In every dream home a heartache
No conoc¨ªa a David Greig. Escoc¨¦s. Uno no acaba de creerse que haya tantos buenos dramaturgos brit¨¢nicos, pero as¨ª es. Debe ser el pa¨ªs con m¨¢s talento autoral por metro cuadrado. El arquitecto, que Julio Manrique ha presentado en el Lliure, se estren¨® en 1996 en el Traverse, que es un poco el Lliure de Edimburgo. En Estados Unidos la adaptaron al cine, con Anthony LaPaglia. Gran actor, floja pel¨ªcula. Pere Arquillu¨¦, su protagonista catal¨¢n, tiene, actoralmente, algo de LaPaglia: el toro resquebrajado por un mazazo invisible. El arquitecto quiz¨¢s no sea una obra redonda (hay una cierta sobredosis de desastres), pero se merece girar por Espa?a porque tiene verdad y pegada, y conecta con el p¨²blico, un p¨²blico, la noche en que la vi, de muy distintas edades. Se quedaban a la salida, hablando y hablando de la funci¨®n. Eso no es frecuente. Es una de esas piezas que te llevas a casa, que sigue dando vueltas en tu cabeza y en tu tripa, porque su asunto sacude y conmueve. Su asunto no es, como parece a simple vista, los estragos de la "arquitectura social" (creo que le llaman as¨ª). Leo Black es un arquitecto rico que ha levantado una colmena proletaria llamada, ir¨®nicamente, Eden Park. Sobre el plano era un fant¨¢stico redondel de edificios, inspirado nada menos que en los d¨®lmenes de Stonehenge, pero lo dej¨® en manos de constructores desaprensivos. Las casas se desmoronan, el barrio se ha degradado, nadie quiere vivir all¨ª. Lo que parece estupendo sobre el papel puede venirse abajo por inadvertencia. A los diez minutos de funci¨®n advertimos que el verdadero tema es el hundimiento del edificio familiar. El grupo ya se ha desintegrado, pero Leo se empe?a en no verlo. Cree que Pauline, su mujer, es feliz porque tiene una casa de ensue?o y un c¨¦sped verd¨ªsimo; cree que Martin, su hijo, seguir¨¢ sus pasos y empezar¨¢ en la empresa "desde abajo", como ¨¦l. A fin de cuentas ?no trabaja ya Dorothy, su hija, como secretaria? Pero Dorothy no est¨¢, no ha venido a cenar. ?D¨®nde est¨¢ Dorothy? ?Qu¨¦ le impulsa a perderse en la carretera, a subir a esos camiones donde puede sucederle lo peor? ?Y por qu¨¦ Martin dice todas esas atrocidades, y c¨®mo se le ocurre a Pauline querer cubrir el c¨¦sped con cemento para acabar con los g¨¦rmenes? (y c¨®mo le tiemblan las manos y la voz cuando lo dice). Y, por si fuera poco, ah¨ª est¨¢ cada d¨ªa esa tortura, esa loca de Sheena Mackie, esa l¨ªder vecinal empe?ada en derruir Eden Park y, todav¨ªa peor, en pedirle que encabece la solicitud de demolici¨®n. La gran pregunta de El arquitecto es ¨¦sta: ?c¨®mo se rompe una familia, en qu¨¦ momento, si es que hay un momento? ?Por d¨®nde entr¨® el virus, ese enemigo que Pauline quiere rastrear y exterminar? El arquitecto te parte el alma porque Leo Black es un buen tipo al que todo se le va de las manos, y eso es lo que muestra admirablemente Pere Arquillu¨¦. Un gran jeune pr¨¦mier, que este a?o ha escalado dos cumbres, Primer amor y Vida privada. ?sta es su tercera funci¨®n en temporada y est¨¢, de nuevo, descomunal, emocionant¨ªsimo. Ser¨¢ uno de los grandes, si no lo est¨¢ siendo ya. Contin¨²a la acci¨®n. Black quiere realmente a su mujer y a sus hijos, pero no ha sabido hacerles felices: estaba demasiado ocupado con su trabajo. Pauline suelta una frase terrible: "Dej¨¦ de admirarte". No explica los motivos. Desatenci¨®n, torpeza, una radical incapacidad para mostrar afecto, para entender lo que sucede a su alrededor. No importa (o es muy dif¨ªcil recordar) qui¨¦n dijo qu¨¦. Greig tampoco entra en casu¨ªsticas. A partir de un incierto momento, todas las bolas empezaron a chocar entre s¨ª, como en una mesa de billar americano, y ahora es imposible determinar qu¨¦ bola golpe¨® primero. Pauline tiene todos los n¨²meros para convertirse en el personaje m¨¢s odiable, una bruja de manual, pero tambi¨¦n la comprendes: esa mujer tiene que haberlo pasado realmente mal para acumular tanta neurosis, tanta compulsi¨®n. Ese temblor, ese desasosiego, esa furia culpabilizante no nacen de un d¨ªa para otro. Conseguir que compadezcamos a Pauline sin odiarla es el logro de Lluisa Mallol, una actriz de una extraordinaria elegancia, y entiendo por elegancia un atributo del esp¨ªritu. Sucede tres cuartas de lo mismo (y eso revela el gran olfato de Manrique a la hora de armar el reparto) con Marta Angelat, que interpreta a Sheena Mackie, otra obsesiva. Hay algo temible y atroz en su empecinamiento, pero tiene raz¨®n (o razones). Sam Shepard podr¨ªa haber firmado los encuentros entre Dorothy, la hija, y Joe, el camionero al borde del lado oscuro, estupendamente modulados por Mar Ulldemolins y Jordi Mart¨ªnez. Tal vez Dorothy busque el peligro para sentirse, mientras que Martin, su hermano, busca hacer da?o, y encuentra en el ang¨¦lico y callejero Billy su v¨ªctima propiciatoria. Marc Rodr¨ªguez saca adelante a un personaje con las tintas muy cargadas y borda su ¨²ltima escena en el hospital; Pol L¨®pez es un Billy desvalido y conmovedor. Atenci¨®n a estos dos: pronto pueden (y deben) verles en el American Buffalo que, tambi¨¦n a las ¨®rdenes de Manrique, llegar¨¢ a la Abad¨ªa. Y otro doble aplauso: para la escenograf¨ªa de Max Glaenzel, que resuelve la multiplicidad de espacios (la mansi¨®n, las calles nocturnas, la carretera), y para la traducci¨®n catalana de Cristina Genebat, que se est¨¢ haciendo tan imprescindible como Joan Sellent. Antes de cerrar quiero proponerles dos funciones, de las que hablar¨¦ la semana pr¨®xima: lo hago para que compren ya las entradas, porque la mayor¨ªa de espect¨¢culos (y libros, y pel¨ªculas) suelen durar lo que un lirio. 1. Mi mapa de Madrid, de Margarita S¨¢nchez (Sala de la Princesa, CDN), es un gracioso sainete con trasluz valleinclanesco y viv¨ªsimo reparto, encabezado por una rotunda Estrella Blanco. 2. Ahora (T. Fern¨¢n-G¨®mez), que acredita el talento como autor y director del argentino Pablo Messiez, con un tr¨ªo actoral que vale la pena descubrir. Tambi¨¦n recomiendo un libro: Ediciones Alfabia ha tenido el detalle de publicar La huida a caballo hacia lo profundo de la ciudad, la ¨²nica novela de Bernard-Marie Kolt¨¨s.
'El arquitecto' quiz¨¢s no sea una obra redonda, pero se merece girar por Espa?a porque tiene verdad y pegada
L'arquitecte, de David Greig. Traducci¨®n de Cristina Genebat. Direcci¨®n de Julio Manrique. Teatro Lliure. Barcelona. Hasta ma?ana. www.teatrelliure.com
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