Jubilaciones
Cuando hace dos semanas alert¨¦ aqu¨ª contra el clima de temor que nos embargaba, poco pod¨ªa imaginar que la atm¨®sfera cambiar¨ªa de signo en pocos d¨ªas. Como por arte de magia, la presi¨®n acreedora se ha disipado, la deuda p¨²blica se vende m¨¢s barata, la prima de riesgo ha descendido y hasta el Ibex 35 ha vuelto a remontar. Es la ducha escocesa que aqu¨ª glosaba Vidal-Folch el jueves pasado. Y aunque pueda no durar demasiado, bienvenida sea esta bocanada de esperanza, pues la necesitamos para recuperar la confianza en nuestro pa¨ªs.
Bajo este nuevo clima de optimismo se ha creado la expectativa de que por fin se pueda llegar a alcanzar un amplio acuerdo social, con ambici¨®n de pacto de Estado, en torno a las reformas estructurales pendientes (pensiones, negociaci¨®n colectiva, reforma laboral, etc¨¦tera) que comprometa a las cinco variables de la ecuaci¨®n: Gobierno, oposici¨®n, autonom¨ªas, patronal y sindicatos. Pero su debida cooperaci¨®n no es segura en todos los casos. Tras la sustituci¨®n de D¨ªaz Ferr¨¢n, hoy su sucesor, Juan Rosell, parece haber cambiado la cultura negociadora de la CEOE, que se muestra constructivamente dispuesta a facilitar de buen grado todos los compromisos. Por aqu¨ª nada que temer.
Bienvenida sea esta bocanada de esperanza, pues la necesitamos para recuperar la confianza
Tambi¨¦n el l¨ªder de la oposici¨®n podr¨ªa cooperar, pues aunque su partido propenda a la confrontaci¨®n populista, Rajoy sabe que si las dem¨¢s partes firman el acuerdo ¨¦l no se podr¨¢ negar, pues quedar¨ªa como un irresponsable y eso no le conviene en a?o electoral. As¨ª que, como viene insinuando desde su declaraci¨®n de fin de a?o, Rajoy firmar¨¢ aunque lo haga con la boca peque?a y protestando. Respecto a las autonom¨ªas, encabezadas por la m¨¢s poderosa de todas, Catalu?a, tambi¨¦n se resistir¨¢n tratando de vender muy cara la prerrogativa de endeudarse que detentan como si fuese un derecho adquirido. Pero esperemos que su resistencia no sobrepase la ret¨®rica victimista.
Y en tal caso solo quedar¨¢n los sindicatos como ¨²nico obst¨¢culo, y a la vez condici¨®n sine qua non, para poder llegar al necesario acuerdo social. El veto sindical es la espada de Damocles que pende sobre la cabeza del Gobierno, quien necesita la firma del acuerdo social para poder legitimar ante sus bases electorales las reformas estructurales a las que se ha comprometido ante sus socios europeos y ante sus acreedores financieros. Un veto sindical, cifrado en su negativa a asumir la prolongaci¨®n en dos a?os de la edad de jubilaci¨®n, que la irracional intransigencia de sus l¨ªderes les lleva a mantener a ultranza, contra todas las evidencias objetivas que la hacen imprescindible. Defender la sacralizada cifra de los 65 a?os es un error, y los sindicatos lo saben (como tambi¨¦n lo sabe el PP). Y si la mantienen como intocable es por puro populismo demag¨®gico, al que se acogen para fidelizar a sus menguantes bases excitando sus bajas pasiones contra el Gobierno designado culpable de todos los males (igual que hace el PP).
Hay dos razones fundamentales que exigen retrasar hasta los 67 o m¨¢s a?os la edad de jubilaci¨®n. La primera es interna al sistema espa?ol de pensiones, dada la evoluci¨®n de la estructura de edades de nuestra poblaci¨®n activa. Desde el viernes sabemos que las cuentas de la Seguridad Social empiezan a desequilibrarse a causa del paro. Pero adem¨¢s, a partir de 2020, el sistema ser¨¢ fuertemente deficitario en cuanto empiece a jubilarse la primera generaci¨®n del baby boom. Por eso hay que reformarlo desde ahora mismo, ya que su reconversi¨®n gradual precisa 15 a?os para poder aplicarse. La otra raz¨®n es externa, pues afecta a nuestro cr¨¦dito internacional: ?c¨®mo nos van a comprar deuda p¨²blica nuestros acreedores si sospechan que en el futuro el Tesoro espa?ol tendr¨¢ que dedicarse a cubrir el descubierto del sistema de pensiones? De ah¨ª la necesidad ineludible de elevar la edad de jubilaci¨®n para poder sanear la financiaci¨®n futura del sistema. Pero claro est¨¢, esto lo saben perfectamente los sindicatos (y tambi¨¦n el PP). Pese a lo cual, se oponen con irresponsable obstinaci¨®n.
?C¨®mo se les podr¨ªa convencer para que transijan con el m¨¢s elemental principio de realidad? Hay una posibilidad, y es ofrecerles aceptar su otra reivindicaci¨®n: que la edad de jubilaci¨®n no sea obligatoria sino voluntaria (lo que resulta mucho m¨¢s constitucional, pues evita la discriminaci¨®n de edades), dejando los 67 a?os como un objetivo a alcanzar en el futuro con incentivos flexibles. Un argumento plausible y plenamente leg¨ªtimo que apoyo desde hace tiempo, pues defiendo la libertad personal de elegir la edad de jubilaci¨®n tanto para adelantarla (si el trabajo es alienante) como para retrasarla (si es enriquecedor). Es el derecho que acaba de reconocerse en el liberal Reino Unido. ?Acaso la Espa?a socialdem¨®crata no puede hacer otro tanto?
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