Cerco a Assange
La detenci¨®n del fundador de Wikileaks se produce en pleno acoso al portal de filtraciones
Es dif¨ªcil evitar la hip¨®tesis fuerte de que la detenci¨®n ayer en Londres de Julian Assange, por acusaciones de coacci¨®n, violaci¨®n y acoso sexual procedentes de Suecia, tiene alg¨²n tipo de motivaci¨®n en la profunda inquina que los estamentos oficiales de Estados Unidos han proyectado sobre el fundador de Wikileaks por el empe?o de sacar a la luz los secretos de su diplomacia. La ¨²ltima filtraci¨®n de m¨¢s de 250.000 documentos reservados y confidenciales del Departamento de Estado, cuyo impacto se ha acrecentado por la labor de sistematizaci¨®n y contextualizaci¨®n llevada a cabo por cinco peri¨®dicos de referencia mundial, ha provocado reacciones furiosas en Washington, comprensibles en algunos casos, pero absolutamente disparatadas en otros, como exigir que se trate a Assange como un terrorista y a la organizaci¨®n que dirige como incursa en le legislaci¨®n sobre terrorismo puesta en pie en EE UU tras el 11-S.
Las acusaciones que se han formulado en Suecia contra Assange tienen relaci¨®n con delitos comunes y no con su actividad profesional. De momento, EE UU est¨¢ estudiando c¨®mo formular una acusaci¨®n que, partiendo de la revelaci¨®n de los secretos de sus guerras en Irak y Afganist¨¢n y de su diplomacia, as¨ª como del da?o que se le ha podido infligir por ello, termine por llevar al fundador de Wikileaks ante la justicia norteamericana. No lo tienen f¨¢cil los fiscales estadounidenses, pero est¨¢n en ello.
Frente a las denuncias que se han presentado en Suecia, Assange tiene menos defensa pol¨ªtica -y habr¨¢ que ver si tambi¨¦n jur¨ªdica- que frente a la que le pudiera venir por su actividad en Wikileaks. Esas denuncias se admitieron primero, se descartaron luego y se reabrieron despu¨¦s por la fiscal¨ªa, para acabar llevando a la petici¨®n de extradici¨®n del fundador de Wikileaks a Reino Unido. A Assange no le queda, pues, otra opci¨®n que colaborar con la justicia para defenderse de acusaciones que considera falsas y evitar una condena que dar¨ªa un excelente pretexto a sus enemigos para acabar con su organizaci¨®n, sometida ya a un acoso inform¨¢tico y financiero sin precedentes.
La detenci¨®n de Assange y su puesta a disposici¨®n judicial augura un proceso de extradici¨®n que llevar¨¢ su tiempo y en el que la justicia sueca tendr¨¢ que precisar los hechos y los delitos de los que se acusa a Assange ante unos jueces brit¨¢nicos estrictos y puntillosos, como se mostraron con el caso del dictador Pinochet.
Si sale bien librado de las denuncias, a Assange le corresponder¨¢ seguramente enfrentarse a una acusaci¨®n mucho m¨¢s grave: la que le puede llegar de EE UU por revelar los secretos de su diplomacia. Ser¨ªa m¨¢s grave en virtud del poder de quien puede formularla, pero muy dif¨ªcil de articular en los tribunales -Assange no es funcionario, ni tiene la nacionalidad estadounidense; tampoco es el autor de la filtraci¨®n sino su divulgador- y ante la que cabe esperar una recia defensa pol¨ªtica y jur¨ªdica.
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