Baudelaire
El a?o televisivo se resumi¨® a s¨ª mismo hace unos d¨ªas. CNN + cerraba y el espacio era ocupado por su nuevo propietario, Telecinco, que anunciaba con la contundencia de los hechos consumados que ese canal se utilizar¨ªa para una retransmisi¨®n continuada del programa Gran Hermano. Ll¨¢menlo GH +. No puede haber resumen m¨¢s tremendo de lo que significa el criterio econ¨®mico aplicado a los territorios televisivos.
A menudo los comentaristas de televisi¨®n caen en el des¨¢nimo o en la espesura depresiva. Para evitarlo, yo siempre me agarro a quien considero que mejor ha escrito de televisi¨®n, Clive James. Sol¨ªa decir que cualquiera que afirma que no le gusta la televisi¨®n, en realidad afirma que no le gusta el mundo en el que vive, porque la televisi¨®n no deja de ser eso, el mundo en el que vivimos. De ser cierto, no cabe duda de que la crisis econ¨®mica ha tra¨ªdo consigo un mundo peor. Su lado positivo ha sido ese: nos ense?¨® que lo que ten¨ªamos no eran tan despreciable como nos empe?¨¢bamos en pensar.
A principios de a?o a¨²n fantase¨¢bamos con que la crisis ser¨ªa una oportunidad para las reformas, para meter en cintura a los chiringuitos financieros, a los tramposos, a los jugadores profesionales con el ahorro ajeno. Ahora ya sabemos que esos tipos no solo no se llevaron la buena tunda que se merec¨ªan, sino que adem¨¢s nos dictan la medicina para sanarnos. Todo con un aire de chantaje o, por decirlo con estilo cinematogr¨¢fico, de oferta que no podemos rechazar.
Cerr¨® el canal EsMadrid, se abort¨® un canal cultural estatal, las cadenas expandieron por la TDT exactamente lo mismo que ya ofertaban en abierto. Las reacciones son lamentos al Sol, como si el consumidor no fuera culpable en parte de la oferta. Baudelaire escribi¨® aquel fragmento donde deja oler a su perro el perfume m¨¢s exquisito y este se aleja asqueado. Sabe que si le hubiera dado a olisquear un excremento apestoso el perro se habr¨ªa mostrado encantado. Y as¨ª el autor establec¨ªa un paralelismo salvaje con los gustos del p¨²blico, ese otro perro desagradecido. Puede que por anticipado Baudelaire estuviera hablando tambi¨¦n de la televisi¨®n. O, sencillamente, cuando uno habla de televisi¨®n, habla del g¨¦nero humano.
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