Un fantasma en las cumbres
Julian Assange y Wikileaks suscitan en Davos un debate sobre transparencia y confidencialidad entre diplom¨¢ticos, intelectuales y periodistas
Julian Assange es el fantasma de Davos. No est¨¢ porque no fue invitado. Y no fue invitado porque est¨¢ procesado por la justicia sueca y pendiente de la brit¨¢nica sobre su extradici¨®n. El Foro Econ¨®mico Mundial, que se re¨²ne anualmente a finales de enero en los Alpes Grisones, ha conseguido mantenerse en forma durante 40 a?os precisamente porque en cada ocasi¨®n ha sabido invitar a los personajes m¨¢s expresivos y decisivos de cada ¨¦poca. Pero esta ausencia no ha mermado la presencia de Wikileaks en los debates davosianos, la controversia sobre la idea de transparencia que tienen los militantes de este tipo de organizaciones y la discusi¨®n sobre las consecuencias de las filtraciones en la pol¨ªtica, la diplomacia y el periodismo. Al contrario, ha sido un acicate estimulado notablemente por la publicaci¨®n, justo en los mismos d¨ªas, de un largo art¨ªculo del director del New York Times, Bill Keller, consagrado ¨ªntegramente a explicar sus relaciones con Assange.
Con Wikileaks hay cambios en la forma de conducir la diplomacia
Las filtraciones tuvieron un papel decisivo en la ca¨ªda de Ben Ali
Jeff Jarvis, gur¨² 'bloguero', solicit¨® la transparencia total de informaci¨®n
Los periodistas defienden el filtro de responsabilidad profesional
Dos han sido las mesas redondas directamente dedicadas a Wikileaks, ambas organizadas bajo las llamadas reglas de Chatham House (edificio londinense donde se aloja el Royal Institute of International Affairs), que permiten utilizar el contenido de las conversaciones pero no atribuir conceptos ni citar frases. La primera, una cena moderada por el editor (publisher) del New York Times, Arthur Sulzberger, en la que el gur¨² de los blogueros Jeff Jarvis solicit¨® infructuosamente la transparencia total y la anulaci¨®n de la regla de reserva: lo cuento porque ¨¦l mismo ya lo ha contado en su blog. Y la segunda, un taller de debate moderado por el periodista brit¨¢nico Nick Gowing, que abri¨® la sesi¨®n exhibiendo ostensiblemente el peri¨®dico con el art¨ªculo de Keller ante los asistentes: no le cito, meramente explico su gesto. Los t¨ªtulos de ambas sesiones son suficientemente expl¨ªcitos: Confidencialidad o transparencia: el dilema de Wikileaks y La diplomacia en la era digital.
Veamos este ¨²ltimo tema con un tercer elemento que ha venido a enriquecer el debate, al menos en Davos: el gran filtrador ya no est¨¢ solo. La filtraci¨®n de 1.500 documentos de todo tipo (mapas, minutas de conversaciones, powerpoints, protocolos...) sobre las negociaciones entre israel¨ªes y palestinos a la cadena de televisi¨®n catar¨ª Al Yazira y al diario brit¨¢nico The Guardian abre muchos interrogantes sobre las valoraciones realizadas por Assange sobre la trascendencia hist¨®rica de su labor. Entre los polit¨®logos y diplom¨¢ticos presentes en Davos no hay muchas dudas sobre el pecado de exageraci¨®n en que ha incurrido Assange, de forma que su cablegate puede que sea la mayor filtraci¨®n de la historia en n¨²mero, en variedad de los temas y en pluralidad de pa¨ªses afectados, pero no lo es en calibre pol¨ªtico e hist¨®rico. Muchos son los que piensan que esta filtraci¨®n palestina es la palada definitiva a un proceso de paz que ya estaba muerto y en todo caso un golpe para Mahmud Abbas del que dif¨ªcilmente se recuperar¨¢.
Recordemos el tweet de Wikileaks en el que anuncia la filtraci¨®n hist¨®rica: "los pr¨®ximos meses veremos un nuevo mundo, en el que la historia global quedar¨¢ redefinida". Algunas valoraciones entran a fondo: no hay cambio alguno en las relaciones internacionales, tampoco en la pol¨ªtica exterior estadounidense, y en todo caso s¨ª los hay -y estos de enorme calado- en la forma de conducir la diplomacia y en la comunicaci¨®n entre los gobiernos y entre estos y los ciudadanos; pero incluso estos cambios son anteriores y m¨¢s consistentes que una mera filtraci¨®n, por masiva y trascendental que sea.
Es muy interesante conocer de boca de ministros, secretarios de Estado y embajadores de todo el mundo c¨®mo se comunican actualmente a trav¨¦s de m¨®viles, sms o mensajes de texto; c¨®mo estos nuevos medios influyen en las relaciones internacionales; hasta qu¨¦ punto rebajan las barreras de seguridad ante el espionaje o la filtraci¨®n; y, sobre todo, c¨®mo contrasta el nuevo mundo digital con unas estructuras, normas de trabajo y h¨¢bitos modelados hace m¨¢s de un siglo y medio. Es posible que los cables del Departamento de Estado representen un momento decisivo de toma de conciencia sobre este cambio, pero es amplio el consenso respecto a que no significa el momento del cambio mismo. Junto a las cr¨ªticas a la exageraci¨®n en las valoraciones y en las reacciones, hay que notar algo en lo que todo el mundo est¨¢ de acuerdo, en Davos al menos, sin necesidad de ampulosas declaraciones hist¨®ricas: las filtraciones han tenido un papel decisivo en el derrocamiento del dictador tunecino Ben Ali y en la ignici¨®n de la revoluci¨®n democr¨¢tica ¨¢rabe.
Regresemos ahora al primer tema, el dilema entre confidencialidad y transparencia, junto a la aparici¨®n de un nuevo actor, tan activo como Assange, aunque menos misterioso y pol¨¦mico, como es el disidente y despedido de Wikileaks, Daniel Domscheit-Berg, que ha contado en Davos su proyecto de Openleaks. Domscheit est¨¢ en el partido de la transparencia, enfrentado al partido del control cl¨¢sico del poder (accountability). Los periodistas, en medio, defendemos el derecho a publicar las informaciones relevantes, algo que viene favorecido por la transparencia y contribuye al control del poder; pero con el filtro de la responsabilidad profesional.
Sospechamos de la transparencia absoluta, defendida por el partido de la disrupci¨®n (eufemismo de moda por la subversi¨®n o la revoluci¨®n de anta?o), como de la defensa del secreto oficial por defecto (todo lo que no ha sido autorizado es secreto), defendida por el partido de la confidencialidad. Y sospechamos de quien no quiere aplicarse a s¨ª mismo la transparencia que predica: Wikileaks y Assange, en concreto, como sucede con otras ONG, de otra parte. Domscheit pretende superar este problema con un instrumento para recoger filtraciones que sea neutro y no sometido a caprichos personales. Habr¨¢ que esperar y ver.
No termina aqu¨ª el debate. Activistas y funcionarios quisieran conceptos cortantes: de transparencia absoluta los primeros o de reglamentaci¨®n y ordenamientos detallados los segundos. Los intelectuales y los periodistas saben que la vida est¨¢ hecha de negociaciones y de pactos: hay que optar entre valores y aceptar gradaciones del mal, en vez de la ambici¨®n arcang¨¦lica que se erige en defensora del bien absoluto. Y m¨¢s en concreto: unos entienden que estos dilemas s¨®lo afectan a los poderes p¨²blicos; otros, el estadounidense Jeff Jarvis por ejemplo, que a quien m¨¢s afecta es a los consumidores ante las empresas privadas, las que menos practican la transparencia.
Pero nadie como Bill Keller ha contado la actitud de los periodistas, en su extensa y extraordinaria narraci¨®n sobre sus relaciones con Assange, le¨ªda con fruici¨®n por los davosianos implicados en el debate. Ah¨ª est¨¢ todo. Est¨¢n los criterios y valores del periodismo, y m¨¢s en concreto del periodismo estadounidense, celoso de la protecci¨®n constitucional que goza y que lo ha convertido en el mejor del mundo y de la historia. Y ah¨ª est¨¢ tambi¨¦n un nuevo y sabroso retrato de Assange, de imposible resumen en pocas l¨ªneas, pero que se sintetiza en su descripci¨®n como "un personaje de las intrigas de Stieg Larsson, un hombre que podr¨ªa aparecer como h¨¦roe o villano en una de sus novelas suecas donde se mezclan la contracultura hacker, la conspiraci¨®n de alto nivel y el sexo como entretenimiento y como violaci¨®n".
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