Solo Alemania puede salvar esta situaci¨®n
Si la eurozona se viene abajo, ser¨¢ porque Alemania no hizo lo bastante para salvarla. Si la eurozona se salva, ser¨¢ gracias a Alemania. La potencia centroeuropea debe demostrar sentido de Estado y habilidad pol¨ªtica para afrontar el mayor reto desde su unificaci¨®n pac¨ªfica hace 20 a?os. Por el momento, sus dirigentes no est¨¢n respondiendo como debieran, pero todav¨ªa disponen de unas semanas para demostrar que pueden. Despu¨¦s, quiz¨¢ sea demasiado tarde.
Estamos en el segundo acto de la crisis de la eurozona. El primer acto fue la tragedia griega, exacerbada por una canciller que no hizo m¨¢s que recurrir a evasivas ante unos medios de comunicaci¨®n y una opini¨®n p¨²blica ferozmente hostiles ante la idea de rescatar a los irresponsables herederos de Edipo y la preocupaci¨®n de que el Tribunal Constitucional alem¨¢n declarase ilegal el rescate. Acab¨® en mayo con unas dram¨¢ticas negociaciones cuyo resultado fue, a todos los efectos aunque no se llame as¨ª, un mecanismo europeo de rescate.
Se acerca la hora de la verdad. Llegar¨¢ con Espa?a. El Hamlet germano tendr¨¢ que tomar una decisi¨®n
Eso sirvi¨® para aplacar provisionalmente la ira de los mercados de renta fija, pero los problemas de fondo de las econom¨ªas perif¨¦ricas de la eurozona no se resolvieron. En cualquier caso, solo se aprob¨® un mecanismo hasta 2013.
Este oto?o, a¨²n temeroso de los medios de comunicaci¨®n, la opini¨®n p¨²blica y el Tribunal Constitucional de su propio pa¨ªs, el Gobierno alem¨¢n decidi¨® que hac¨ªa falta algo m¨¢s duradero. Tras hacerse con el apoyo del presidente franc¨¦s Nicolas Sarkozy con la misma facilidad con la que un fornido marinero levanta en brazos a su chica, Alemania anunci¨® el mes pasado la necesidad de cambiar el Tratado de Lisboa, para fijar unas disposiciones permanentes que permitan respaldar y, al mismo tiempo, imponer disciplina a los Gobiernos de la eurozona que incurran en dificultades de su deuda soberana.
Como parte de esta cura alemana, los inversores tendr¨ªan que estar dispuestos a sufrir alguna p¨¦rdida -o un "corte de pelo" o un canje de deuda- con esos bonos del Gobierno d¨¦biles. En esencia, y con una perspectiva a largo plazo, esto debe ser verdad. Uno de los motivos por los que varios pa¨ªses de la periferia de la eurozona se han metido en tal l¨ªo en los ¨²ltimos a?os es la facilidad con la que pod¨ªan pedir prestado, porque los mercados no pensaban que hubiera un peligro serio de bancarrota soberana en ning¨²n pa¨ªs de la eurozona.
Sin embargo, el efecto inmediato del anuncio de octubre fue asustar a los inversores y disuadirles de comprar esos bonos oficiales dudosos. ?Un corte de pelo? No, gracias. La medida alemana, por tanto, precipit¨® este segundo acto, que ha comenzado en Irlanda. Ahora, la consultor¨ªa econ¨®mica de Nouriel Roubini hace esta convincente predicci¨®n sobre Portugal: "En los pr¨®ximos d¨ªas y semanas, el gui¨®n seguir¨¢ un modelo similar al de Grecia e Irlanda: desmentidos, m¨¢s desmentidos, confusi¨®n en la UE, p¨¢nico en los mercados y rescate". Pero despu¨¦s de mayo queda todav¨ªa suficiente dinero en el fondo com¨²n para, con la ayuda del FMI, rescatar a Portugal.
La hora de la verdad llegar¨¢ con Espa?a. Tengo entendido que el Gobierno espa?ol espera pedir prestados casi 9.000 millones de euros antes de que acabe diciembre (la mayor cantidad que queda todav¨ªa por pedir por parte de cualquier pa¨ªs de la eurozona) y tal vez unos 90.000 millones el a?o que viene. Si los mercados hacen que ese pr¨¦stamo sea demasiado caro, Espa?a se convertir¨¢ en el pr¨®ximo caso urgente. Entonces pasar¨ªamos al tercer acto. El Hamlet alem¨¢n (una imagen, por cierto, que emple¨® hace mucho tiempo el poeta alem¨¢n Ferdinand Freiligrath) tendr¨ªa que tomar una decisi¨®n. Ser o no ser, esa ser¨ªa la cuesti¨®n.
Como los votantes, los medios de comunicaci¨®n y el Tribunal Constitucional de Alemania no van a permitir una repetici¨®n a gran escala del comportamiento de mayo, solo habr¨ªa dos formas de avanzar. La primera ser¨ªa que la eurozona se viniera abajo y que el resultado fueran dos zonas de divisas: una periferia formada por el club mediterr¨¢neo y los celtas y un n¨²cleo del norte de Europa con el centro en Alemania. Casi todos los alemanes con los que he hablado dicen que el derrumbe de la eurozona es "impensable". Esto me recuerda unos famosos versos ligeros alemanes sobre un hombre llamado Palmstr?m al que atropellan en una calle en la que no est¨¢ permitido el tr¨¢fico y que llega a la conclusi¨®n de que, en ese caso, no pueden haberlo atropellado, porque "lo que no puede ser, no puede ser" (nicht sein kann, was nicht sein darf). Pero lo cierto es que lo hab¨ªan atropellado; y la eurozona puede derrumbarse.
Las autoridades alemanas han empezado a hacer dram¨¢ticas advertencias en este sentido. La canciller Angela Merkel declar¨® hace poco en una reuni¨®n de su partido: "Si el euro fracasa, fracasar¨¢ Europa". Seguramente hace bien en adoptar ese tono, aunque la afirmaci¨®n, en s¨ª, es falsa, por supuesto. Europa existe desde hace 2.500 a?os y seguramente seguir¨ªa existiendo unos cuantos m¨¢s. Pero no cabe duda de que este ser¨ªa un serio golpe para la Uni¨®n Europea, la posici¨®n de Europa en un mundo cada vez menos europeo y la econom¨ªa alemana, que se ha beneficiado de la di-mensi¨®n y la estabilidad del euro y del hecho de que sus socios en la eurozona no pueden devaluar para competir con ella.
La mejor alternativa ser¨ªa salvar la uni¨®n monetaria europea con el refuerzo que supondr¨ªa una m¨ªnima forma de uni¨®n fiscal. El Gobierno alem¨¢n contribuir¨ªa con su peso a garantizar las deudas de otros Gobiernos de la eurozona a cambio de una mejor disciplina fiscal, tal vez a trav¨¦s de una especie de Fondo Monetario Europeo.
Pero aqu¨ª surge otro aspecto del dilema alem¨¢n. Desde hace medio siglo, los pol¨ªticos alemanes repiten, como un mantra, el llamamiento de Thomas Mann a que haya "una Alemania europea, no una Europa alemana". Con ese esp¨ªritu y con el ¨¢nimo de asegurar la unificaci¨®n, la Rep¨²blica Federal acept¨® renunciar al s¨ªmbolo y ancla de su renacimiento de posguerra, el poderoso marco. Una consecuencia totalmente imprevista de aquello es que lo que hoy impulsa a Alemania no son las ambiciones hegem¨®nicas, sino la relaci¨®n entre la din¨¢mica de una uni¨®n monetaria europea desigual e incompleta, por un lado, y, por otro, las presiones de su opini¨®n p¨²blica, cada vez m¨¢s euroesc¨¦ptica, para que insista en plasmar lo que en la pr¨¢ctica es una Europa alemana. O, por lo menos, una Europa m¨¢s alemana; es decir, con mayor disciplina fiscal y unos Estados miembros que no acumulen monta?as de deuda p¨²blica y privada.
En muchos sentidos, una Europa m¨¢s alemana ser¨ªa una Europa mejor. El modelo econ¨®mico alem¨¢n tiene muchas cosas -su productividad, el consenso en sus relaciones laborales, su atenci¨®n a la calidad de los productos, su penetraci¨®n en los mercados emergentes- que a otros pa¨ªses europeos les convendr¨ªa emular. Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que la eurozona no puede convertirse, toda ella, en una gran Alemania, porque est¨¢ formada por pa¨ªses estructural, hist¨®rica y culturalmente diferentes y porque el resto del mundo no podr¨ªa asumir el desequilibrio que supondr¨ªa tener un trozo tan grande de la econom¨ªa mundial con un super¨¢vit comercial de dimensi¨®n alemana. Por tanto, Alemania debe ser menos exigente con sus socios y hacer algo para elevar su propia demanda interior. El equilibrio apropiado ser¨ªa quiz¨¢ que un 70% de los dem¨¢s pa¨ªses de la eurozona fuera m¨¢s "alem¨¢n" y el 30% de Alemania lo fuera menos (que los economistas debatan sobre las proporciones).
En otras palabras, por motivos tanto econ¨®micos como pol¨ªticos, es necesario que haya concesiones por las dos partes. La dif¨ªcil tarea que tienen las autoridades alemanas es alcanzar ese compromiso, dif¨ªcil pero sostenible, en unas negociaciones intensas con todos sus socios europeos, y luego vender el resultado a su reacia poblaci¨®n. Los mercados no le van a conceder mucho tiempo. El futuro de la eurozona depende de que Alemania sea capaz de hacerlo. ?nimo, Frau Bundeskanzlerin, que la historia est¨¢ llamando a su puerta. Y la historia no llama m¨¢s que una vez.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Facts are Subversive: Political Writing from a Decade Without a Name. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.