La nostalgia es otra cosa
Ingenuamente quiero pensar que la publicidad, un negocio que utiliza monta?as de dinero en la seguridad de que ¨²nicamente puede venderse lo que recibe una adecuada promoci¨®n, no ha marcado mi existencia, que siempre he sentido rechazo intuitivo, visceral y racional hacia los sue?os que pretende vender y las edulcoradas mentiras con las que arropa sus mensajes. Tengo la arrogante convicci¨®n de que la mayor¨ªa de las cosas que compro o deseo no han sido publicitadas, que mi subconsciente y mi consciente se han resistido siempre con ¨¦xito a ser colonizados por ese incansable torrente de spots y de im¨¢genes que quieren venderme algo que ni necesito ni amo. Soy de los que apagan la televisi¨®n o le quitan el sonido a la radio cuando llegan los anuncios. De los que desconf¨ªan por principio de los tesoros que albergan esos productos que te asaltan impune y machaconamente en tu cotidianeidad.
TVE, convencida de que el desolado Jorge Manrique ten¨ªa raz¨®n al afirmar en las coplas a la muerte de su padre "como a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor", se ha inventado una serie, Los anuncios de tu vida, con la pretensi¨®n de que reconozcamos nuestro pasado a trav¨¦s de la historia de la publicidad espa?ola. El sonriente comunic¨®logo Campo Vidal es el conductor de ese repaso sociol¨®gico, psicol¨®gico y sentimental de nuestra evoluci¨®n mediante los anuncios que nos han bombardeado a lo largo de la vida. Utilizan el humor y la iron¨ªa para analizar el fen¨®meno. Imagino que tambi¨¦n explotan la nostalgia. Y me pregunto: ?Nostalgia de qu¨¦? A medida que se acerca el definitivo invierno, la memoria sentimental y l¨²dica puede consolarse con las sensaciones que te regalaron pel¨ªculas, libros y discos amados, con los cuerpos y los corazones que disfrutaste, con las risas que compartiste con los amigos, pero hay que estar muy tarado para asociar el esplendor en la hierba con los mensajes publicitarios que marcaron cada ¨¦poca de tu existencia. Es demasiado grosero, anacr¨®nico, kistch.
El universo de la publicidad solo me fascina cuando me lo muestra la serie Mad men, de imposible exhibici¨®n a partir de ahora en las televisiones p¨²blicas porque no hay un plano en el que los personajes dejen de fumar y de beber. Tambi¨¦n constatas la brillantez y creatividad de sus cerebros para vender cualquier cosa. Y yo, tan tonto, empe?ado en que soy invulnerable, en que solo compro lo que yo quiero.
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