Manolillo y los bomberos
Desde que el mundo es mundo, los ni?os que so?aban con ser escritores eran los rarillos. Una rareza que no se apreciaba, porque ya se encargaban esos ni?os fantasiosos de que nadie descubriera su diferencia. En este aspecto las cosas no han cambiado. T¨² preguntas en una clase, "?a alguien le gusta escribir?", y las criaturas bajar¨¢n la cabeza como si hubieras preguntado qui¨¦n se masturba o algo parecido. Tal vez un alumno decida romper la tensi¨®n se?alando a una compa?era, "¨¦sta escribe poes¨ªas", y lo m¨¢s probable es que la pobre enmudezca, deseando que sus compa?eros se olviden pronto de su tara. El ni?o que escribe es el rarillo. La ni?a, la rarilla. Porque en la ni?ez la destreza para la acci¨®n tienen mucho m¨¢s prestigio que las dotes reflexivas. Algunos maestros me han dicho que hay ni?os que aspiran a ser z¨¢nganos de Gran Hermano. En fin, cada generaci¨®n ha dado su camada de z¨¢nganos, ahora, adem¨¢s, tienen programa en la tele. Pero quiero creer que siguen respondiendo a un primitivo impulso heroico que les hace querer curar, ganar carreras, salvar vidas, pilotar aviones, vencer a un enemigo, perseguir al malo. Y todo eso con un uniforme, si es posible. La otra noche, por esos regalos inesperados que te concede la vida, me vi viajando en un microb¨²s con seis bomberos de Huelva y un ni?o. ?bamos a la entrega de premios del programa El p¨²blico lee, que de manera tan inteligente presenta Jes¨²s Vigorra. Los bomberos recib¨ªan el premio por su labor de rescate en cat¨¢strofes y el ni?o, Manuel Camacho, el que se le otorgaba a la pel¨ªcula Entre lobos. Manolillo, como as¨ª lo llamaba su madre, iba fascinado, como el ni?o Jes¨²s entre los doctores, pregunt¨¢ndoles por tsunamis, terremotos y derrumbamientos. Quer¨ªa saber con detalle c¨®mo era eso de salvar a otros ni?os como ¨¦l, de diez a?os, o a uno mucho m¨¢s chico de Hait¨ª que ¨¦l hab¨ªa visto en la tele, un ni?o con una entereza de adulto que, despu¨¦s de que el perro de rescate hubiera se?alado el lugar exacto donde hab¨ªa sido sepultado, esperaba paciente a que los bomberos procedieran a desescombrar el lugar y devolverlo a la vida. Yo cerraba los ojos y me dejaba llevar por las voces: la del ni?o Manuel, excitado por estar entre hombres que salvan ni?os; las de los bomberos, que iban contestando con la buena disposici¨®n de quienes aman su oficio y disfrutan cont¨¢ndolo. Los ni?os adoran a los bomberos. Las mujeres, por otras razones, tambi¨¦n. Con el tiempo supe que los gays adoraban a los bomberos por las mismas razones que las mujeres. En realidad, la curiosidad hacia los equipos de rescate es general, porque qu¨¦ pocos son los adultos que finalmente hacen realidad los sue?os heroicos que tuvieron de ni?os. Una vez que todas las muchachas de la fiesta se hicieron fotos con ellos, me acerqu¨¦. Lo bueno de tener esta p¨¢gina, de haber cumplido el deseo secreto de la ni?a rarilla que fui, es que tengo la excusa perfecta para colarme en las vidas ajenas, y as¨ª, de la misma manera que hab¨ªa hecho Manolillo en el microb¨²s, me col¨¦ en el corro formado por Luis Felipe, Antonio Zunino, Javier, Florentino y Antonio Bandera. Cinco hombres que se sent¨ªan un poco extra?os dentro de su uniforme de fiesta: americana azul con botones dorados. Sobre la inmensa espalda de uno de ellos colgaban largas rastas que, en las horas de faena, enrolla dentro del casco de bombero. A diario cumplen un trabajo m¨¢s o menos mon¨®tono, pero se movilizan en cuanto ocurre una cat¨¢strofe al otro lado del mundo y, dependiendo de los donativos que reciban para correr con los gastos del viaje, ponen en marcha un destacamento mayor o menor. Dedicaron el premio a esos perros que cumplen un papel fundamental en la tarea. Educados para amar al ser humano, esos animales, no importa su raza, son capaces de dejarse la vida con tal de se?alar un punto donde perciben la presencia de un enterrado vivo. Hace tiempo se les entrenaba premi¨¢ndoles con comida, m¨¢s tarde se descubri¨® que la recompensa afectiva les incentiva a¨²n m¨¢s que la golosina. No dejan que sus perros tengan malas experiencias con humanos, porque el secreto de su entrega en el rescate est¨¢ en que piensen que todo humano es siempre un amigo. Cada bombero convive con su perro. El grado de colaboraci¨®n entre ellos es tal que pronunciaron el nombre de todas sus mascotas. Esto s¨®lo puede parecer pueril a quienes no sean capaces de calibrar hasta qu¨¦ punto es posible la camarader¨ªa entre un animal y un hombre o no se detengan a pensar que el resultado de esa cuidadosa convivencia es la salvaci¨®n de un ser humano. Estos hombres viajan a distintos pa¨ªses para entrenar a otros bomberos en su especialidad de rescate. En Hait¨ª colaboraron con colegas peruanos. Salvaron a veinte personas. La idea es que cuanto m¨¢s cerca de la tragedia haya bomberos expertos m¨¢s se acorta un tiempo que puede ser fatal en la vida de un sepultado. Uno de los bomberos me pidi¨® que me hiciera una foto con ¨¦l. Para mi novia, dijo, que te sigue. Y yo pens¨¦, el tiempo diluye las diferencias: aqu¨ª est¨¢ uno de aquellos ni?os de acci¨®n que persigui¨® el sue?o de ser heroico, y aqu¨ª, una de esas rarillas que quer¨ªa escribir. Ellos, los audaces, act¨²an; nosotros, los medrosos, contamos su historia.
Hay ni?os que aspiran a ser z¨¢nganos de 'Gran Hermano'. Esta camada de z¨¢nganos hasta tiene programa en la tele El resultado de la camarader¨ªa entre un animal y un hombre puede ser la salvaci¨®n de un ser humano
El resultado del a camarader¨ªa entre un humano y un animal puede ser la salvaci¨®n de un ser humano
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