Midan mi felicidad interior bruta
Bruselas, Londres y Par¨ªs quieren contabilizar la calidad de vida y la satisfacci¨®n de los ciudadanos - El crecimiento del PIB no siempre se traduce en mayor bienestar para las personas
La frase celebrada de la cantante francesa Mistinguette es que el dinero no da la felicidad pero aplaca los nervios. Para Rafael S¨¢nchez Ferlosio, el dicho parece m¨¢s oportuno en su reverso: el dinero s¨ª da la felicidad, pero destroza los nervios. Este aforismo (pecio, en el idioma ferlosiano) est¨¢ recogido en uno de los libros del escritor, a quien la reflexi¨®n le viene a la cabeza cuando hojea las revistas de peluquer¨ªa.
El pecio es tambi¨¦n un resumen de algo que la ciencia econ¨®mica y algunos de sus Nobel han tratado de explicar al mundo en decenas de estudios, entra?a uno de los grandes motivos por los que el crecimiento econ¨®mico de un pa¨ªs a secas no tiene a veces una traducci¨®n proporcional en el bienestar de las personas, y da una idea de lo que hay detr¨¢s de iniciativas como la de Reino Unido, que acaba de sumarse a Francia en el proyecto de calibrar la satisfacci¨®n y el bienestar general junto a las cifras macroecon¨®micas. "Ha llegado la hora de que admitamos que hay m¨¢s cosas en la vida que el dinero y ha llegado la hora de que nos centremos no solo en el producto interior bruto (PIB), sino en una felicidad general", dijo el primer ministro David Cameron cuando, desde la oposici¨®n, lanz¨® la promesa.
La alegr¨ªa de ganar la loter¨ªa dura un a?o, seg¨²n un estudio acad¨¦mico
No existe una cifra m¨¢gica, se es feliz cuando se tiene m¨¢s que los otros
El aumento de la riqueza "como gu¨ªa est¨¢ obsoleto", asegura un experto
Ahora que el l¨ªder tory est¨¢ en el Gobierno, ha decidido ponerse manos a la obra y pedir¨¢ en breve a la Oficina Nacional de Estad¨ªsticas que incorpore nuevas preguntas a su sondeo habitual en los hogares brit¨¢nicos para conocer el nivel de bienestar de sus integrantes, seg¨²n public¨® hace d¨ªas The Guardian. La medida se comienza a evaluar en medio de una dura crisis europea, con un dr¨¢stico recorte social que ha hecho levantarse a los estudiantes brit¨¢nicos contra el Ejecutivo, lo que abona las cr¨ªticas a un eventual uso populista de la iniciativa, pero la llamada econom¨ªa de la felicidad hace tiempo que se abre hueco en los ambientes acad¨¦micos.
Francia tambi¨¦n ha cuestionado "la religi¨®n del n¨²mero", en palabras de su presidente, Nicolas Sarkozy, y ha planteado un cambio en los indicadores econ¨®micos tras haber encargado a Joseph Stiglitz un informe sobre el progreso econ¨®mico social. Y la Comisi¨®n Europea puso en marcha este verano tres grupos de trabajo relacionados: uno que complemente el PIB; otro que aborde los efectos medioambientales y otro que trabaje en la medici¨®n de la calidad de vida de los europeos atendiendo a ocho variables (salud, educaci¨®n, seguridad, entre otros) con el objetivo, a largo plazo, de lograr un indicador objetivo agregado.
Y es que el PIB recoge, grosso modo, todos los bienes y servicios que genera un pa¨ªs y es el indicador m¨¢s internacional, pero cada vez es mayor el n¨²mero de te¨®ricos que lo cuestiona como term¨®metro del progreso de un pa¨ªs y de su nivel de bienestar: no valora las desigualdades, no descuenta las facturas del crecimiento econ¨®mico en el medio ambiente y la calidad de vida de las personas y es ciego a elementos como la cultura y salud.
"El PIB como comp¨¢s que gu¨ªa a una naci¨®n ha quedado obsoleto. Y cuando un pa¨ªs ya no es una econom¨ªa emergente, cuando ya ha alcanzado cierto nivel de desarrollo econ¨®mico, hay que empezar a valorar m¨¢s datos: renta por habitante, desigualdades sociales, alg¨²n ratio que mida los recursos naturales gastados en generar producci¨®n para ver si somos cada vez m¨¢s eficientes... es que se ha instalado la idea de que, si el PIB va bien, todo va bien, y en un pa¨ªs desarrollado hay que ir a crecimientos m¨¢s cualitativos", explica Aniol Esteban, el jefe de econom¨ªa ambiental de la New Economics Foundation (NEF). Es una conclusi¨®n en l¨ªnea con el informe que el Nobel Stiglitz elabor¨® para Francia, que puso de relieve que el PIB no depuraba la actividad econ¨®mica que, no solo no genera felicidad, sino que es fruto de la incomodidad: como el gasto en analg¨¦sicos para el dolor cabeza o el gasto de gasolina en un atasco.
La relevancia internacional del PIB crece sobre todo en los a?os treinta, despu¨¦s de la Gran Depresi¨®n, como una comprensible obsesi¨®n por cu¨¢nto pod¨ªan producir los pa¨ªses, cu¨¢nto empleo pod¨ªan crear. Y ahora, en la actual profunda crisis econ¨®mica mundial, ha vuelto la obsesi¨®n por leves oscilaciones de apenas una d¨¦cima del PIB -que quedan incluidas en el margen de error-, incluso de car¨¢cter trimestral. Vuelven a copar la atenci¨®n de los analistas y grandes titulares de peri¨®dico, cuando hace unos a?os se les otorgaba un valor relativo.
La idea de hacer indicadores alternativos, homologables e internacionales, no obstante, est¨¢ plagada de peros. Porque lo que uno considera medida de la felicidad puede convertirse en barra libre: Reino Unido medir¨¢ las tasas de reciclaje, seg¨²n una informaci¨®n publicada recientemente por The Guardian, y But¨¢n, ese peque?o pa¨ªs asi¨¢tico que ha cobrado fama por ser el ¨²nico con una tasa anual de felicidad interior bruta (FIB), pone su atenci¨®n en aspectos como el n¨²mero de veces que se reza al d¨ªa, entre otros aspectos, claro, como la salud, el tiempo libre o la cultura.
Fernando Esteve, profesor de Econom¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid (UAM), ha estudiado con profundidad la Econom¨ªa de la Felicidad y es consciente de sus inconvenientes. "No se puede medir la felicidad, se pueden hacer aproximaciones, porque los enfoques son muy criticables", apunta. La econom¨ªa de la felicidad entiende que el desarrollo econ¨®mico no es un fin en s¨ª mismo, sino que debe traducirse en bienestar, "pero esto tiene pegas, porque las preguntas que plantean son muy abstractas, como ?cu¨¢nto es usted de feliz del 1 al 10?, por ejemplo. Y en toda encuesta al respecto [existe] el sesgo de que la gente dice que est¨¢ bien, que es feliz, porque lo contrario causa una sensaci¨®n de fracaso personal, de derrotismo, muy mal visto", reflexiona Esteve. Unos m¨¦todos atienden al bienestar objetivo, otros al subjetivo, y otros los combinan. En general, se toma una cesta de valores que influye en esa felicidad (el nivel de paro, la salud, las horas que se duerme al d¨ªa...), se le da un peso a cada una y se eval¨²a la felicidad y esas variables se han escogido previamente en encuestas que ayudan a saber qu¨¦ aspectos influyen en la felicidad de la gente.
La fundaci¨®n NEF elabora un ?ndice del Planeta Feliz (en el que cruza la esperanza de vida, los recursos empleados y la satisfacci¨®n) y unas Cuentas Nacionales de Bienestar, que se basan en las preguntas de la Encuesta Social Europa y cruza el bienestar social (donde se pregunta sobre la relaci¨®n con la familia, los amigos, los vecinos o los compa?eros de trabajo) con el bienestar personal (que lanza cuestiones como ?has aprendido algo la ¨²ltima semana? Del 0 al 10, ?qu¨¦ nivel de satisfacci¨®n has alcanzado?).
Mariano G¨®mez del Moral, asesor de presidencia del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), pertenece a uno de los grupos de trabajo de la Comisi¨®n Europea, en el que trabaja en la elaboraci¨®n de un ¨ªndice de calidad de vida, y cree que "hay que hablar de bienestar m¨¢s que de felicidad". Los primeros resultados del proyecto (no el indicador en s¨ª) "empezar¨¢n a verse en 2011", apunta.
La Organizaci¨®n de Naciones Unidas, por su parte, tambi¨¦n publica desde hace a?os un Informe sobre desarrollo humano (IDH) atendiendo a factores como la esperanza de vida, la tasa de alfabetizaci¨®n y la riqueza por habitante, entre otros criterios. En el informe de 2008, Estados Unidos, por ejemplo, se sit¨²a como el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo, pero ocupa el puesto 12 de este ranking.
La cuesti¨®n de fondo que emerge de todas estas preguntas es ?es el crecimiento econ¨®mico sin¨®nimo perfecto del bienestar para un pa¨ªs? O, en conversaci¨®n de caf¨¦, ?da el dinero la felicidad? Pues hay una respuesta y es que s¨ª. Pero hasta cierto punto. Sin adentrarse en el jard¨ªn filos¨®fico que supone abordar el asunto, la literatura acad¨¦mica ha analizado el interrogante en varias ocasiones y ha certificado que, cuanto mayor es la renta per c¨¢pita de un pa¨ªs, mayor es el nivel de bienestar de los ciudadanos, pero esta correlaci¨®n entre riqueza y felicidad pierde fuerza cuanto m¨¢s rico es un pa¨ªs. Es decir, que a partir de un nivel de desarrollo el crecimiento de la riqueza ya no es proporcional al del bienestar de sus ciudadanos. ?Por qu¨¦? Por dos motivos: el habituamiento y la relatividad. "El ser humano se acostumbra muy r¨¢pido a sus nuevos niveles de vida, con lo que el gozo por alcanzar una posici¨®n social tiene una duraci¨®n limitada, hasta que uno se acostumbra a ello y lo asume como normalidad. Por otra parte, est¨¢ la rivalidad, y es que nos comparamos continuamente con los dem¨¢s. En resumen, que a m¨¢s dinero, m¨¢s bienestar, pero hasta cierto punto", reflexiona Esteve.
?Y cu¨¢l es ese punto? El profesor Manel Baucells, de la Universidad Pompeu Fabra, es uno de los expertos que se ha dedicado a analizar la cuesti¨®n en varios informes. Uno que elabor¨® en 2006 cuando estaba en la escuela de negocios IESE y la Universidad de California cifraba en 15.000 d¨®lares per c¨¢pita los ingresos m¨ªnimos de un pa¨ªs para ser feliz, a partir de los cuales el poder adquisitivo y la dicha ya no suben al mismo ritmo. "M¨¢s que una cifra concreta, como el ciudadano se compara, el nivel al que uno empieza a ser feliz llega cuando gana, cuando se encuentra por encima de la media de sus referentes m¨¢s cercanos", matiza Baucells.
Su informe recoge ejemplos reveladores. Tras la unificaci¨®n de Alemania, los niveles de satisfacci¨®n que manifestaban los habitantes del Este bajaron considerablemente respecto a la etapa anterior porque comenzaron a compararse con los de la zona occidental. Otros dos investigadores propusieron en 1998 a los alumnos de la Escuela P¨²blica de Salud de Harvard dos posibilidades imaginarias: en una, ganar¨ªan 50.000 d¨®lares cuando el resto del mundo percibir¨ªa la mitad (25.000), y en la otra opci¨®n, ellos ganar¨ªan 100.000 d¨®lares, pero el resto 250.000. Respuesta: todos escogieron el primer escenario.
Otro estudio que cita (de los investigadores Brickman, Coates y Janojj-Bullman) se atreve a se?alar incluso el periodo de tiempo que dura la alegr¨ªa de que te toque la loter¨ªa: un a?o. Los a?os consecutivos, el premiado ya se ha acostumbrado a su nuevo nivel de vida y sus referentes son los vecinos de su nuevo barrio, los coches que conducen...
"La habituaci¨®n al dinero mata esa felicidad nueva generada por el crecimiento econ¨®mico. T¨² te puedes obsesionar por el PIB y si preguntas dentro de 100 a?os tu poblaci¨®n puede no ser mucho m¨¢s feliz", apunta Baucells.
Esto es lo que ocurre tambi¨¦n con los pa¨ªses, en global. "Cuando ya has alcanzado ciertas cosas materiales, te empiezas a preguntas por otras. As¨ª que, si este mecanismo mental ocurre en las personas, de forma individual, ?por qu¨¦ no va a suceder en un pa¨ªs en global?", se pregunta el profesor Esteve. Por eso a Cameron y a Sarkozy les ha dado por preguntar a sus ciudadanos qu¨¦ tal lo llevan.
La preocupaci¨®n creciente por la sostenibilidad del sistema tambi¨¦n lo ha puesto de moda. Fernando Vallesp¨ªn, ex presidente del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), advierte: "Si todos jugamos al mismo modelo de desarrollo, el medio ambiente no resistir¨¢, y no se le puede pedir a China y a India que renuncien al crecimiento de Occidente, va a tener que ser Occidente quien cambie su modelo, replantearse la idea tradicional de progreso, que estaba muy basada en la producci¨®n, y pasar a modelos m¨¢s cualitativos".
El objetivo ¨²ltimo es lograr dise?ar una serie de indicadores que ganen credibilidad con los a?os y que influyan en las pol¨ªticas p¨²blicas, de forma que los Gobiernos sepan rentabilizar mejor el crecimiento econ¨®mico en t¨¦rminos de bienestar.
Ratio, crecimiento, variables ponderadas... Cuando uno habla con economistas, la felicidad pierde su halo de misterio para convertirse en estad¨ªstica. Baucells advierte: "La riqueza decepciona precisamente porque uno se acostumbra a ella m¨¢s r¨¢pido de lo que cree. Lo que no sabe la gente es que del mismo modo que se acostumbra a vivir con m¨¢s dinero, tambi¨¦n se acostumbra a vivir peor y a cambiar sus referentes".
Eso s¨ª, aunque haya estudios que aseguren que el gozo porque le toque a uno la loter¨ªa solo dura un a?o, no hay economista alguno que considere hacerse rico una idea del todo disparatada. Aunque, como acertaba a pensar Ferlosio, como cuenta el profesor Esteve cuando les habla de la econom¨ªa y de la felicidad a sus alumnos, y como, en efecto, algunos piensan cuando hojean las revistas de peluquer¨ªa: a muchos les debe destrozar los nervios.
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