List¨ªn y listas
Uno de los rituales de principios de a?o es la actualizaci¨®n o el cambio del list¨ªn telef¨®nico. El anterior est¨¢ ajado y lleno de tachaduras, hay que ir pasando en limpio, a una libreta flamante, la lista de las personas con las que uno tiene o puede tener contacto.
Quiz¨¢ esta vieja costumbre, tan fastidiosa que se suele posponer de a?o en a?o hasta que la agenda o el list¨ªn ofrece a la mirada una impresi¨®n de desorden ca¨®tico, que parece reflejo de otro desorden en la conciencia del usuario, est¨¦ siendo simplificada con el uso tan extendido del ordenador; seguramente es m¨¢s pr¨¢ctico, por lo menos en las oficinas y en el ¨¢mbito laboral, llevar esas listas en un documento electr¨®nico, del que peri¨®dicamente, por si las moscas, es prudente hacer copia.
Los listados apelan a la magia. Casi todos ellos tienen algo sugestivo
En ese ¨¢mbito electr¨®nico todas las inscripciones son parejas, reina un orden astral en la lista, los nombres son borrados limpiamente sin dejar huella o se van incorporando paulatinamente con el paso de los d¨ªas como si hubieran estado ah¨ª desde el primero.
Pero son muchos los que todav¨ªa siguen llevando el list¨ªn manuscrito, y a principios de a?o siguen pas¨¢ndolo a limpio con el prop¨®sito de ganar en operatividad y se asombran cuando encuentran un nombre, con su n¨²mero, que cre¨ªan no tener porque una vez lo buscaron y no lo encontraron en ese mismo list¨ªn, y dudan si eliminar a "Alberto Fern¨¢ndez" de la nueva lista -"al fin y al cabo, no le llamo nunca"-, descartan a "Neus Nogueral" ("en el fondo no me cae bien"), se quedan un momento pensativos ante el nombre y tel¨¦fono de otro que muri¨®, y se preguntan con vaga intriga qui¨¦n ser¨ªa esa "Marta" cuyo nombre figura ah¨ª, fue escrito con consciencia por la propia mano, pero no despierta ning¨²n eco en la memoria. ?Qu¨¦ experiencia retrospectiva!
Las listas apelan a la magia. En la literatura la m¨¢s c¨¦lebre es, claro est¨¢, la del escrutinio de los libros en el Quijote, donde por personaje interpuesto Cervantes decide qu¨¦ novelas de caballer¨ªa hay que echar a la hoguera y cu¨¢les pueden salvarse, y unos cuantos siglos antes, el cat¨¢logo de las naves de los aqueos y dem¨¢s pueblos que han venido al asedio de Troya, y las reiterativas e interminables listas de los guerreros que en cada batalla y en cada escaramuza son muertos por los h¨¦roes H¨¦ctor, Diomedes, Aquiles, Ayax, etc¨¦tera: "Patroclo mat¨® a Sol¨®n y a Pirecmes y a Aeriloco, y luego mat¨® a Anficlo...". Son p¨¢ginas sobrecogedoras en su monoton¨ªa, extraen su horror del fr¨ªo enunciado de nombres y linajes a los que suele acompa?ar la menci¨®n del lugar por donde entra el acero letal y la resonancia met¨¢lica de los cuerpos de los guerreros al caer al suelo.
Casi todas las listas tienen algo sugestivo, con la destacada excepci¨®n de las de nombres masculinos y femeninos que confeccionan las parejas que van a tener un beb¨¦ y con las que aburren a sus amigos, durante largas semanas: "Hab¨ªa pensado en Borja, en Sergio, en Iker y en Pau, pero los hemos descartado. ?T¨² qu¨¦ prefieres, Marc o Quim? A m¨ª Quim me gusta, pero a mi mujer no. ?Y ?scar? ?Te gusta ?scar? suena bien, ?no?", etc¨¦tera.
Las listas de nombres de ni?os, lo reitero, salvo que incluyan Judas, Ca¨ªn y Abundio, carecen de inter¨¦s hasta que las criaturitas est¨¦n escolarizadas. Entonces s¨ª. Recu¨¦rdese la lista de nombres femeninos, grabados en los bancos de la Universidad de Salamanca, al final del poema de Unamuno: "Teresa, Soledad, Mercedes/ Carmen, Olalla, Concha, Blanca o Pura,/ nombres que fueron miel para los labios/ brasa en el pecho". Recu¨¦rdese la emoci¨®n de Humpert Humpert al leer la lista de los condisc¨ªpulos de Lolita, que all¨ª figura como "Dolores Haze". Al maldito H. H. esa columna de nombres le parece un poema delicioso. Evidentemente, como es propio del autor, est¨¢ compuesta de manera que sea euf¨®nica y evocadora, pero quiz¨¢ todas las de este g¨¦nero lo son, a juzgar por la facilidad con que las recitan algunos de nuestros antiguos compa?eros de colegio cuando nos los encontramos fortuitamente en alguna pasteler¨ªa, comprando un tortell, como pasa d¨ªa s¨ª d¨ªa no. ?O usted, lector, no compra tortell? ?Ni de nata ni de crema?
En la p¨¢gina 43 del Informe de Alemania en el a?o 1943, Helmut von Moltke incluye los nombres y las penas de los condenados con ¨¦l por subversi¨®n contra Hitler. En clave de ficci¨®n una lista muy parecida aparece en la p¨¢gina final de Reencuentro, de Peter Uhlman, donde el ¨¢lter ego del autor (jud¨ªo) reconoce el nombre de un amigo (ario) por quien cre¨ªa haber sido abandonado y que resulta que era un justo.
Tengo la lista de los p¨¢jaros del Ampurd¨¢n que hizo Pla (Imatge Josep Pla, p¨¢g. 107). Tengo muchas listas literarias, casi una lista de listas. ?Y usted, lector, recuerda alguna? Su aportaci¨®n ser¨¢ bienvenida en museosecreto@hotmail.com.
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