?Qu¨¦ le pasa al alma de los progresistas?
Los conservadores ponen un precio a su alma 14 veces superior al que le ponen a la suya los progresistas. Literalmente. El profesor Jon Haidt mantiene desde hace meses una investigaci¨®n en la que pregunta a miles de personas por cu¨¢nto dinero firmar¨ªan un papel que dijera "vendo mi alma a quien encuentre este papel despu¨¦s de mi muerte". Los progresistas exigen 35.000 d¨®lares y los conservadores 500.000.
El pintoresco hallazgo de Haidt se completa con otros: los progresistas exigir¨ªan sustancialmente menos dinero que los conservadores por cocinar y comerse a su propio perro muerto por causas naturales o por someterse a una transfusi¨®n de sangre de un abusador de menores.
Esas preguntas son indicadores de una de las dimensiones que constituyen el ecualizador moral y pol¨ªtico de la gente: la dimensi¨®n Santidad. Los conservadores tienen un mayor aprecio por un supuesto orden trascendente de las cosas, no solo religioso. Son m¨¢s reticentes a la "contaminaci¨®n" de lo "natural", al mestizaje, a los experimentos cient¨ªficos.
La batalla por sus valores no deber¨ªa reducirse a la reivindicaci¨®n de protecci¨®n y justicia
Tampoco se pueden regalar a los conservadores la Autoridad y la Pertenencia
Adem¨¢s de puntuar m¨¢s alto que los progresistas en Santidad, los conservadores valoran tambi¨¦n m¨¢s la Autoridad y la Pertenencia, otras dos dimensiones del ecualizador moral del que todos estamos provistos desde que nacemos. M¨¢s temerosos del desorden, m¨¢s asustadizos en la incertidumbre, los conservadores valoran m¨¢s que los progresistas la existencia de una autoridad fuerte: por eso ellos exigen m¨¢s dinero por insultar a sus padres, aunque sea en broma, o por hacer un gesto insultante a un jefe o un profesor. Y con sentimientos m¨¢s gregarios sobre su naci¨®n o su etnia, los conservadores punt¨²an tambi¨¦n m¨¢s alto en Pertenencia, y exigen m¨¢s dinero por quemar en la intimidad una bandera de su naci¨®n o por apostar p¨²blicamente por el equipo deportivo rival, por ejemplo.
Los conservadores lo son porque estiman la autoridad clara, el respeto por las costumbres arraigadas en la tradici¨®n o la divinidad, el patriotismo y la identidad colectiva.
Digamos de paso que los progresistas no nos identificamos con los autoritarismos o populismos de izquierda porque no creemos que sean progresistas. Al recurrir al dogma comunista como fuente de inspiraci¨®n, al militarismo como expresi¨®n de la autoridad, al "patria o muerte" y al simbolismo cuasi religioso de Bol¨ªvar o Mart¨ª, l¨ªderes como Ch¨¢vez o Castro se convierten en l¨ªderes rabiosamente conservadores, por muy de izquierdas que se presenten.
El alma progresista, por tanto, tiene un problema de origen, y es que minusvalora elementos que son muy importantes paramucha gente, y que tienen que ver con el respeto por la autoridad, el sentimiento identitario, y la veneraci¨®n por unos ciertos principios trascedentes.
Esto no fue un problema para los progresistas del mundo entero cuando, a lo largo de la historia, defendieron sus causas apelando a los dos fundamentos morales en los que ellos s¨ª est¨¢n fuertes, las dos clavijas que a¨²n nos quedan en el ecualizador moral de la gente: la clavija de la Protecci¨®n y la clavija de la Justicia.
Los progresistas punt¨²an m¨¢s alto que los conservadores en la primera de ellas, en la de la Protecci¨®n. Exigen, tomando de nuevo un ejemplo de Haidt, m¨¢s dinero por pinchar con una aguja la mano de un ni?o desconocido, o por pegar un golpe a un perro en la cabeza. En materia de Justicia, sin embargo, tanto progresistas como conservadores punt¨²an igual, exigiendo un mill¨®n de d¨®lares por hacer cosas como robar a un pobre para hacer un regalo a un rico o firmar en secreto el compromiso de no contratar gente de una determinada raza en la empresa.
El alma progresista, en todo el mundo, durante toda la historia de la Humanidad, ha tenido siempre una fuerte componente de protecci¨®n de los seres humanos y de otras especies (y por tanto la solidaridad, la comprensi¨®n, la escucha, la democracia, la tolerancia...) y de defensa de la justicia (y por tanto la proporcionalidad de premios y castigos, la defensa de la igualdad de oportunidades y la extensi¨®n de derechos para todos).
De la distinta configuraci¨®n del ecualizador de conservadores y progresistas en estas cinco clavijas deriva tambi¨¦n la distinta concepci¨®n que unos y otros tienen de una sexta dimensi¨®n (que Haidt est¨¢ incorporando a su modelo): la de la Libertad.
Como los progresistas no estiman tanto la autoridad y s¨ª la justicia, punt¨²an alto en una concepci¨®n positiva de la Libertad: la libertad como estilo de vida, es decir, que cada cual haga lo que crea y quiera. Los conservadores punt¨²an alto, por el contrario, en Libertad negativa, en sentido de no intervenci¨®n: que el Estado no se meta en la vida de la gente, algo que los progresistas consideran necesario para promover la Protecci¨®n y la Justicia.
La narrativa progresista ha sido siempre, y siempre ser¨¢, de protecci¨®n y de justicia, por lo que son millones los que se desencantan con gobernantes que parecen haber renunciado a esos principios, sea manteniendo abierto Guant¨¢namo, extendiendo exenciones fiscales a los m¨¢s ricos o recortando ayudas a los m¨¢s d¨¦biles. El sometimiento a "los mercados", las agencias de valoraci¨®n o los bur¨®cratas de Bruselas no hace sino romper con la narrativa genuinamente progresista: la protecci¨®n y promoci¨®n de los d¨¦biles frente a los fuertes.
Casi todo puede explicarse con un marco m¨¢s bien progresista o m¨¢s bien conservador. Por ejemplo, exigir consentimiento paterno a una joven de 16 a?os para abortar -reforzar la autoridad- es conservador; garantizar que nadie, ni siquiera una madre o un padre, impone a una joven de 16 a?os la maternidad es progresista, porque se garantiza la protecci¨®n de la parte m¨¢s d¨¦bil. Aumentar la edad de jubilaci¨®n puede ser conservador -autoridad- y tambi¨¦n progresista -garantizar el mantenimiento de la protecci¨®n p¨²blica futura-.
Pero para que la gente lo vea de una u otra manera hay que defender los principios morales subyacentes desde el principio, no despu¨¦s. Conversando sobre el futuro de la izquierda, Tony Blair nos dec¨ªa hace algunas semanas en Nueva York que desconfi¨¢ramos de quien afirmara que "tenemos un problema de comunicaci¨®n" cuando lo que solemos tener es un problema de pol¨ªticas.
Yo creo que son las dos cosas. Los progresistas tienen el desaf¨ªo de hacer y enmarcar sistem¨¢ticamente sus pol¨ªticas como pol¨ªticas de protecci¨®n y justicia social, la protecci¨®n de los d¨¦biles frente a las fuertes. Esa es su m¨²sica. Y deben adem¨¢s mostrarse sensibles a la m¨²sica conservadora, para que el sonido llegue con un ecualizador de cinco clavijas y no solo de dos. Por eso deben demostrar que tambi¨¦n les importa la autoridad (y el m¨¦rito y la disciplina), la santidad (de todas las creencias, no solo de la dominante, lo que desespera frecuentemente a sus adversarios conservadores) y la pertenencia (no patriotera, sino patri¨®tica en el sentido m¨¢s noble del t¨¦rmino).
Los progresistas deber¨¢n fomentar el control de las instituciones p¨²blicas sobre las grandes corporaciones, las bolsas y los especuladores; promover el sentimiento de pertenencia a entidades nacionales y supranacionales, como Europa, en nuestro caso; respetar la presencia y el ejercicio de (todas) las religiones y creencias; exigir el respeto a la autoridad de la Ley igual para todos, sin excepci¨®n, y el premio al m¨¦rito y la disciplina. Mientras lo hacen, elevando las teclas de la Autoridad, la Pertenencia y la Santidad, deben mantener bien altas, c¨®mo no, las que le son m¨¢s familiares: las de la Protecci¨®n y la Justicia.
Har¨¢n as¨ª m¨²sica que los ciudadanos entender¨¢n y aplaudir¨¢n. Abandonar aquellos tres fundamentos morales es un error, pero es tr¨¢gico observar que algunos l¨ªderes progresistas parecen a veces renunciar directamente a los cinco.
Luis Arroyo es presidente de Asesores de Comunicaci¨®n P¨²blica y autor de El poder en escena.
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