Estado aconfesional y religiones
El Estado aconfesional es el que no establece ninguna religi¨®n como oficial, aunque sea mayoritaria y el que, al mismo tiempo, respeta a todas. Se suele llamar laico al Estado aconfesional y laicista al Estado anticonfesional. En este sentido, comportamientos laicistas y Estados laicistas son aquellos que pretenden erradicar de la sociedad las religiones, dejando espacio ¨²nicamente para los valores seculares y racionales, sin mostrar respeto alguno a las personas religiosas.
Ciertamente, un Estado democr¨¢tico aconfesional no puede imponer a los ciudadanos normas o comportamientos derivados de una visi¨®n religiosa particular. Lo cual no quiere decir que un ciudadano, por el hecho de entrar a ejercer funciones pol¨ªticas o estatales, debe renunciar a sus convicciones religiosas. Pero tampoco creerse con derecho a imponer su visi¨®n en leyes para todos.
El derecho a la libertad religiosa reside en cada persona, no en la voluntad de quien manda, y siendo tal derecho privado y p¨²blico, nadie puede exigir al Estado la retirada o marginaci¨®n de s¨ªmbolos, actos y expresiones de una u otra religi¨®n (incluidos los de la "religi¨®n" atea) simplemente porque no coincide con la suya. Si una sociedad es mayoritariamente seguidora de una u otra religi¨®n, o lo es minoritariamente, el Estado aconfesional debe asegurar que en uno y otro caso los ciudadanos puedan ejercer su derecho a la libertad religiosa sin coacci¨®n de nadie. Ser anticreyente o antiateo no es derecho de nadie.
Ante cuestiones controvertidas (aborto, uni¨®n de homosexuales, etc¨¦tera) como ciudadanos debemos establecer espacios de di¨¢logo y convergencia ¨¦tico-cient¨ªficos que regulen la dignidad humana, sus problemas y derechos fundamentales. El problema est¨¢, pues, en aprender a convivir en la pluralidad salvaguardando la identidad dos valores comunes que nos unen a todos y respetando la peculiaridad de los valores particulares de cada religi¨®n.
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