Literatura y poder
En el periodo de turbulencias que sacud¨ªan el califato omeya, el soberano envi¨® a la mezquita de Kufa -semillero de disputas teol¨®gicas e interpretaciones distintas del libro de la revelaci¨®n cor¨¢nica- la siguiente advertencia: "Esta noche un tirano / sembrar¨¢ el terror. / No ser¨¢ camellero / ni pastor / sino un carnicero / presto al tajo".
Los asfixiantes poderes autocr¨¢ticos que se suceden a lo largo de la historia de las diversas civilizaciones del planeta, fundados siempre en el miedo y la humillaci¨®n de los seres humanos, inspiraron al gran escritor egipcio Gamal El Guitani las figuras contrapuestas, pero complementarias, de Zayni Barakat, el personaje que da el t¨ªtulo a la novela (1), y de Zacar¨ªas Ibn Radi, servidores ambos del sult¨¢n El Guri. Mientras la "filosof¨ªa" de Ibn Radi, regidor de un averno de suplicios y ejecuciones de los sospechosos de desafecci¨®n al d¨¦spota, se resume en su reflexi¨®n de cancerbero
La delaci¨®n generalizada adquiri¨® un valor ¨¦tico tanto en la ¨¦poca de la Inquisici¨®n como en la Rusia de Stalin
La opresi¨®n religiosa de la Espa?a inquisitorial y la ideol¨®gica al servicio del estalinismo se dan la mano
El sue?o de Zayni Barakat de una humanidad adepta del espionaje cuaj¨® en una siniestra realidad
"El cruce del umbral de nuestras puertas debe ser para el prisionero un l¨ªmite entre dos periodos. Su vida se ha de dividir en dos partes, de tal manera que cuando un individuo salga de aqu¨ª, no habr¨¢ cambiado de nombre sino de alma"
su colega Zayni preconiza m¨¦todos m¨¢s sutiles que el tormento, como el de la utop¨ªa del mundo virtual en el que hoy habitamos
"Yo ya veo el d¨ªa en el que el gran jefe de los esp¨ªas podr¨¢ examinar la vida entera de una persona (...) Y, no s¨®lo lo que es visible, sino tambi¨¦n sus deseos, sus sue?os, sus inclinaciones (...) De manera que podr¨ªamos predecir lo que va a hacer un individuo al llegar a la edad adulta (...) ?Obremos juntos para alcanzar la conversi¨®n de la humanidad al espionaje!"
Los archivos del Santo Oficio y de la polic¨ªa sovi¨¦tica que examinamos a continuaci¨®n responden a la vez a la brutalidad sin l¨ªmites de Ibn Radi y al sistema de delaci¨®n y escrutinio de Zayni. "Si alguien suspiraba de diferente manera que el resto de los vecinos", dice este ¨²ltimo, ¨¦l "se enteraba inmediatamente". En resumen, un ojo omnividente y un o¨ªdo que todo registra y capta.
En la ¨¦poca de los arrestos masivos de 1937-1939, un miembro de las juventudes comunistas, P¨¢vlik Mor¨®zov, denunci¨® a su padre en raz¨®n de sus ideas contrarrevolucionarias. ?ste fue inmediatamente fusilado y el muchacho, erigido al rango de h¨¦roe de la patria, se convirti¨® en paradigma del hombre nuevo, del modelo digno de imitaci¨®n.
El sue?o de Zayni Barakat de una humanidad adepta del espionaje, en la que cualquiera que suspirara de modo distinto de los dem¨¢s deb¨ªa ser denunciado, cuaj¨® en una siniestra realidad. La delaci¨®n generalizada de vecinos, conocidos, amigos e incluso familiares pr¨®ximos adquiri¨® un valor ¨¦tico tanto en la ¨¦poca de la Inquisici¨®n establecida en Castilla por Isabel la Cat¨®lica como en la Rusia de Stalin. Los archivos del Santo Oficio, como los del KGB, rebosan de documentos de toda ¨ªndole sobre esa actividad promovida y ensalzada por las autoridades religiosas cat¨®licas y las del r¨¦gimen sovi¨¦tico. Un cotejo de unos con otros resulta esclarecedor: los libros de Juan Antonio Llorente, Serrano y Sanz, Amador de los R¨ªos, Am¨¦rico Castro, Sicroff, Dom¨ªnguez Ortiz, Caro Baroja, Gilman y Jim¨¦nez Lozano reproducen una masa de documentos muy similares a los expuestos en la trilog¨ªa de Vitali Shentalinski (2). Las palabras proferidas contra el camarada Stalin por un oscuro escritor en estado de embriaguez indujeron al due?o de la casa en donde fueron pronunciadas a informar inmediatamente de ello a la Uni¨®n de Escritores y, a trav¨¦s de ella, a la polic¨ªa pol¨ªtica e ideol¨®gica de la URSS.
En junio de 1525, el suegro de Fernando de Rojas, ?lvaro de Montalb¨¢n, fue detenido por los alguaciles del Santo Oficio y encarcelado en sus calabozos. Su expediente de sospechoso de juda¨ªsmo se remontaba a cuarenta a?os antes. Montalb¨¢n hab¨ªa sido "reconciliado" tras una confesi¨®n seguida de prop¨®sito de enmienda, pero su expediente le sigui¨® como una sombra. Forzado a vivir con cautela, sab¨ªa que los ojos y o¨ªdos de los centinelas de la fe y de su cuadrilla de delatores le acechaban de d¨ªa como de noche. Un simple descuido pod¨ªa volverse en contra de ¨¦l y as¨ª sucedi¨® como nos cuenta Stephen Gilman en La Espa?a de Fernando de Rojas.
En el curso de un viaje a Madrid para visitar a sus familiares, al final de un almuerzo campestre en los jardines de Legan¨¦s en el que se comi¨® y bebi¨® en una atm¨®sfera sosegada, Montalb¨¢n respondi¨® a las palabras del denunciante sobre lo ef¨ªmero de los goces mundanos en comparaci¨®n con los de la vida eterna con un "ac¨¢ tuviese yo bien, que all¨ª no s¨¦ si hay nada". Al recordatorio del testigo de que la creencia en el cielo era un art¨ªculo de fe, el suegro de Fernando de Rojas persisti¨®: "Disfrutemos aqu¨ª, que nada s¨¦ de lo que hay despu¨¦s". El denunciante, tomando por testigo al p¨¢rroco de la iglesia de San Gin¨¦s all¨ª presente, cort¨® la conversaci¨®n con un "ojal¨¢ no hubiese o¨ªdo esto porque es herej¨ªa y me veo obligado a declararla". Aunque Montalb¨¢n fue condenado a cadena perpetua, los dineros procurados por sus pr¨®ximos a los se?ores inquisidores transmutaron la sentencia en arresto domiciliario de por vida.
La disimilitud existente entre el Santo Oficio y el NKVD estriba en que, a diferencia del primero, ¨¦ste no se dejaba corromper. Con todo, el mecanismo seguimiento-denuncia-registro-detenci¨®n-interrogatorio con tortura o sin ella-sentencia es id¨¦ntico.
Al escarbar en las reconditeces del propio pasado para dar muestras de sinceridad y buena fe a los comisarios inquisidores, los B¨¢bel, Bulg¨¢kov, Mandelshtam, etc¨¦tera, segu¨ªan sin saberlo las huellas de infinidad de compatriotas nuestros. En 1535, ?lvaro de Montalb¨¢n se acusaba a s¨ª mismo de haber omitido en su confesi¨®n de d¨¦cadas antes el haber pronunciado por descuido unas palabras contrarias a los art¨ªculos de fe cat¨®lica, y otra parienta de Fernando de Rojas hizo lo mismo tras decir en voz alta en su propia casa otras de similar contenido. Ante el temor de haber sido escuchada por sus vecinos y denunciada por ellos, hab¨ªa corrido a autoinculparse a los consultores del Santo Oficio:
"Yo Ysabel L¨®pez, muger que soy de Francisco P¨¦rez, digo que no mirando lo que dez¨ªa ni creyendo que errava dixe las palabras siguientes -en este mundo no me veas mal pasar que en el otro no me ver¨¢s penar-, y esto digo que lo dixe por manera de refr¨¢n que se suele dezir".
En su declaraci¨®n ante aquellos admite su linaje "manchado", en el que figuran los Montalb¨¢n, "convertidos de jud¨ªos". El tropel de delatores que ejerc¨ªa de polic¨ªa antropol¨®gica de los cristianos nuevos hab¨ªa sumido a ¨¦stos en un permanente estado de afrenta, angustia y ansiedad. Cualquier imprudencia o lapsus lingual pod¨ªa acarrear su ruina.
La hoja de servicios de los chivatos que suministraban informes verdaderos o falsos a los se?ores inquisidores, ya por razones doctrinales, crudamente pecuniarias o de envidia profesional a los acusados (tal fue el caso de fray Luis de Le¨®n), as¨ª como la de simples ciza?eros y correveidiles, abr¨ªa muchas puertas en la sociedad espa?ola de la ¨¦poca.
Hab¨ªa vecinos que invitaban amablemente a los descendientes de jud¨ªos a compartir con ellos una lonja de tocino y escudri?aban sus movimientos los s¨¢bados. El ¨¢rbol geneal¨®gico de los conversos era la comidilla de los pueblos. Los malsines no conoc¨ªan horas de descanso. El sue?o del protagonista de Gamal El Guitani que da el t¨ªtulo a su novela se cumpl¨ªa a la perfecci¨®n y era la antesala de las mazmorras de su colega Zacar¨ªas Ibn Radi. El desahogo del antih¨¦roe de Mateo Alem¨¢n contra quienes
"llevando y trayendo mentiras, aportando nuevas, parlando chismes, levantando testimonios, poniendo disensiones, quitando las honras, infamando buenos, persiguiendo justos, robando haciendas, matando y martirizando inocentes"
no puede ser m¨¢s expl¨ªcito. La cacer¨ªa de sospechosos de desafecci¨®n religiosa o ideol¨®gica se convirti¨® en la URSS como en la Espa?a de los Habsburgo en un concurso nacional:
"Todos participan en ¨¦l, por decreto y est¨ªmulo del poder: vecinos, colegas, parentela, delat¨¢ndose los unos a los otros, desenmascarando, asintiendo, votando o cerrando los ojos y tapando las orejas para no ver ni o¨ªr, para no saber que el mal triunfa y, por lo tanto, cedi¨¦ndole el camino".
Trasladando las palabras de Vitali Shentalinski de Rusia a Espa?a, podemos decir tambi¨¦n, a la luz de nuestra historia desde la monarqu¨ªa absoluta a la muerte de Franco, que ning¨²n enemigo exterior nos ha tratado tan mal como nuestros propios compatriotas.
En la noche del 16 al 17 de mayo de 1934 tres agentes de la OGPU irrumpieron en el apartamento moscovita de Osip Mandelshtam y, tras un minucioso registro, requisaron sus manuscritos en presencia de su esposa y de Anna Ajm¨¢tova, casualmente venida de Leningrado, antes de llev¨¢rselo preso a la jefatura de los Servicios Secretos. En el interrogatorio al que fue sometido, el poema sobre el camarada Stalin, le¨ªdo semanas antes a algunos amigos por su autor, centr¨® el inter¨¦s del comisario instructor: es el famoso texto de "el monta?¨¦s del C¨¢ucaso" cuyos "bigotes de cucaracha r¨ªen y las ca?as de sus botas refulgen". Mandelshtam reconoce la autor¨ªa y se ve obligado a redactar la historia de las personas ante las que lo recit¨®. En ella figuran Ajm¨¢tova y su hijo Leo Gumiliov. Los instructores del expediente contaban con la preciosa ayuda de delatores cercanos al c¨ªrculo de amigos del poeta y de esos colegas mediocres, oportunistas y envidiosos que pululan en el Parnaso desde tiempos inmemoriales.
El juicio de Mandelshtam parece listo para sentencia -la ofensa al camarada jefe no merece perd¨®n ni conmiseraci¨®n algunos- pero la valiente intervenci¨®n de Pasternak -su llamada telef¨®nica a Stalin- le salva la vida. Mandelshtam fusilado, piensa ¨¦ste, ser¨ªa m¨¢s da?ino que atrapado sin remedio en la telara?a de los servicios secretos. El poeta ser¨¢ condenado tan s¨®lo a tres a?os de exilio y, de vuelta a Mosc¨² en 1937, detenido de nuevo y enviado a reeducarse a los campos de trabajo de Vladivostok y Kolyma. Su viuda, Nadiezhda, nos ha dejado un emotivo testimonio de su muerte lenta en 1940. Vitali Shentalinski reproduce la misiva desesperada que aqu¨¦lla envi¨® a Beria suplic¨¢ndole su mediaci¨®n y a la que el temido comisario no se dign¨® contestar.
Los escritos de contrici¨®n dirigidos a Stalin constituyen un verdadero g¨¦nero literario: el ansia de alcanzar el perd¨®n de los pecados cometidos contra el amo y ¨¢rbitro de vidas y haciendas es id¨¦ntica a la expresada por los sospechosos de herej¨ªa a los guardianes del dogma cat¨®lico cuatro siglos antes. El poder absoluto del dios del Kremlin fascinaba a sus v¨ªctimas. Mandelshtam, como Ajm¨¢tova, Bulg¨¢kov y Pasternak, no escapaban a dicha angustiada idolatr¨ªa.
Como dec¨ªa en 1663 Antonio Enr¨ªquez G¨®mez, autor de Vida de don Gregorio Guada?a, novela precursora -por la invenci¨®n de la memoria intrauterina del h¨¦roe- de Tristram Shandy, Bras Cubas y Crist¨®bal Nonato extinto por judaizante en una c¨¢rcel secreta del Santo Oficio:
"Ese tribunal es peor que la muerte, pues vemos que ella tiene jurisdicci¨®n sobre los vivos, pero no sobre los muertos".
La opresi¨®n religiosa de la Espa?a inquisitorial y la ideol¨®gica al servicio del estalinismo se dan la mano: las incontables actas de los archivos del Santo Oficio son la mejor prueba de ello.
En 1965, durante mi primer viaje a la Uni¨®n Sovi¨¦tica respondiendo a la invitaci¨®n de su Uni¨®n de Escritores, un compatriota de mi edad, ex "ni?o de la guerra", me habl¨® de la expectaci¨®n suscitada por la publicaci¨®n pr¨®xima de una novela de Mija¨ªl Bulg¨¢kov. Confieso que era la primera vez que o¨ªa el nombre de este autor sepultado en el olvido desde hac¨ªa d¨¦cadas. Dicha expectaci¨®n en torno a un manuscrito que acumulaba pacientemente el polvo desde el fallecimiento del escritor revelaba la admiraci¨®n secreta de muchos por un dramaturgo cuyas obras hab¨ªan dejado de representarse desde los a?os treinta. La literatura era entonces el refugio de quienes se resist¨ªan al adoctrinamiento forzoso del poder, a lo que el gran fisi¨®logo P¨¢vlov denominaba "la inoculaci¨®n en la poblaci¨®n del reflejo condicionado de la sumisi¨®n del esclavo": para adquirir un poemario de Anna Ajm¨¢tova autorizado meses antes de mi viaje, centenares de personas hab¨ªan hecho cola toda la noche ante la puerta de la librer¨ªa estatal que lo distribu¨ªa. Ser escritor en Rusia, dec¨ªa Bulg¨¢kov citado por Shentalinski, es tener vocaci¨®n de h¨¦roe. Y el autor de El maestro y Margarita lo fue para dicha de cuantos le¨ªmos y releemos su obra maestra.
La relaci¨®n de los documentos y cartas, confiscados primero y custodiados despu¨¦s en los archivos del KGB, nos permite trazar una singular biograf¨ªa de los poetas, escritores y artistas cuyos sumarios compendian los datos biogr¨¢ficos, relaciones literarias e ideas pol¨ªticas necesarios para su vigilancia y control.
El hilo de la trama que envuelve a Bulg¨¢kov empieza en fecha tan temprana como 1925 con su propia y humor¨ªstica descripci¨®n del seguimiento de que es objeto por un individuo de la temible Cheka, y un a?o m¨¢s tarde, con el informe oficial del registro e incautaci¨®n de sus manuscritos, entre los que figura un diario titulado muy significativamente Bajo la f¨¦rula. El 28 de marzo de 1930, Bulg¨¢kov env¨ªa una conmovedora y algo provocativa carta al Gobierno de la URSS:
"Apelo al humanismo de las autoridades sovi¨¦ticas y ruego que, dado que soy un escritor que no puede resultarles ¨²til en casa, en la patria, me dejen en libertad de forma magn¨¢nima...
Si resulta que todo esto que he escrito no fuera suficientemente convincente y me condenaran al silencio a perpetuidad en la URSS, ruego al gobierno sovi¨¦tico que me d¨¦ un trabajo...
Si esto tampoco fuera posible, ruego al gobierno sovi¨¦tico que disponga de mi persona como considere conveniente, pero que haga algo, porque yo, como dramaturgo que ha escrito cinco obras, famoso en la URSS y en el extranjero, me encuentro EN ESTE PRECISO MOMENTO en las puertas de la miseria, el desahucio y la muerte".
El 18 de abril del mismo a?o se produce el milagro. El dramaturgo recibe una llamada telef¨®nica del Kremlin: ?el camarada Stalin quiere hablar con ¨¦l! Lo inesperado e incre¨ªble de la breve conversaci¨®n, en la que el due?o de cuerpos y almas de la URSS se interesa por ¨¦l y le promete un empleo, hizo dudar a Bulg¨¢kov de la identidad de su interlocutor. Telefone¨® al Kremlin y recibi¨® la confirmaci¨®n de la llamada. Esta intervenci¨®n de lo Alto conmocion¨® al escritor y sus sucesivas cartas de 1931, 1934 y 1938 dirigidas al "muy estimado Iosif Visarionovic", excelentemente editadas por Veintisiete Letras con un pr¨®logo de Marcelo Figueras, reflejan como dice ¨¦ste una mezcla de masoquismo y de fascinaci¨®n. Bulg¨¢kov desea que Stalin sea su "primer lector" y le conf¨ªa que su sue?o de escritor es ser recibido personalmente por ¨¦l. Abolido el poder divino del zar y de la iglesia ortodoxa, Stalin dispon¨ªa de todos los atributos y facultades de ambos. Cuantos sufr¨ªan en el purgatorio de las c¨¢rceles y campos y tem¨ªan su condena al infierno se dirig¨ªan a ?l. Aunque Bulg¨¢kov no obtuvo el permiso de salida como Zamiatin, sino un trabajo menor, logr¨® sobrevivir, como nos cuenta su viuda, a pesar del estado de angustia provocado por el temor a que le confiscaran el manuscrito de su novela. El maestro y Margarita fue impreso por fin en 1966, veintis¨¦is a?os despu¨¦s de la muerte de su autor.
Al establecer una correlaci¨®n entre el Santo Oficio y el OGPU-NKVD sovi¨¦ticos no olvido claro est¨¢ las diferencias existentes entre ambos en funci¨®n de la ¨¦poca en la que desarrollaron sus actividades y de los principios que las sustentaban. La polic¨ªa ideol¨®gica que encarnaban part¨ªa de bases antropol¨®gicas en el caso de la Inquisici¨®n creada para vigilar estrechamente a los judeoconversos mediante el escrutinio de sus palabras, costumbres y escritos. Su inquietud intelectual, producto de la constante presi¨®n a la que se hallaban sometidos, les inclinaba al racionalismo -"extrav¨ªos filos¨®ficos", dir¨¢ Men¨¦ndez Pelayo- que va de Fernando de Rojas a Spinoza y Uriel da Costa tan bien estudiado por Revah, y a partir de Lutero, al protestantismo que se extend¨ªa por Europa desde mediados de siglo. La amenaza de este ¨²ltimo acentu¨® dicha presi¨®n, en especial al retorno de Felipe II de Inglaterra y Flandes. La Inquisici¨®n dispon¨ªa de una red de malsines y esp¨ªas de oficio am¨¦n del com¨²n de las gentes: la delaci¨®n era un deber patri¨®tico y religioso a ojos del "cuerpo sano de la naci¨®n espa?ola" y los centinelas de la fe cat¨®lica disfrutaban de consideraci¨®n social, privilegios econ¨®micos y promociones en el escalaf¨®n eclesi¨¢stico y administrativo.
Por dicha raz¨®n, el estudio de muchos autores del llamado Siglo de Oro, dejando de lado el contexto en el que se desenvolvi¨® su labor, me parece tan prejuiciado y a fin de cuentas tramposo como ser¨ªa leer las obras de Ajm¨¢tova, Bulg¨¢kov o Mandelshtam omitiendo las circunstancias dram¨¢ticas en las que las elaboraron seg¨²n nos revelan los archivos de sus acosadores expuestos en la trilog¨ªa de Shentalinski.
Como admite el propio Men¨¦ndez Pelayo, a ra¨ªz del proceso a los protestantes de Sevilla y Valladolid, las c¨¢rceles se llenaron de gentes. Centenares de ellos fueron quemados en la pira. Los libros y manuscritos eran tan temibles por lo que callaban como por lo que dec¨ªan. El "cord¨®n sanitario" evocado por Bataillon al comentar la orden de regreso a Espa?a de quienes estudiaban en Flandes y otros pa¨ªses contagiados de herej¨ªa, cerr¨® nuestras fronteras a cal y canto. El roce con extranjeros resultaba sospechoso. Los que manifestaban inquietudes espirituales, en especial los de origen jud¨ªo, eran sometidos a una estrecha vigilancia mientras se les incoaba expedientes por toda suerte de cr¨ªmenes. Las numerosas referencias de la ¨¦poca a "los tiempos en que estamos" o "tiempos tan peligrosos y vidriados" resumen la atm¨®sfera de temor y asfixia de quienes, como dice Gamal El Guitani en Zayni Barakat, suspiraban de manera distinta de la del resto de sus vecinos.
Durante mi estancia en la URSS conoc¨ª a dos de los personajes citados en la gran trilog¨ªa de Shentalinski: Aleksandr Tvardovski y Lili Brik.
El primero, premio Stalin de literatura y miembro del Comit¨¦ Central del Partido, hab¨ªa sido denunciado no obstante como antisovi¨¦tico durante los a?os del gran terror y, desde la muerte del dictador se esforzaba por abrir un espacio en el ¨¢mbito literario en el que los creadores pudieran respirar: la revista Novi Mir, a cuyas oficinas fui a visitarle con mi traductor. Tvardovski me recibi¨® con gran efusi¨®n: era el primer escritor espa?ol posterior a la Guerra Civil que conoc¨ªa y no adscrito adem¨¢s al PCE entonces clandestino. Me explic¨® los problemas que ten¨ªa con la censura y de pronto, sin que viniera a cuento, dijo que mientras estuviera al frente de la revista no publicar¨ªa una l¨ªnea de Pablo Neruda. Le pregunt¨¦ por qu¨¦ y respondi¨®: "?l sab¨ªa lo que ocurr¨ªa aqu¨ª y, en vez de revelarlo, aplaudi¨® todos los atropellos". Su mala conciencia de pr¨®cer de la nomenklatura le hab¨ªa convertido en un adicto al vodka. Tem¨ªa el fin del deshielo de Kruschev y sus previsiones pesimistas se cumplieron. Novi Mir fue clausurado poco despu¨¦s y falleci¨® tras este golpe final a la revista depositaria de sus esperanzas y anhelos.
Lili Brik, mujer del cr¨ªtico Osip Brik y hermana de Elsa Triolet, la esposa de Louis Aragon, me fue presentada durante una visita a la ?pera de Mosc¨². Era una dama opulenta, vestida con ropas amplias, y en el palco que ocupaba se hallaba rodeada de una peque?a corte de j¨®venes amanerados (los ¨²nicos que vi en la URSS). Entre sus numerosos amantes de juventud figuraba Mayakovski, de quien se consideraba la heredera espiritual despu¨¦s de su suicidio. Mientras de un lado combat¨ªa sistem¨¢ticamente a Ajm¨¢tova, a quien acusaba, en palabras de ¨¦sta, "de emigrada del interior", del otro escrib¨ªa a Stalin lament¨¢ndose de la supuesta indiferencia de los medios literarios a la obra po¨¦tica de su antiguo amor. A partir de ello, escribe Shentalinski, la cr¨ªtica a Mayakovski se convirti¨® en un crimen contra la URSS.
Las ambig¨¹edades y contradicciones de quienes medraron bajo el poder sovi¨¦tico -el Gorki denunciador de los atropellos sufridos por los intelectuales en la ¨¦poca de Lenin, exiliado en Italia durante siete a?os y defensor a su regreso a la URSS de Zamiatin, Bulg¨¢kov y otros autores acosados por la polic¨ªa pol¨ªtica se convirti¨® luego en un t¨®tem de ojos vendados en la etapa final de su vida- son las de numerosos escritores y artistas que abdicaron de sus ideales para acomodarse a una existencia holgada e incensada por los turiferarios del poder. Los ejemplos de delatores voluntarios y de quienes Cernuda denomina "vientres sentados" abundan tanto en la URSS como en la Espa?a inquisitorial o la de Franco y no cabe citarlos aqu¨ª.
El proceso al arzobispo de Toledo, Bartolom¨¦ de Carranza, cuya fulgurante carrera le vali¨® la enemistad y envidia de muchos colegas como el feroz inquisidor general Fernando de Vald¨¦s y el puntilloso te¨®logo Melchor Cano, es un buen exponente de los peligros que acechaban, sin distinci¨®n de jerarqu¨ªas, a los que propugnaban un cristianismo m¨¢s abierto a los aires for¨¢neos en aquellos tiempos recios. Enviado por Felipe II a Inglaterra y Flandes para impugnar la herej¨ªa luterana, se le acus¨® a su vuelta a Espa?a de haberse contaminado con opiniones e ideas heterodoxas. La publicaci¨®n en Amberes de su Catecismo cristiano fue el punto de partida de la batida teol¨®gica cuidadosamente montada contra ¨¦l. Arrancado del lecho por los alguaciles del Santo Oficio y conducido bajo escolta a Valladolid, permaneci¨® encarcelado ocho a?os y medio hasta su traslado a Roma por la insistente intervenci¨®n del Papa. Sobre las condiciones de su detenci¨®n dejo la palabra al autor de Historia de los heterodoxos espa?oles:
"Vald¨¦s se port¨® indignamente con Carranza, d¨¢ndole por carcelero a un tal Diego Gonz¨¢lez que, si hemos de creer cierto memorial de agravios del preso, se complac¨ªa en martirizarle lentamente. Puso candados en las ventanas de su aposento, quit¨¢ndole la luz y la ventilaci¨®n; le guard¨® no s¨®lo con hombres, sino con l¨¢mparas, perros y arcabuces; le daba de comer en platos quebrados; pon¨ªa por manteles las s¨¢banas de la cama; le serv¨ªa la fruta en la cubierta de un libro; y, en suma, era tal el desaseo, que el cuarto estaba trocado en una caballeriza. Sin cesar le tra¨ªa recados falsos y no pon¨ªa en ejecuci¨®n los suyos; imped¨ªa la entrada a sus procuradores; se burlaba de ¨¦l cara a cara con extra?os meneos y ademanes, y de todas maneras le vejaba y mortificaba m¨¢s que si se tratase de un morisco o jud¨ªo".
Del "tal Diego Gonz¨¢lez" nos da cumplida noticia Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano en su libro Fray Luis de Le¨®n. Licenciado e inquisidor del tribunal de Valladolid, desempe?¨® un papel esencial en el proceso incoado a los hebra¨ªstas salmantinos por su sa?udo celo profesional y su odio antijud¨ªo:
"por ser Grajal y fray Luis notorios conversos, pienso que no deben querer m¨¢s que oscurecer nuestra fee olverse, e olverse a su ley, y por esto es mi boto y parecer que el dicho fray Luis de Le¨®n sea preso y tra¨ªdo a las c¨¢rceles del Santo Oficio para que con el fiscal siga su causa".
Mezcla de comisario sovi¨¦tico y jefecillo nazi, Diego Gonz¨¢lez se distingui¨® por la crueldad -ser¨ªa mejor decir sadismo- con que trataba a sus v¨ªctimas. Las conmovedoras misivas del maestro Grajal y de Alfonso de Gudial -ca¨ªdos en la misma redada que fray Luis y Mart¨ªnez de Cantalapiedra- sobre unas condiciones de detenci¨®n muy semejantes a las que sufr¨ªa "la hidra reaccionaria" descabezada en los a?os treinta del pasado siglo, fueron archivadas por los se?ores inquisidores y ambos perecieron en sus celdas. El ideal del verdugo de Diego Gonz¨¢lez era el de ver al reo convertido en "un animal antropomorfo desnudo", como se describi¨® a s¨ª mismo siglos despu¨¦s un hu¨¦sped de la Lubianka.
Lo acaecido a Isaak B¨¢bel, autor de La caballer¨ªa roja y de otros relatos publicados en los a?os veinte del pasado siglo, merece un cap¨ªtulo aparte. Alejado voluntariamente de la literatura consagrada a la edificaci¨®n del socialismo, vivi¨® a continuaci¨®n un largo periodo de ostracismo oficial similar al de otras grandes figuras de la literatura rusa (Bieli, Zamiatin, Ajm¨¢tova, Madelstam, Bulg¨¢kov, Pasternak, etc¨¦tera). Cuando se inici¨® la segunda oleada del gran terror, su vinculaci¨®n con otros sospechosos de desafecci¨®n al r¨¦gimen y sus viajes al extranjero le convirtieron en objetivo preferente de la Cheka. Como nos recuerda Vitali Shentalinski, los comisarios culturales de la ¨¦poca de Lenin y Trotski exig¨ªan ya que "todo escritor tuviese su sumario". Doce a?os despu¨¦s, los sumarios secretos de los creadores d¨ªscolos a ojos del poder afloraron a la superficie de los procesos. El interrogatorio de B¨¢bel por los implacables comisarios del Pueblo se centra en sus viajes. B¨¢bel convers¨® en Berl¨ªn con el menchevique Nikol¨¢yevski, autor de la excelente biograf¨ªa de Karl Marx que inspir¨® mi novela sobre el "padre del socialismo cient¨ªfico", y con el trotskista Bor¨ªs Suvarin, expulsado de la URSS por la presi¨®n internacional que origin¨® su arresto. Lo que interesa al comisario instructor son menos las charlas antisovi¨¦ticas que sus actividades de esp¨ªa:
"Usted tuvo muchos encuentros con extranjeros, entre los que figuraban agentes de los servicios de espionaje. ?Alguno de ellos intent¨® reclutarle? Le advertimos que el m¨ªnimo intento suyo de ocultar a la instrucci¨®n cualquier referencia a su actividad como enemigo ser¨¢ inmediatamente desenmascarado".
"En 1933, durante mi segundo viaje a Par¨ªs, el escritor Andr¨¦ Malraux me reclut¨® para tareas de espionaje a favor de Francia".
"Precise qu¨¦ tipo de informaci¨®n secreta quer¨ªa recibir Malraux
..."
El gui¨®n delirante del interrogatorio, en el que todo extranjero es esp¨ªa, toda cita una "toma de contacto" y toda charla una transmisi¨®n de datos e informes secretos, parece extra¨ªda de una mala novela policiaca. B¨¢bel no fue torturado con la brutalidad de M¨¦yerhold descrita en su sobrecogedora misiva a M¨®lotov, reproducida por Vitali Shentalinski en su obra. Convencido de que con tormento o sin ¨¦l acabar¨ªa confesando sus "cr¨ªmenes", colabora con sus interrogadores en la redacci¨®n del sumario:
"Mi yo se escindi¨® en dos personas. Una empez¨® a buscar los 'cr¨ªmenes' de la otra, pero cuando no los hallaba se los inventaba. El instructor era eficaz, un colaborador ducho en estos asuntos, y juntos, a d¨²o, nos pusimos a inventar".
M¨¢s pat¨¦tica es la carta de B¨¢bel a la atenci¨®n del comisario del Pueblo de interior de la URSS en la que confiesa la devastaci¨®n interior causada por sus concomitancias trotskistas, sus escritos alejados de los intereses de la construcci¨®n socialista y del lector sovi¨¦tico. Como hizo tambi¨¦n el poeta cubano Heberto Padilla treinta a?os m¨¢s tarde, en una deliberada parodia de las confesiones al NKVD, B¨¢bel escribe:
"La liberaci¨®n me lleg¨® en la c¨¢rcel. Durante estos meses de encierro he reflexionado quiz¨¢ m¨¢s que en toda mi vida y he entendido muchas cosas. Ante m¨ª han ido desfilando con una claridad estremecedora todos los errores y cr¨ªmenes de mi vida, la corrupci¨®n y la podredumbre de todo cuanto me rodeaba, principalmente del c¨ªrculo trotskista".
Con todo, al final de la instrucci¨®n, el reo se desdice:
"No soy culpable de nada, nunca fui esp¨ªa, ni he realizado ninguna actividad contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En mis declaraciones he mentido en mi contra. Les pido ¨²nicamente que me den la oportunidad de terminar mi ¨²ltimo trabajo...".
El 27 de enero de 1940, B¨¢bel fue ejecutado e incinerado en el crematorio de Mosc¨² para borrar todas sus huellas. D¨ªas despu¨¦s ser¨ªan fusilados igualmente M¨¦yerhold y Kolstov, as¨ª como el feroz comisario de la Lubianka Yezhov, quien como asegur¨® en su mea culpa, "morir¨ªa con el nombre de Stalin en los labios".
Vuelvo a las palabras del enviado del califa Omeya a los revoltosos habitantes de Kufa y a la evocaci¨®n de las estrategias policiales de Zacar¨ªas Ibn Radi y de Zayni Barakat en la novela de El Guitani. En el interrogatorio al que fue sometido tras su detenci¨®n en los a?os del gran terror, Leo Gumiliov, hijo del gran poeta de este nombre ejecutado en 1919 y de Anna Ajm¨¢tova, resume ante sus jueces el contenido de su poema Ecbatana cuyo manuscrito le hab¨ªa sido confiscado por los agentes del NKVD:
"El argumento de esta obra es que el s¨¢trapa de la ciudad de Ecbatana, Gorpag, muere. Como los habitantes no quieren llorar su muerte, el rey ordena que se exponga el cuerpo de Gorpag, pero los habitantes tampoco lloran. Entonces el rey ordena ajusticiar a cientos de ciudadanos, y despu¨¦s toda la ciudad llora".
(1) Zayni Barakat. Traducci¨®n de Milagros Nuin Monreal. Ediciones Libertarias / Prodhufi, Madrid, 1993. (2) Vitali Shentalinski. Esclavos de la libertad, Traducci¨®n de Ricard Alt¨¦s Molina. Denuncia contra S¨®crates y Crimen sin castigo, traducci¨®n de Marta Reb¨®n Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores. Barcelona. Los dos primeros se publicaron en 2006 y el tercero, en 2007. 29,90 euros; 29,90 euros y 35,00 euros
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