El mundo chino ya est¨¢ aqu¨ª
Pek¨ªn se convierte en una potencia global gracias a la exportaci¨®n de un modelo que aporta financiaci¨®n, mano de obra, talento mercantil y reducci¨®n de costes. Combina 'poder blando' y nacionalismo
En pleno aceler¨®n por las oportunidades que brinda la crisis que oxida a Occidente, China despliega sus tent¨¢culos por todo el planeta. Mientras Occidente y las instituciones internacionales predican en ?frica, Asia y Am¨¦rica Latina sobre valores democr¨¢ticos y las bondades del libre comercio, China deshace el statu quo apoyada en una diplomacia sin complejos, unas empresas propulsadas con el poder¨ªo financiero estatal y una migraci¨®n que hace honor a un esp¨ªritu emprendedor cosechado durante siglos.
"A los chinos no se les ve... pero est¨¢n en todas partes", acert¨® a resumir, en una sola frase, un tendero de Egipto, uno de los 25 pa¨ªses de ?frica, Am¨¦rica Latina y Asia que desde 2009 hemos explorado siguiendo las huellas de la que -pocos dudan- ser¨¢ la pr¨®xima superpotencia. Segu¨ªamos la pista de los shanta sini (chinos bolsa, en ¨¢rabe), emigrantes chinos que recorren infatigablemente las cuatro esquinas del pa¨ªs, desde las pir¨¢mides hasta Alejandr¨ªa, para llevar casa por casa sus productos textiles.
Su avance en el mundo en desarrollo no se puede desprender de un tinte neocolonialista
La f¨®rmula permite atajos y multiplica la eficacia, pero alimenta los excesos
Escurridizos y celosos de su anonimato, les ve¨ªamos por los barrios populares cargando pesados fardos. Un ej¨¦rcito chino de emigrantes pobres que se ha convertido en amo y se?or de la venta ambulante en Egipto. Alimentado por la inmigraci¨®n ilegal, este negocio con traza piramidal y copado verticalmente destapa algunas fortalezas inherentes al pueblo chino. Primero, el olfato para los negocios. Detectaron un nicho entre tantas mujeres egipcias que, sobradas de kilos, prefieren probarse la ropa en la intimidad de sus hogares a hacerlo en los comercios. Segundo, su talento para reducir costes. Importan las telas desde Cant¨®n a trav¨¦s de Libia, el pa¨ªs con el m¨¢s ventajoso acuerdo comercial con China de la regi¨®n. En la costura tambi¨¦n ahorran: en pisos insalubres, emplean mano de obra local, m¨¢s barata. Resultado: desplazaron a la industria local y algunos ya diversifican sus negocios hacia otros sectores.
Egipto fue el primero de entre dos docenas de pa¨ªses en los que constatamos el impacto de la expansi¨®n china. Ahora, con la investigaci¨®n concluida, el diagn¨®stico del tendero egipcio no puede ser m¨¢s certero: el gigante asi¨¢tico est¨¢ convirti¨¦ndose en una potencia global, pero lo est¨¢ haciendo casi en silencio. Aunque no quiere decir que el crujir de los movimientos tect¨®nicos que provoca su irrupci¨®n internacional no sea, por momentos, estruendoso.
Su imparable avance es, desde luego, consecuencia de una mezcla de eficacia, musculatura y miserias, incluida la falta de escr¨²pulos. La ofensiva es visible sobre todo en el mundo en desarrollo, que ofrece mercados v¨ªrgenes para los productos Made in China y abundantes reservas de materias primas para garantizar su suministro futuro. Ah¨ª ejerce de banquero del mundo y refuerza su poder blando. Y, en el cuerpo a cuerpo, Pek¨ªn se muestra intratable.
De entrada, porque cuenta con un arma letal: su pegada financiera. Se sirven de los policy banks -bancos de desarrollo como el Exim Bank y el China Development Bank- para tirar de diplomacia de chequera y, as¨ª, conceder a terceros cr¨¦ditos millonarios bajo condiciones habitualmente clasificadas como confidenciales. O dispensan a sus empresas financiaci¨®n ilimitada d¨¢ndoles una ventaja comparativa impagable y, con ello, servir a los objetivos estrat¨¦gicos nacionales, que no siempre coinciden con los comerciales.
La no imposici¨®n de requisitos pol¨ªticos -aparte de lealtad al principio de una sola China- es otro factor de indiscutible eficacia en medio del autoritarismo y corrupci¨®n imperantes. Que las empresas p¨²blicas sean la avanzadilla de los intereses estrat¨¦gicos no es nuevo. Pero s¨ª que act¨²en sin tener que rendir cuentas. Ello explica por ejemplo que China National Petroleum Corporation (CNPC) sea el jugador dominante en Sud¨¢n y que en Ir¨¢n aprovechen el vac¨ªo provocado por las sanciones para copar el sector energ¨¦tico.
En la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Kazajist¨¢n o Vietnam, donde la corrupci¨®n es parte de los negocios, el modus operandi chino encaja cabalmente. Si los occidentales son vistos como intervencionistas, la opci¨®n de China se antoja como una atractiva alternativa por su disposici¨®n a jugar sin importar las reglas. Otro tanto ocurre en Venezuela, donde un Ch¨¢vez en plena cruzada bolivariana ha pretendido reclutar -sin ¨¦xito- a Pek¨ªn para su alianza anti-Estados Unidos. Wikileaks dibuj¨® el trato preferencial: crudo venezolano para China a cinco d¨®lares el barril.
Con su voraz demanda, el gigante no solo es un cliente fiable a largo plazo, sino que en la misma jugada ofrece financiaci¨®n para desarrollar infraestructuras; las cuales ejecutan empresas chinas con materiales y -casi siempre- mano de obra chinas. Ello les permite ser m¨¢s r¨¢pidos y baratos. En Angola, las empresas, obreros y bancos chinos se han echado a la espalda la reconstrucci¨®n del pa¨ªs a cambio de un flujo de petr¨®leo que ha hecho de Luanda su segundo suministrador. Solo en ?frica han levantado ya m¨¢s de medio centenar de estadios de f¨²tbol y construyen un centenar de presas por todo el globo.
Tambi¨¦n el nacionalismo juega un papel clave. Adem¨¢s de la loable capacidad de sacrificio, los obreros chinos desplegados por el planeta trabajan comprometidos "por China, la empresa y el sueldo". Compromiso inquebrantable patente desde la Amazon¨ªa ecuatoriana, donde hay en marcha una presa, hasta el desierto en la frontera entre Uzbekist¨¢n y Turkmenist¨¢n, donde miles de chinos han construido un gasoducto de 7.000 kil¨®metros para llevar el gas a las cocinas de Shangh¨¢i.
Los patrones chinos, ajenos a los alojamientos de lujo y sueldos de cinco cifras de sus colegas occidentales, se arremangan como pocos. Ingenieros, arquitectos y doctorados en las mejores universidades de China trabajan durante 11 meses, durmiendo en campamentos junto a la tropa en precarios habit¨¢culos con poco m¨¢s que una cama con mosquitera. Contribuyen a que sus empresas ganen las licitaciones.
Ahora bien, esa f¨®rmula ganadora, exportada de los focos industriales de China al resto del mundo, no puede deslindarse de las m¨ªseras condiciones laborales que ofrecen las empresas chinas a sus empleados locales, sobre todo por comparaci¨®n con los sueldos, horarios, trato y prestaciones de su competencia extranjera. En palabras de un soci¨®logo de Maputo que hizo la comparativa, "el sistema chino se basa en la m¨¢xima producci¨®n; en ¨¦l, el trabajador local es solo un ser an¨®nimo".
Las zonas mineras de Zambia y Per¨², donde China tiene grandes inversiones, son sendos polvorines que estallan peri¨®dicamente con revueltas, disturbios y muertos. Comprobamos que, por razones laborales o medioambientales, el descontento es all¨ª grande, m¨¢s all¨¢ del chollo que China supone para las ¨¦lites. Sobre el terreno no faltan quienes se preguntan si la oportunidad de desarrollo que ofrece China a los pa¨ªses pobres no es m¨¢s que un mito.
As¨ª, constatamos que en las minas de cobre del Congo o en los bosques de Siberia, las empresas chinas exportan la materia prima en bruto, sin crear una industria de procesamiento que a?ada valor localmente. Tambi¨¦n surgen dudas acerca del volumen exportado, que es sobre el que se paga impuestos. Y tampoco parece que generen riqueza a trav¨¦s del empleo local, visto el escenario laboral. "Los chinos est¨¢n esquilmando grandes cantidades de dinero y est¨¢n devolviendo muy poco al pa¨ªs", nos dijo un l¨ªder sindical en Zambia. Pese a la ret¨®rica ganador-ganador de Pek¨ªn, el avance chino no puede desprenderse del tinte neocolonialista.
M¨¢s aun cuando la conquista avanza sobre los ra¨ªles dise?ados por la dictadura china y, por tanto, exenta de los contrapesos de los sistemas democr¨¢ticos. Sin apenas sociedad civil ni ONG independientes, sin una prensa libre ni oposici¨®n pol¨ªtica y con un sistema judicial que jam¨¢s atacar¨ªa el coraz¨®n del sistema, la ¨¦lite gobernante dispone de un cheque en blanco para ejecutar sin rendir cuentas. La f¨®rmula permite atajos y multiplica la eficacia, pero alimenta los excesos. La opacidad china, por supuesto, proporciona un margen de maniobra diferencial.
Es indiscutible que el poder¨ªo chino est¨¢ propag¨¢ndose por el mundo como un fuego de combusti¨®n lenta, pero requerimos de perspectiva temporal para saber si, con su modelo y recetas, China est¨¢ inoculando el virus o la vacuna.
Heriberto Ara¨²jo y Juan Pablo Cardenal son periodistas en China. Ultiman un libro sobre el impacto de la expansi¨®n china en el mundo tras haber recorrido 25 pa¨ªses.
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