La maldici¨®n b¨ªblica
Espa?a envejece. Es verdad que unos envejecen m¨¢s que otros porque los hay que parecen empe?ados en avejentarse a marchas forzadas mientras que otros ofrecen resistencia y logran retener m¨¢s la juventud. Es una cuesti¨®n de actitud. Por muy inexorable que sea el proceso vital quien mantiene el ¨¢nimo y el f¨ªsico en forma siempre aumenta sus posibilidades de vivir m¨¢s y sobre todo mejor. Hago esta breve reflexi¨®n porque la esperanza de vida en Espa?a va camino de los 90 a?os y deber¨ªamos mentalizarnos para sentirnos viejos lo m¨¢s tarde posible si no queremos vivir una larga y tediosa ancianidad. Ahora que est¨¢ en todo lo alto el debate sobre la edad de jubilaci¨®n he observado hasta qu¨¦ punto la mente tiende a relacionar la biolog¨ªa con la carrera laboral.
La sociedad no se lo pone f¨¢cil a quienes aspiran a mantenerse activos lo m¨¢s posible
El nuestro ha sido un pa¨ªs demasiado obsesionado con el trabajo fijo y los trienios de antig¨¹edad en base a que esa estabilidad permit¨ªa hacer planes, pedir una hipoteca y comprar un piso. El calendario de los pr¨¦stamos marca nuestros ciclos vitales. El problema es que podemos pasarnos la vida echando cuentas de lo que cobramos, lo que cotizamos y los plazos pagados o los que nos quedan por pagar y al final, casi sin darnos cuenta, corremos el riesgo de ponernos mentalmente fecha de caducidad. Es un error, la carrera laboral o los compromisos econ¨®micos por mucho que determinen nuestra actividad nunca deber¨ªan condicionar el potencial de un ser humano para vivir la vida con intensidad. Y cuando digo vivir con intensidad no me refiero solo a viajar, hacer deporte y divertirnos, que por supuesto tambi¨¦n, sino a trabajar en lo que nos guste o hacer cosas que nos permitan sentirnos ¨²tiles, importantes o buenas personas durante m¨¢s tiempo.
Mucha gente suele confundir el hartazgo que le produce un trabajo concreto ejercido durante d¨¦cadas con las ganas de jubilarse y van configurando su ideal de jubilaci¨®n como la meta a partir de la cual podr¨¢n apoltronarse y no volver a pisar la f¨¢brica o la oficina que tanto regaron con el sudor de su frente. Hacen planes para descansar y cambiar de vida pero no suelen contemplar la posibilidad de reinventarse y practicar su actividad laboral de otra manera que pueda resultar m¨¢s relajada y apetecible o emprender otra completamente distinta aunque sea a tiempo muy parcial. No, sus cabezas han ido conformando un cierto rechazo al concepto trabajo al mismo tiempo que mitificaban el jubileo y no est¨¢n dispuestos a dar un palo al agua.
Es cierto que la sociedad no se lo pone f¨¢cil a quienes por el contrario aspiran a mantenerse activos lo m¨¢s posible, tampoco lo estimula la normativa laboral ni las empresas buscan f¨®rmulas para poner en valor la experiencia como ocurre en los pa¨ªses m¨¢s avanzados. Lo cierto es que el a?o pasado el gasto en jubilaciones super¨® por vez primera al de los ingresos por cotizaciones de los trabajadores. Es verdad que ha sido un a?o malo y que a pesar de ello los r¨¦ditos de las reservas lograron mantener en super¨¢vit al sistema, pero las proyecciones demogr¨¢ficas pintan mal.
No hace falta esperar 20 a?os, ahora mismo en Madrid los mayores de 65 a?os pr¨¢cticamente igualan en n¨²mero a los menores de 15. Esto quiere decir que al margen de las reformas que garanticen la sostenibilidad del sistema de pensiones algunos cambios de mentalidad habr¨¢ que introducir si no queremos convertirnos en una sociedad fosilizada.
La falta de actividad productiva o creativa durante tanto tiempo no solo es un mal negocio para un pa¨ªs, cuando hay tanta desproporci¨®n con respecto a la poblaci¨®n activa, tambi¨¦n lo es para quienes se amuerman.
La vida del jubilado de larga duraci¨®n puede ser un aut¨¦ntico co?azo. El cerebro humano necesita esfuerzos e incentivos constantes para que no se abotargue. Trabajar en lo que se quiere, cuando se quiere y sin la presi¨®n de la necesidad es muy estimulante. En esas condiciones el trabajo deja de ser una maldici¨®n b¨ªblica.
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