La crisis hunde a Costa de Marfil
El conflicto pol¨ªtico echa por tierra los logros econ¨®micos desde la guerra civil de 2003 - La intransigencia de los l¨ªderes amenaza con estancar el pa¨ªs
Sery, el recepcionista del Golf Hotel, responde al tel¨¦fono y no tarda en dar informaci¨®n sobre su ¨²nico cliente: "El se?or Ouattara es el que paga todo. S¨ª, es el ¨²nico hu¨¦sped. ?l y todos sus hombres. No hay sitio para nadie m¨¢s". Incluso si hubiese sitio, nadie podr¨ªa conseguir una habitaci¨®n estos d¨ªas en el establecimiento. Desde hace tres semanas, el lugar, un edificio de lujo en el barrio de la Riviera, junto al lago Ebri¨¦, es la fortaleza del hombre que, seg¨²n todas las misiones de observadores internacionales, gan¨® las elecciones el pasado 28 de noviembre a su rival, el actual presidente, Laurent Gbagbo.
A 30 minutos del aeropuerto de Abiy¨¢n, el cuartel general de Alassane Ouattara es un lugar inaccesible para los coches. Solo hay dos maneras de entrar en el hotel: andando, si uno es trabajador del mismo; o en helic¨®ptero, transporte reservado a los diplom¨¢ticos de Naciones Unidas o a los l¨ªderes africanos que estos d¨ªas han estado dialogando con Ouattara para darle su apoyo y negociar una salida pac¨ªfica al enquistado conflicto.
La violencia amenaza con ahuyentar a los nuevos inversores
"Antes todos los africanos quer¨ªan ser marfile?os", dice un comerciante
Esa soluci¨®n no ha llegado todav¨ªa, aunque los dos l¨ªderes empiezan a dejar las puertas entornadas por si acaso. Gbagbo dijo ayer, a trav¨¦s de su ministro de Asuntos Exteriores, Alcide Djedje, que levantar¨ªa el bloqueo al Golf Hotel siempre que los rebeldes que apoyan a Ouattara anunciaran su retirada. Por su parte, Ouattara, el dirigente apoyado por la comunidad internacional, trat¨® de calmar las aguas con unas declaraciones que negaban cualquier posibilidad de una guerra civil en Costa de Marfil.
Pese a los pasos adelante, los dos presidentes solo han dado muestras de que el conflicto puede prolongarse en el tiempo, algo que Gbagbo sabe manejar muy bien. Este profesor de historia, de 65 a?os, lleva gobernando Costa de Marfil desde hace diez a?os. Sus partidarios le ven como un hombre culto y dem¨®crata, un tipo abierto y de izquierdas. Nada que ver con la imagen de hombre calculador y corrupto que dibujan sus enemigos. Estos le definen como un l¨ªder africano m¨¢s con el s¨ªndrome del "Big man" (el Gran Hombre), una especie que abunda entre los Gobiernos de ?frica Occidental, el cl¨¢sico l¨ªder o ejecutivo que alterna un paternalismo rid¨ªculo hacia sus ciudadanos con la violencia y el desd¨¦n.
En cualquier caso, el conflicto de este mes no solo ha da?ado la imagen del pa¨ªs sino que amenaza con afectar tambi¨¦n a su econom¨ªa. La que pasa por ser la Alemania africana empezaba a recuperarse ahora de los a?os duros, entre 1999 y 2007, cuando las guerras entre el norte y el sur dejaron el pa¨ªs con ¨ªndices de desarrollo similares a los de otros pa¨ªses africanos. Antes de eso, el pa¨ªs era la joya del oeste africano. Desde el final de la guerra civil, en 2003, los continuos enfrentamientos se llevaron al traste la inversi¨®n extranjera y el crecimiento se estanc¨®, seg¨²n datos de la CIA. El repunte se produjo a partir de 2008, con un crecimiento del 2% que se convirti¨® en un 4% al a?o siguiente. Aunque la renta per c¨¢pita ha ca¨ªdo un 15% desde 1999, hab¨ªa razones para el optimismo. En 2006, los beneficios del petr¨®leo superaron en 300 millones de d¨®lares a los del cacao, hasta entonces la materia prima m¨¢s importante del pa¨ªs. El propio Gbagbo ha insistido varias veces en la necesidad de alcanzar una producci¨®n de 200.000 barriles de petr¨®leo diarios.
"Costa de Marfil ya no es tan envidiada como antes", asegura Abel, un vendedor de ropa en el mercado. "Mis padres ganaban dinero con el cacao y con el caf¨¦. A nosotros no nos queda nada y no vemos nada del petr¨®leo. Antes recib¨ªamos muchos inmigrantes porque la gente quer¨ªa ser marfile?a".
Los inversores extranjeros han vuelto a Costa de Marfil. Entre ellos muchos de los que se fueron en 2004, cuando los rebeldes acabaron pidiendo en Abiy¨¢n la expulsi¨®n de todo aquel que fuera occidental. Un escenario de violencia continua podr¨ªa hacer que muchos de los nuevos inversores acabaran por marcharse. Por ahora, el n¨²mero de personas muertas se eleva a 170, seg¨²n un informe de Human Rights Watch. De los 250 espa?oles que hay normalmente en Costa de Marfil, un centenar ha abandonado el pa¨ªs por la situaci¨®n que se vive en el pa¨ªs, especialmente desde mediados de diciembre.
Por ahora todas las propuestas m¨¢s pac¨ªficas proceden del exterior, de los l¨ªderes africanos, que presionan para que pueda alcanzarse una soluci¨®n diplom¨¢tica al conflicto. El primer ministro keniano, Raila Odinga, uno de los que ha visitado estos d¨ªas Abiy¨¢n, ha ofrecido una amnist¨ªa para Laurent Gbagbo si abandona el poder. "No ser¨¢ demandado judicialmente ni perseguido. Y en el caso de que quisiera quedarse en Costa de Marfil, se le autorizar¨ªa a dedicarse a sus asuntos", se?al¨® Odinga al llegar a Nairobi.
La CEDEAO (Comunidad Econ¨®mica de Estados de ?frica Occidental) no quiere tener que usar la fuerza armada en un a?o en el que se celebran varias elecciones en el continente, sobre todo Nigeria, pa¨ªs que controla la organizaci¨®n.
Los costamarfile?os, mientras tanto, siguen su vida normal esperando que los dos presidentes, uno en la sede del Gobierno y otro en el hotel Golf, salgan de sus torres de marfil y lleguen a un acuerdo que evite el hundimiento del pa¨ªs.
Elecciones igual a inestabilidad
Es a?o de elecciones en ?frica. Y eso suele significar inestabilidad. Nigeria, Ben¨ªn, Chad, Congo... y sobre todo Sud¨¢n, que este domingo afronta no unas elecciones, pero s¨ª un refer¨¦ndum hist¨®rico que determinar¨¢ si el sur cristiano se separa del norte musulm¨¢n tras d¨¦cadas de guerra.
Los pa¨ªses se llenar¨¢n una vez m¨¢s de observadores internacionales, de la ONU, de la UE, de la Uni¨®n Africana. Estos equipos suelen reconocer que ha habido fraude en algunos casos, extorsiones en otros, pero suelen dar por buenos los resultados y casi siempre alguien acaba ocupando el poder con el visto bueno de la comunidad internacional.
?Tienen sentido las elecciones cuyo recuento de votos no se puede asegurar plenamente? "S¨ª, claro que lo tienen", declara el periodista Doulay, de Fraternit¨¦ Matin, un peri¨®dico del Gobierno de Costa de Marfil. Doulay se?ala que la mayor¨ªa de pa¨ªses en ?frica llevan pocos a?os de democracia. "En los pueblos, la gente no entiende muchas veces que tiene que ir a votar, lo que eso significa, que es un derecho y que en cuatro a?os podr¨¢n cambiar al presidente. Claro que hay irregularidades, pero ?no las hubo al principio de las democracias de occidente?
Su an¨¢lisis no dista mucho del que hacen algunos. La mayor¨ªa sostiene que aunque sean periodos de inestabilidad, las elecciones est¨¢n permitiendo forjar las bases de una sociedad civil que poco a poco va aceptando pac¨ªficamente los resultados. Lo de Costa de Marfil se toma como un test que no ha sido superado y que poco a poco va perdiendo la atenci¨®n de occidente. Todos los ojos est¨¢n puestos ahora en lo que ocurra el pr¨®ximo domingo en el refer¨¦ndum de Sud¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.