Edwards
Escuch¨¦ su nombre cuando era peque?o o adolescente, cuando empezaba a descubrir que las pel¨ªculas que adoraba ten¨ªan un autor. Me impresion¨® D¨ªas de vino y rosas (que era para mayores, en la que ten¨ªas que sortear porteros con a?oradas artima?as), ante esa pareja feliz que disfrutan tanto el uno del otro estando borrachos, sin intuir que todo acabar¨¢ en ruina, que hay un ne¨®n obsesionante que siempre ofrecer¨¢ refugio temporal e infierno sin retorno a los n¨¢ufragos y llamado "bar". Tambi¨¦n era dram¨¢tico contando la historia de esa chica maravillosa que superaba sus depresiones viendo joyas en Tiffany's y cantando Blue moon cuando el amanecer y la melancol¨ªa eran asfixiantes. El perverso Truman Capote fue menos complaciente con Holly. Jam¨¢s hubiera acabado su cuento moral con Audrey Hepburn empapada de lluvia y susurrando: "Gato, gato" mientras que George Peppard la observaba con rendido amor. Pero el conductor de ese cuento bonito antes hab¨ªa contado de forma magistral el terror de una mujer acosada por un psic¨®pata asesino en la magn¨ªfica Chantaje contra una mujer.
Hay que remontarse a Keaton y a Chaplin para encontrar algo tan c¨®mico e intemporal como el camarero borracho de la genial El guateque. O el disparatado duelo entre Lemmon y Curtis en La carrera del siglo. O los maravillosos t¨ªtulos de cr¨¦dito (Mancini, tu m¨²sica era como la de Mozart) que inauguran la saga de la Pantera Rosa.
Las ¨²ltimas veces que me enamor¨® ese fant¨¢stico narrador de historias en comedia o en drama (tambi¨¦n amo su kamikaze western Dos hombres contra el Oeste) fue en 10. Esa enloquecida historia sobre un cuarent¨®n, un pasajero del tiempo que debe cambiar las ilusiones de gozar la juventud por las satisfacciones adultas de adaptarse a lo que tiene, y en Victor o Victoria, un equ¨ªvoco tras otro, la esencia de la subversi¨®n hablando de sexos en ese Hollywood conservador que durante mucho tiempo le coron¨® como rey.
Ese individuo se llamaba Blake Edwards. No me gust¨® que transformara su careto en la vejez, ni que pareciera un millonario hortera, ni que se casara con Mary Poppins. Pero yo le amaba. Muertos Pollack y ¨¦l ?qui¨¦n va a reemplazar el genio y el esp¨ªritu de los hijos aut¨¦nticamente grandes de Hollywood?
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