i Virgili notar¨ªa el estallido de hist¨¦rica alegr¨ªa en el autocar tras saberse que no habr¨ªa cacheo ni se abrir¨ªan maletas: "Las mujeres prorrumpen en exclamaciones. Pasar¨¢n las joyas, estas joyas que eran su preocupaci¨®n principal". El futuro historiador y cr¨ªtico de arte Alexandre Cirici toma nota de otro sucio episodio, el saqueo de las maletas abandonadas: "Era como una atracci¨®n irresistible. La gente, con cuchillos para no perder el tiempo, las abr¨ªa y sacaba con brusquedad las cosas". Fue el pintor y grabador Jaume Pla el que detect¨® la confusi¨®n allez-ol¨¦. No, Francia no era esos d¨ªas una fiesta.
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