?Tal como ¨¦ramos?
El poeta William Wordsworth pretend¨ªa convencerse a s¨ª mismo y a sus conmovidos lectores de que siempre quedar¨ªa la belleza en el recuerdo aunque jam¨¢s volviera la hora del esplendor en la hierba y de la gloria en las flores. Cuando a Groucho Marx le preguntaban sobre su juventud, respond¨ªa: "Pueden quedarse con ella". Jean-Pierre Melville y su privilegiado instinto para colocar una cita literaria en los t¨ªtulos de cr¨¦dito de sus misteriosas y estilizadas pel¨ªculas que resumiera el esp¨ªritu de las historias que pretend¨ªa contar, casi siempre deterministas y sombr¨ªas, iniciaba la concienciada y ¨¦pica El ej¨¦rcito de las sombras con esta terrible paradoja: "Amargos recuerdos, regresad, vosotros sois mi juventud". Enzensberger comenzaba un inolvidable poema, ir¨®nica y presuntamente destinado a los que no leen poes¨ªa, con: "El que no tiene con qu¨¦ comprarse una isla, el que espera a la reina de Saba frente a un cine, el que rompe cartas y fotograf¨ªas...".
Me invaden esas nada caprichosas asociaciones mentales despu¨¦s de haber visto, o¨ªdo, sentido, un documental que recojo en mi casa, esa casa que inaugur¨¦ con alegr¨ªa y miedo cuando era joven, arrogante, alcoh¨®lico (pero siempre est¨²pidamente convencido de que ma?ana ser¨ªa el primer d¨ªa del resto de mi vida, de que hab¨ªa mucho tiempo para encontrar el milagro, de que la devastaci¨®n f¨ªsica y mental, el l¨®gico desencuentro con los que ten¨ªan que soportarte, era solo algo que le ocurr¨ªa a los viejos y a los suicidas de verdad, que aunque coquetearas con prisas y sin pausas con eso tan peligroso y literario de la autodestrucci¨®n, con el desencuentro perpetuo entre el deseo y la realidad, nada exist¨ªa m¨¢s transgresor que escupieran sobre tu tumba), que se titula Un cine como t¨² en un pa¨ªs como este [estrenada la semana pasada en los cines]. Acompa?a a ese DVD una nota concisa y elegante del fascinado investigador de esos a?os Chema de la Pe?a, resaltando lo que describe con conveniente distancia y desinhibida ternura Antonio Resines como una pandilla de descerebrados que quer¨ªan hacer cine. El director tampoco duda de esa certidumbre y me afirma su convicci¨®n de que ese grupo de gente vivimos intensamente nuestra ¨¦poca.
Siempre me cuesta reconocerme en las fotos de anta?o. Ni me gustaban entonces ni me gusto ahora. Es un problema psiqui¨¢trico, m¨ªo. Pero estoy dispuesto con placer a ver los caretos y escuchar las voces de viejos amigos que, a falta de hermanos, constituyeron mi familia elegida, sin imposiciones de lazos sangu¨ªneos. Tambi¨¦n a o¨ªr m¨²ltiples y floridos datos sobre el nacimiento de aquellas ins¨®litas pel¨ªculas, las razones para constatar por qu¨¦ en un pa¨ªs tan casposo como este se produjeron cosas tan excepcionales en su cine como que aparecieran esos retratos tan atrevidos, tan inocentes y agresivamente experimentales, tan frescos, tan conectados al ritmo vital, el lenguaje y la atm¨®sfera de la calle, las preocupaciones de gente tan cotidiana y verborreica, tan ¨ªntimamente desamparada, tan ¨¢crata y tan perdida, como Tigres de papel y ?pera prima.
Y consecuentemente, me r¨ªo mucho cuando escucho los ingeniosos parlamentos, la capacidad para clavar el gesto y la frase, la sensaci¨®n de que todo ha sido escrito para que nos enamoremos de una nueva y sensual forma de andar por la vida, de hacerse trampas sin sangre, como encarnan la muy sexy, natural y reconvertida se?ora de derechas que se tira el rollo de liberada morbosa y que encarnaba Carmen Maura en Tigres de papel y el inconfundible estilo parisiense de ?scar Ladoire en ?pera prima, su desbordante gracia y encanto en r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas, lo bien que le sentaba la ropa, el gesto entre mordaz y atormentado, el magnetismo (especialmente con mujeres de cualquier edad, clase y condici¨®n) que desprend¨ªa este personaje de cabello alborotado, ingenioso, tragic¨®mico, enf¨¢tico, cosmopolita en sus certidumbres existenciales, hiperculto, convenientemente quejumbroso, con clase, tierno, contradictorio y tramposo, que se enamoraba de una prima violinista y anticipadamente posmoderna, en este bautizo de un director n¨ªtidamente inteligente. Fernando Trueba pretendi¨® narrar de otra forma, con intuici¨®n y posibilismo lo que sent¨ªa y viv¨ªa una generaci¨®n desconcertada, nihilista, mordaz, llena de vida, con hambre de reconocimiento. Los deslenguados, los orgullosos an¨®nimos, los sinceros profesionales del antitodo, los corrosivos con causa, descubr¨ªan con el ¨¦xito que genera el infalible boca a boca que estaban hablando en nombre de muchos, que su desprecio hacia las convenciones y la metodolog¨ªa de ese mercado tan ancestralmente cutre llamado cine espa?ol era bendecido por el p¨²blico, que mucha gente joven se identificaba emocionalmente con lo que reflejaba la pantalla. Alcanzaron un ¨¦xito tan impensable como prematuro en esa industria que inicialmente aborrec¨ªan, lograron conectar con la mayor¨ªa mediante un cine tan personal, rodado sin techo estatal y con notable frescura, con imaginaci¨®n y talento. Y lo hicieron con medios rudimentarios, busc¨¢ndose la vida, sin el paraguas estatal de ese concepto tan aborrecible y marciano de la jugosa "excepci¨®n cultural".
No hay miserias que mostrar en este objetivo y respetuoso documental. Todo parece luminoso, vitalista y espont¨¢neo. Ocurrieron. Bastantes. Por todas partes. Como le corresponde a la vida, esa cosa biol¨®gicamente abarrotada de claroscuros, de sucias salvaciones cotidianas, de envidias, de traiciones, de la codicia que impone el dinero, de rencores subterr¨¢neos.
Pero siento alegr¨ªa, estremecimiento y gratitud observando la apasionada investigaci¨®n de alguien que no vivi¨® esa ¨¦poca, interrog¨¢ndose sobre un cine como ese en un pa¨ªs como el de entonces. Juro que nos re¨ªmos mucho, que supon¨ªa un enorme placer hablar continuamente de lo que am¨¢bamos, o sea, de cine, de libros, de m¨²sica, de mujeres. Que se establecieron fraternidades y complicidades de complicada extinci¨®n. Aunque no nos volvamos a ver, aunque todo aquello pertenezca a un recuerdo m¨¢s emotivo que agrio. Fue muy gozoso ponerse ciego de risas, proyectos, complicidades, diatribas y copas, la esperanza de que todo pod¨ªa ocurrir antes del amanecer en la inexistente pero muy divertida escuela del bar Yucat¨¢n.
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