Dulce para el lector, agrio para el autor
No es exagerado decir que los aficionados al c¨®mic vivimos un momento dulce. Pese a que la crisis ha pasado obligada factura en el n¨²mero de novedades que llegan a las librer¨ªas, el panorama es ut¨®pico: se publica m¨¢s que nunca, desde reediciones de cl¨¢sicos a obras m¨¢s vanguardistas; la consideraci¨®n social del noveno arte ha dado un salto espectacular, impulsada tanto por la instauraci¨®n del Premio Nacional de C¨®mic como por el auge de la novela gr¨¢fica, que han favorecido, junto a la avalancha de adaptaciones cinematogr¨¢ficas y televisivas, la presencia habitual del c¨®mic en los medios de comunicaci¨®n... Una situaci¨®n absolutamente inconcebible hace apenas unos a?os, cuando ser reconocido como lector de c¨®mic supon¨ªa, poco m¨¢s o menos, ser sospechoso de ir asesinando viejecitas a golpes de catana.
Sin embargo, tan paradis¨ªaco escenario sigue teniendo un debe fundamental: pese a todos los avances, pese al reconocimiento del autor de c¨®mics como un creador equiparable a cualquier otro, las posibilidades de que un autor de c¨®mics pueda hoy vivir de su obra son pr¨¢cticamente nulas. Es cierto que no es dif¨ªcil publicar hoy en d¨ªa, de hecho, la multiplicidad de peque?as editoriales y la aparici¨®n de nuevos y econ¨®micos m¨¦todos de autoedici¨®n digital hacen relativamente sencillo poder ver editada una obra siempre que cumpla una m¨ªnima calidad, pero lo escaso de las tiradas y un sistema de retribuci¨®n basado en porcentajes sobre las ventas hacen que econ¨®micamente sea una ruina. Una obra que bien puede haber llevado un a?o de intenso trabajo puede suponer para el autor una remuneraci¨®n de apenas 2.000 euros brutos, transformando la creaci¨®n en un ejercicio vocacional. Una situaci¨®n sorprendente en un medio donde el oficio de dibujante estuvo durante d¨¦cadas asentado en una industria consolidada de la cultura popular que parece haber menguado hasta desaparecer. Tampoco hay que ser apocal¨ªpticos: no es imposible que un dibujante viva de hacer c¨®mics, pero deber¨¢ aceptar trabajar -casi siempre por encargo y rara vez en sus propios proyectos- para otros pa¨ªses donde la industria del c¨®mic s¨ª es viable, como Francia o EE UU.
Quiz¨¢s sea un efecto colateral de la ansiada "normalizaci¨®n" del c¨®mic como una forma cultural y art¨ªstica m¨¢s, que se equipara as¨ª a otras artes como la pintura o la literatura en la dificultad de un autor para vivir de su obra, pero no deja ser triste que en un momento de tanta vitalidad, el autor sea el gran perjudicado.
?lvaro Pons es el creador del blog especializado en c¨®mics La c¨¢rcel de papel.
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