Europa, una 'Victoria de Samotracia'
Para salvar nuestro Estado de bienestar, Espa?a debe redoblar los esfuerzos e inversiones en dos pol¨ªticas: la educativa y la cient¨ªfica de I+D. Estas dos estrategias requieren continuidad y, por lo tanto, consenso
Es una de las esculturas m¨¢s conocidas y m¨¢s hermosas que existen, y si uno visita el Museo del Louvre, es casi imposible que no la vea, porque se alza imponente en un rellano de la escalera de entrada, bien visible desde lejos. Sus casi dos metros y medio de altura, su t¨¦cnica de pa?os mojados que permite contemplar partes de su cuerpo como si estuviera desnuda y su impecable factura helen¨ªstica, la convierten en una pieza impactante... aunque no tenga cabeza. Precisamente por esta caracter¨ªstica, y tambi¨¦n por su antig¨¹edad y su perfecci¨®n t¨¦cnica, puede considerarse como una veros¨ªmil alegor¨ªa de la Vieja Europa.
Recientemente, Francia y Reino Unido firmaron un tratado de cooperaci¨®n militar que dedicaba m¨¢s espacio a precisar lo que no se contemplaba en ¨¦l que a exponer su contenido. El primer ministro brit¨¢nico, es decir, el actual sucesor de sir Winston Churchill, puso mucho ¨¦nfasis en aclarar, adem¨¢s, que el tratado en cuesti¨®n no pod¨ªa considerarse como un primer paso para la constituci¨®n de un Ej¨¦rcito europeo y, de hecho, el acto mismo de la firma ven¨ªa a reforzar la prioridad de la ?nueva? pol¨ªtica exterior brit¨¢nica de favorecer las relaciones bilaterales en detrimento de la dimensi¨®n comunitaria.
Resulta ingenuo esperar que "Europa" nos salve, como una especie de deus ex m¨¢china
Wikileaks confirma las peores sospechas sobre los l¨ªderes europeos en las embajadas de EE UU
La cobertura informativa de la firma de este tratado bilateral de defensa en la prensa de China, India o Jap¨®n fue m¨¢s que modesta: apenas se limitaba a reproducir unos sueltos de Reuters, quiz¨¢ porque a las opiniones p¨²blicas de los grandes pa¨ªses de Asia les resulta poco interesante lo que ocurre en cada uno de los numerosos y escasamente distinguibles Liliput europeos.
El mismo desinter¨¦s se ha podido detectar con motivo de los debates a los que hemos venido asistiendo sobre el rescate de la banca irlandesa, asunto que en este peque?o continente hemos vivido como trascendental, frente al escaso entusiasmo que aparentemente ha demostrado el resto del mundo.
Nada de esto ser¨ªa especialmente preocupante si sus consecuencias afectasen solo a la autoestima o al narcisismo de los europeos, pero si consideramos que Europa se enfrenta, como el resto del mundo, al calentamiento global, a la insuficiencia de recursos h¨ªdricos y alimentarios, quiz¨¢ a una pr¨®xima gran crisis energ¨¦tica, al envejecimiento de la poblaci¨®n, a un desarrollo que sea realmente sostenible, a posibles oleadas de grandes movimientos migratorios, al crimen y al terrorismo internacionales, a la falta de liderazgo y competitividad y a otros problemas de gran envergadura, que exigen respuestas igualmente complejas y ambiciosas, entonces el modelo descabezado de la Victoria de Samotracia resulta claramente insuficiente.
Ortega pudo decir hace casi un siglo que Espa?a era el problema y Europa la soluci¨®n, pero aquel eficaz eslogan regeneracionista del fil¨®sofo madrile?o ha ido perdiendo gran parte de su vigencia con el paso de los a?os. Pensemos si no, por ejemplo, en que los discutibles rankings globales de las universidades sit¨²an a las espa?olas en posiciones no muy honrosas, pero tampoco son como para echar cohetes los puestos que ocupan la Sorbona, la Sapienza, Heidelberg o Uppsala; solo Oxford y Cambridge se salvan.
Otros¨ª, el n¨²mero de solicitudes de patentes de origen chino supera ya al de todos los pa¨ªses europeos juntos y, entretanto, aqu¨ª nos pasamos el rato discutiendo si la Oficina Europea de Patentes debe imponer la traducci¨®n de las solicitudes a una docena de lenguas, o solo a cinco, o solo a tres, mientras nuestra diplomacia se encocora y desmelena porque se va a excluir el espa?ol, una lengua que, no se olvide, es responsable de apenas el 1% de las solicitudes europeas de patentes.
Es posible que Wikileaks, ese fascinante instrumento de autodefensa de los peatones de la globalizaci¨®n, no nos haya descubierto nada realmente nuevo, pero ha confirmado nuestras peores sospechas: los obsecuentes l¨ªderes europeos, sean pol¨ªticos, judiciales, intelectuales, sindicales, militares o religiosos, han estado acudiendo durante a?os a las respectivas embajadas norteamericanas para informar, cotillear o dejarse presionar a cambio de poco m¨¢s que unas palmaditas en el hombro, o unos canap¨¦s de salm¨®n.
Cuentan que Stalin, irritado con la viuda de Lenin porque disent¨ªa de alguna sus propuestas, le espet¨® en una reuni¨®n del Comit¨¦ Central: "Kr¨²pskaia, si insistes en llevarme la contraria, nombro a otra viuda oficial de Lenin". Algo as¨ª ha hecho recientemente China, improvisando un premio de la paz alternativo al Nobel, irritada porque el Parlamento noruego le ha llevado la contraria. Ocurre que entonces Stalin ten¨ªa el poder, como ahora lo tiene China, y por lo tanto no tiene por qu¨¦ seguir d¨®cilmente los dictados culturales o pol¨ªticos europeos, ya que puede permitirse crear modelos alternativos para casi todo lo que ha significado Europa.
Lo malo es que en la frase "todo lo que ha significado Europa" van incluidas nuestras vacaciones pagadas, nuestras pensiones, nuestra libertad de expresi¨®n, nuestro sistema sanitario p¨²blico, es decir, todas nuestras conquistas sociales y nuestros valores democr¨¢ticos y ¨¦ticos, nuestras referencias culturales y nuestra forma de vida, "nuestro Estado de bienestar".
Recurriendo de nuevo a Lenin, podr¨ªamos preguntarnos pues, ?qu¨¦ hacer?
Parece obvio que ante una situaci¨®n tan compleja como la que afrontamos y ante problemas de tanta envergadura, no caben soluciones simples, y que resulta cuando menos ingenuo esperar que "Europa" nos salve, como una especie de deus ex m¨¢china o de san Jorge en caballo alado y lanza en ristre.
En estas circunstancias dir¨ªamos que, para empezar, puede resultar metodol¨®gicamente ¨²til distinguir entre lo urgente y lo importante. Para lo primero, apenas caben otras respuestas que las salidas apagafuegos, como de bomberos tocando la sirena, que vienen practicando los distintos Gobiernos europeos. Aparentemente, poco m¨¢s se puede hacer de lo que se est¨¢ haciendo.
Para lo segundo, es decir, para lo importante, no parece descaminado que haya que redoblar los esfuerzos, y por lo tanto las inversiones, como m¨ªnimo en dos pol¨ªticas: la educativa y la de I+D. Espa?a, en efecto, no puede permitirse el lujo de seguir dedicando tan escasos recursos a educaci¨®n y a investigaci¨®n y desarrollo, porque como estamos comprobando ahora en pleno desconcierto generalizado, los empleos, especialmente los menos cualificados, se destruyen en tiempos de crisis por centenares de miles.
Es imprescindible, por lo tanto, que el pa¨ªs se plantee como objetivo a medio plazo que absolutamente todas las personas que acaben su educaci¨®n obligatoria sean capaces de redactar correctamente un texto en espa?ol; de entender y hacerse entender como m¨ªnimo en una lengua extranjera; de poseer los conocimientos m¨ªnimos en matem¨¢ticas y la cultura cient¨ªfica indispensable para entender el mundo en que vivimos, o de conocer la geograf¨ªa, la historia o la literatura m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de su propia comunidad aut¨®noma. E igual en la educaci¨®n secundaria, y en la universitaria, hoy en d¨ªa manifiestamente mejorables ambas, por no hablar de las ense?anzas de tercer ciclo, frecuentemente escol¨¢sticas, rutinarias y vicarias de lo que se ense?a m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras.
En ambas pol¨ªticas habr¨ªa que hacer una especie de Pactos de la Moncloa entre todas las fuerzas parlamentarias y las fuerzas sociales, que impidiese la financiaci¨®n espasm¨®dica que se le viene aplicando desde siempre, y que consiste en ef¨ªmeras alegr¨ªas presupuestarias en las fases alcistas del ciclo econ¨®mico y recortes desconsiderados y "sin complejos" en las fases descendentes. Aquellos constituyeron nuestra supervivencia, estos garantizar¨¢n nuestro futuro
Estas dos pol¨ªticas, la educativa y la cient¨ªfica, no solo necesitan m¨¢s recursos, sino, muy especialmente, necesitan continuidad y consenso pol¨ªtico. Por lo dem¨¢s, en vez de esperar como el Ortega de los a?os veinte del siglo pasado a que nos llegue de Europa la soluci¨®n a nuestras carencias y desdichas, quiz¨¢ deber¨ªamos proponernos nosotros mismos contribuir m¨¢s y mejor a definir las pol¨ªticas europeas, porque, seg¨²n parece, la llamada Uni¨®n Europea, como la Victoria de Samotracia, no destaca por su cabeza.
Carlos Mart¨ªnez A. y Javier L¨®pez Facal son profesores de Investigaci¨®n del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.