De ellos es el mundo
Esta noche, antes de que den las doce, muchos americanos ya estar¨¢n borrachos celebrando una de las grandes veladas del a?o, la Superbowl. Esta noche, antes de que den las doce, un batall¨®n de coreanos recorrer¨¢ de punta a cabo la isla de Manhattan en bicicleta, cargados de pizzas, no de pizzas a la italiana, que suelen ser finas y crujientes por los bordes, sino al estilo sopr¨¢nico, esa variedad que inventaron los descendientes de italianos que jam¨¢s pisaron Italia: la pizza de tres cent¨ªmetros de masa, rebosante de tomate y con un queso que se derrama por los bordes, a la manera en que el tiempo se derramaba por los relojes de Dal¨ª. El coreano, enjuto, temerario, luchando contra un suelo helado que es en estos d¨ªas como una pista de patinaje, desafiar¨¢ los sem¨¢foros en rojo, se pasar¨¢ por alto las direcciones prohibidas y tal vez atropelle a una incauta como yo que, ajena a la emoci¨®n del f¨²tbol americano, haya salido a comprar naranjas para el zumo del desayuno al coreano de la esquina, porque el d¨ªa en que el coreano de la bicicleta alcanza una cierta posici¨®n a fuerza de jugarse la vida se baja del sill¨ªn y regenta un supermercado. De ellos es el mundo. Los d¨ªas de diario, o sea, a partir de ma?ana, a eso de las cinco de la tarde, mi escalera se llenar¨¢ de coreanos que a su paso ir¨¢n dejando un rastro de olores que habr¨¢n de mezclarse hasta conformar un solo aroma, el aroma agridulce de la cena americana. Apunten lo que mi olfato ha detectado: soja, curry, masa, tomate, queso fundido, patatas fritas, nachos, glutamato, aguacate, salsa tandoori. Todo ello como si formara parte de un guisote que introdujera toques de todos los restaurantes del barrio, indios, mexicanos, italianos, chinos, japoneses, rebajado en exotismo y adaptado al gusto americano: mucha salsa cuyo principal objetivo es esconder el sabor de la materia prima. En las im¨¢genes con las que los telediarios espa?oles ilustran las tormentas de nieve americanas se habla de ciudades paralizadas, de aeropuertos cerrados. Todo es cierto, pero no les quepa la menor duda de que, en medio del desastre, de los coches enterrados por la nieve y de las aceras heladas, un coreano desafiar¨¢ el azote hiriente del viento y llegar¨¢ con la pizza a tu casa quince minutos despu¨¦s de que hicieras el pedido. De ellos es el mundo. Por vez primera, el Estado Federal americano se ha permitido dar unos cuantos consejos a la poblaci¨®n porque la obesidad comienza a ser un asunto incontrolable y antiecon¨®mico. S¨ª, por vez primera. La presi¨®n de las compa?¨ªas alimentarias y agropecuarias es tal que para el Estado es un riesgo econ¨®mico expresar claramente cu¨¢l es la alimentaci¨®n que acaba con la salud de cualquiera. Los republicanos apelan a la libertad del individuo; a los dem¨®cratas, timoratos, les cuesta enfrentarse a unas de las industrias m¨¢s solventes del pa¨ªs y a esa alimentaci¨®n basura implantada como comida nacional, sobre todo, en los barrios pobres. Basta con visitar el coraz¨®n de Harlem para observar que all¨ª desaparecen los puestos de frutas y verduras que adornan las esquinas de Manhattan. El Gobierno ha dicho: "Coman en casa". El consejo tiene un toque c¨®mico. Dada la cantidad de coreanos con los que una coincide en el ascensor a partir de las cinco de la tarde, se podr¨ªa asegurar que una cosa es cenar en casa y otra bien distinta pisar la cocina. Ay, esas cocinas de muebles desproporcionados para los que una espa?ola est¨¢ndar (yo, sin ir m¨¢s lejos) necesita un taburete y en las que salta la alarma de incendios en cuanto osas fre¨ªr un huevo. De cualquier forma, el eslogan elegido para esta campa?a ha sido claro: "Disfrute de la comida, pero coma menos". Han aprendido de la confusi¨®n que provocaba el mensaje en a?os anteriores donde al decir que se incorporara la verdura a la alimentaci¨®n diaria hab¨ªa quien le a?ad¨ªa doble raci¨®n de tomate a la hamburguesa. ?Es que la gente es tonta? No, la comida es una adicci¨®n y un consuelo, pero mientras en pa¨ªses como el nuestro la incontinencia nos puede llevar a mojar ese pan en el plato que nos a?ade los c¨¦lebres cuatro kilos de m¨¢s, aqu¨ª la falta de cultura culinaria lanza a la poblaci¨®n a engullir m¨¢s cantidad de grasas trans, las de las comidas r¨¢pidas y las boller¨ªas. Y, cr¨¦anme, es dif¨ªcil sustraerse a las tentaciones. La calle est¨¢ llena de olores que conquistan la parte m¨¢s infantil de nuestro cerebro, la que disfruta con un bocado grande de pizza, la que sue?a con hundir la dentadura en una gran magdalena de chocolate cremoso. Es nuestro ni?o gordo interior que rabia cuando pasa delante de un puesto de perritos calientes y te hace salivar como cuando eras peque?o y te zampabas un bocadillo de mantequilla con colacao espolvoreado. ?A qui¨¦n no le gustar¨ªa entregarse a esa alimentaci¨®n durante una semana de su vida, una semana que se pudiera borrar como se borran los documentos del disco duro? Los emigrantes, vengan de donde vengan, acaban abrazando esta alimentaci¨®n infantil. Todos menos los asi¨¢ticos. El coreano que me atender¨¢ cuando salga a comprar naranjas para el desayuno (si es que sobrevivo al atropello del coreano repartidor) sigue enjuto y fibroso, como si no se hubiera bajado jam¨¢s de la bicicleta. De ellos es el mundo.
Cuando el repartidor de pizzas coreano alcanza cierta posici¨®n se baja del sill¨ªn y pone un supermercado "
"Disfrute de la comida, pero coma menos" es el eslogan del Gobierno de Estados Unidos para combatir la obesidad
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.