Holmes
Hay lecturas de adolescencia o de juventud cuyo recuerdo es tan grato, asociadas al placer del descubrimiento, refugio impagable contra las desventuras del mundo y mordiscos de la soledad, a las que es preferible no volver por si aparece la temible decepci¨®n. Sin embargo, afront¨¦ esa posibilidad releyendo hace unos a?os todas las aventuras de Sherlock Holmes en una edici¨®n primorosa, agrupadas en un tomo, prologadas y anotadas con tanto conocimiento como amor. Constat¨¦ para mi tranquilidad y mi gozo que el clima, el misterio y el encanto permanec¨ªan intactos. Tal vez uno haya cambiado para bien, para regular o para mal, pero esa escritura me provocaba id¨¦ntico gozo que la primera vez.
Y te provoca recelo cualquier nueva recreaci¨®n de esos personajes. En literatura, recuerdo con especial gratitud el nada disparatado encuentro entre Holmes y Freud que imagin¨® Nicholas Meyer en Elemental, doctor Freud. En cine, Billy Wilder logr¨® el mayor fracaso de su carrera imaginando algo tan improbable como a Holmes enamorado y traicionado, acompa?ada su tragedia por los violines gimientes y profundos de Miklos Rosza en la extra?a, agria y l¨ªrica La vida privada de Sherlock Holmes.
En consecuencia, me echo a temblar antes de ver el primer episodio de la serie Sherlock, emitida por TNT, en la que han trasladado a Holmes y a Watson desde su ¨¦poca inequ¨ªvocamente victoriana al Londres actual. El mosqueo se me pasa r¨¢pido. Sus creadores han buceado con inteligencia y respeto en las personalidades que imagin¨® Conan Doyle; los di¨¢logos son brillantes, la trama tambi¨¦n. Watson es un m¨¦dico militar herido en la guerra de Afganist¨¢n que se atreve a preguntarle al deductivo y antisentimental Holmes algo tan osado como: "?Tiene usted novia o novio?". Holmes intenta combatir el aburrimiento con parches de nicotina en una ciudad que ha crucificado al tabaco.
Por ahora, no hay noticias de que se inyecte coca¨ªna al 7% en una disoluci¨®n acuosa, pero sospecho que todo se andar¨¢, porque el inspector Lestrade le amenaza con un registro de drogas en su casa de Baker Street. Tampoco han aparecido la niebla y la lluvia. Pero s¨ª un asesino en serie que consigue que sus v¨ªctimas se suiciden. La cosa promete. Holmes es inmortal.
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