Nuestros primos Neandertales
En los d¨ªas previos, frente a la hoguera, el patriarca del grupo neandertal al que se hab¨ªa incorporado Ida tom¨® una dif¨ªcil decisi¨®n. Llevaban semanas sin encontrar comida, el fr¨ªo empeoraba las cosas y varios de sus miembros hab¨ªan muerto de hambre. Lejos quedaban los tiempos en los que alimentaban el fuego con los huesos de las presas, mientras disfrutaban de la carne y la grasa asada, y re¨ªan con las historias contadas al calor de las llamas. Las ni?as y el peque?o fueron los primeros en caer. Los dejaron bajo un mont¨®n de piedras en el fondo de la cueva. Ida ten¨ªa 20 a?os, los cabellos pelirrojos y los ojos claros, y sab¨ªa lo que significaba perder a alguien querido. Muchos meses atr¨¢s, antes de unirse al clan, en otro lugar m¨¢s c¨¢lido, hab¨ªa enterrado a su padre, colocando encima la cuerna del gran ciervo. Le cuid¨® con cari?o durante casi 10 a?os, desde el d¨ªa en que aquel oso le destroz¨® de un zarpazo el nervio de su brazo izquierdo y parte del pie. Ahora, los del clan mor¨ªan deprisa; a los ni?os les siguieron los muchachos y las mujeres, siempre despu¨¦s de esas extra?as toses nocturnas. El patriarca decidi¨® que deb¨ªan alimentarse de la carne de los muertos.
Trabajos recientes demuestran que fabricaban adornos y se pintaban. eran coquetos
Otra sorpresa reciente: restos de europeos y asi¨¢ticos conten¨ªan genes neandertales
De forma ceremoniosa, arrastraron los cad¨¢veres hasta la entrada de la cueva y comenzaron a despedazarlos con gran habilidad. Usando las hachas y los filos cortantes, los desollaron y separaron la carne de los huesos. En algunos casos romp¨ªan los m¨¢s largos para extraer la m¨¦dula de su interior. Aunque Ida saci¨® su apetito, observ¨® que el mal hab¨ªa hecho presa en todo el grupo, como un demonio saliendo de lo m¨¢s oscuro de la cueva. Tuvo que cuidar de ellos hasta que murieron. El patriarca fue el ¨²ltimo en caer. Ida comprendi¨® que algo invisible y maligno anidaba en esa cueva y que morir¨ªa si se quedaba all¨ª. Las zarpas del demonio la alcanzar¨ªan como las del oso que destrozaron a su padre.
Despu¨¦s de aprovisionarse de la carne del propio patriarca, Ida se encamin¨® hacia el sur. Su padre le hab¨ªa ense?ado que cuando no hay animales que cazar conven¨ªa observar cuidadosamente todo lo que la naturaleza pod¨ªa ofrecerle. Encontr¨® algunas de las hierbas que maduraban en los pastos, en las llanuras. Busc¨® los granos en las espigas, duros como piedras, pero que pod¨ªan ablandarse con el fuego si se echaban en agua muy caliente. Hab¨ªa que echar las piedras calentadas entre las llamas en el agua y arrojar all¨ª los granos. Se pod¨ªa hacer una deliciosa pasta que sal¨ªa al machacarlos. Su padre le hab¨ªa explicado tambi¨¦n una manera de sacar una sustancia muy pegajosa de la corteza de un ¨¢rbol, despu¨¦s de cocinarla con fuego durante horas. Era ideal para pegar los filos de piedra del hacha a los palos.
Ida volvi¨® a ver el mar y estableci¨® contacto con otro grupo de los suyos. La acogieron en su cueva. Cocinaban algo que ol¨ªa a mar, una grasa deliciosa. Le contaron que el animal qued¨® atrapado en las aguas m¨¢s superficiales de la playa. Asaban carne de muy buena calidad de otro animal con bigotes que se arrastraba de manera muy torpe por la arena. Durante los d¨ªas siguientes, Ida acompa?¨® a unos hombres para ver c¨®mo lo cazaban. Se apostaron detr¨¢s de las rocas y esperaron el momento en el que una de las cr¨ªas se quedaba a solas mientras sus padres se zambull¨ªan para pescar. Dos de ellos la asustaron empuj¨¢ndola a las manos del que ten¨ªa el filo cortante.
Aprendi¨® de ellos otra cosa sorprendente. Recog¨ªan las conchas que el mar arrojaba a la arena de la playa y que ven¨ªan ya agujereadas. Pasaban por ese agujero una cuerda y se las colgaban del cuello. Ellos pintaban las conchas del mismo color que el pelo de Ida, y la ense?aron varios collares en negro y en rojo para que eligiera. Los hombres y mujeres se pintaban la cara, el cuello y el pecho con llamativos colores. A veces caminaban kil¨®metros hacia el interior para contactar con otros grupos cuyos miembros ten¨ªan un aspecto distinto e intrigante, m¨¢s altos y menos robustos. Ida, que no sobrepasaba el metro y medio de estatura, se fij¨® en uno m¨¢s alto y, tras un par de encuentros, decidi¨® finalmente irse con ¨¦l para aparearse, tal y como hab¨ªa visto hacer a otras mujeres en el clan de su padre.
Esta historia pudo ocurrir hace casi 50.000 a?os en Espa?a, entre lo que hoy es Asturias y la costa de Murcia. Nuestro pa¨ªs es un para¨ªso de hallazgos neandertales. La ¨²ltima hora procede de la sima de las Palomas en Murcia. El equipo del antrop¨®logo Michael Walker acaba de desenterrar un excepcional esqueleto de una mujer que vivi¨® hace entre 45.000 y 50.000 a?os del que se conserva el 85% y que apenas sobrepasaba el metro y medio. Sus huesos a¨²n permanec¨ªan unidos "en conexi¨®n anat¨®mica, algo que no se hab¨ªa encontrado desde hace 35 a?os", asegura este experto. "Excavamos la mujer como si hubiera estado enterrada en un cementerio".
Ida, por supuesto, es una recreaci¨®n ficticia de una mujer neandertal. Inteligente, curiosa, su tecnolog¨ªa era sofisticada y quer¨ªa a los suyos. Quiz¨¢ no fuera muy alta, pero, ?le parece a usted la vida de una salvaje embrutecida? Los ¨²ltimos hallazgos f¨®siles han acercado como nunca a neandertales y a Homo sapiens. ?Qui¨¦n dudar¨ªa hoy en calificar a un pigmeo africano y a un esquimal como especies distintas?
S¨ª, el esqueleto y la morfolog¨ªa del neandertal eran diferentes: m¨¢s robustos, con un saliente de hueso encima de los ojos, un cr¨¢neo y un cerebro mayores, y de menor estatura. "Muchos de los rasgos que usamos para discriminar a los humanos modernos de los neandertales son detalles de la anatom¨ªa del esqueleto interno y no se aprecian desde fuera, a menos que tengas visi¨®n de rayos X", explica a El Pa¨ªs Semanal el paleoantrop¨®logo portugu¨¦s Jo?o Zilh?o, profesor de investigaci¨®n en la Instituci¨®n Catalana de Investigaci¨®n y Estudios Avanzados en Barcelona. Zilh?o lleva estudiando desde hace muchos a?os a los neandertales y cree, b¨¢sicamente, que eran tan humanos como nosotros. Sugiere que echemos un vistazo al luchador ruso Nicolai Valuev. Su aspecto recuerda al neandertal, pero "est¨¢ dentro de la variabilidad humana". La cuesti¨®n no radica en preguntarse hasta qu¨¦ grado fueron diferentes a nosotros, sino hasta qu¨¦ punto nos parecemos a ellos. ?Y si fu¨¦ramos, en cierta forma, como ellos?
El yacimiento de la cueva de El Sidr¨®n, en Pilo?a (Asturias), ha proporcionado en los ¨²ltimos a?os valiosos f¨®siles procedentes de una galer¨ªa a 200 metros de la entrada. El equipo de Antonio Rosas, profesor de investigaci¨®n del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas) y autor del libro Qu¨¦ sabemos de los neandertales (CSIC-Catarata), analiz¨® los restos de 12 individuos. Hallaron marcas en sus huesos que mostraban que hab¨ªan sido probablemente devorados en un acto de canibalismo.
Quiz¨¢, opina Rosas, "pasaran por ¨¦pocas de carencias alimenticias y fueran comidos". Hace unos 49.000 a?os, el clima sufri¨® enfriamientos sucesivos. Hubo ¨¦pocas en que llegaron bloques de hielo al Cant¨¢brico. El estudio de Rosas, publicado el pasado diciembre en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), desvela los lazos familiares analizando el ADN de los huesos. Los hombres estaban relacionados; pod¨ªan ser primos, t¨ªos o hermanos. Las mujeres, en cambio, no formaban parte de la familia cuando se incorporaron al clan.
Estos grupos, a menudo intercambiaban las mujeres para preservar la diversidad gen¨¦tica. "Es un sistema muy extendido entre los cazadores recolectores. Hablamos de grupos peque?os, de un n¨²mero bajo, entre ocho y treinta personas, y con una cierta movilidad. Si estos grupos no se relacionan con otros, diez generaciones despu¨¦s hay un deterioro gen¨¦tico y cultural. Y una manera de mantener lazos de amistad resultar¨ªa del intercambio de mujeres, probablemente adolescentes".
?Qu¨¦ pudo ocurrir con esta familia para que todos sus restos aparecieran con se?ales de haber formado parte de un fest¨ªn can¨ªbal? Puede que una muerte catastr¨®fica o una epidemia acabara con ellos, y otros se los comieran. O que se tratara de un ataque por parte de neandertales acuciados por el hambre, quienes los eliminar¨ªan, pero sin dejar pistas en sus huesos. No lo sabemos.
Rosas advierte de que existen pocas evidencias de violencia entre neandertales, y le incomoda proyectar una imagen violenta de este hom¨ªnido, aunque mantiene que ellos fueron una especie distinta, si bien estaban tan pr¨®ximos a nosotros, que su cultura forma parte de la nuestra. Uno de los miembros fue pelirrojo. El an¨¢lisis del ADN de sus huesos dio con "un gen, MC1R, implicado en la pigmentaci¨®n de la piel, que da una coloraci¨®n pelirroja, en un neandertal de El Sidr¨®n, y otro en Italia".
Ida sent¨ªa compasi¨®n. Y hay numerosos casos en el registro arqueol¨®gico que demuestran que los neandertales cuidaban de los suyos. El m¨¢s espectacular es el del hombre "viejo de Shanidar", cuyos restos fueron encontrados en una cueva de Irak; sufri¨® heridas grav¨ªsimas en un brazo, deformaciones en ambas piernas y un golpe en la cabeza que le dej¨® casi ciego cuando era un adolescente. Seg¨²n la antrop¨®loga Penny Perkins, de la Universidad de York, en su libro The prehistory of compassion (La?prehistoria de la compasi¨®n), este hombre sobrevivi¨® entre 20 y 35 a?os a sus heridas. No podr¨ªa haberlo logrado, en un mundo tan duro, de no recibir cuidados y alimentos de los suyos.
Lejos de comportarse como seres embrutecidos de dieta restringida a la carne, los neandertales cocinaban los alimentos. Adem¨¢s, eran unos maestros del fuego. En el yacimiento de Abric Roman¨ª, en Tarragona, el equipo del arque¨®logo Eudald Carbonell lleva examinando m¨¢s de 200 hogueras desde 1983 hechas por estos hom¨ªnidos, de las cuales ya han identificado al menos una docena de clases de fuegos, destinadas a la iluminaci¨®n, a proporcionar calor, o a cocinar.
Hablar y compartir experiencias al calor del fuego es habitual hoy en d¨ªa y lo fue en el pasado. Entre los restos microsc¨®picos de estas hogueras han encontrado fragmentos de hueso, madera, restos de planta, lascas de piedra y grasa asada, presumiblemente de las piezas que descarnaban. Y en un estudio publicado en PNAS en diciembre del a?o pasado, la antrop¨®loga Amanda Henry, de la George Washington University, encontr¨® pruebas de la dieta vegetariana de los neandertales, en dientes f¨®siles de hace unos 40.000 a?os, en la cueva de Shanidar, Irak, y en un yacimiento en B¨¦lgica: restos microsc¨®picos de semillas de d¨¢til en la placa dental, adem¨¢s de almid¨®n procedente de granos de trigo salvaje, cebada, centeno y leguminosas.
"Todo lo que podemos deducir es que hubo cocina en presencia de agua, quiz¨¢ mediante el hervido, o el asado, o cualquier otro m¨¦todo por el que el agua a?adida era lo que cocinaba el alimento", explica Henry. "No sabemos c¨®mo lo hac¨ªan. Probablemente dispon¨ªan de una variedad de contenedores hechos de alg¨²n material org¨¢nico, aunque no tenemos ning¨²n registro de ello. Lo que sabemos sobre los m¨¦todos de cocina procede de los estudios etnogr¨¢ficos. Podr¨ªamos comparar estos registros arqueol¨®gicos de los neandertales con lo que esperamos encontrar en los de las sociedades cazadoras y recolectoras. Pero en los neandertales no hemos encontrado las piedras calentadoras que transfieren a los contenedores con agua".
Nuestra ficticia Ida prob¨® la carne humana. ?No es eso prueba de que ella era m¨¢s primitiva? Esta falsa idea fue h¨¢bilmente explotada en una magn¨ªfica pel¨ªcula con pobre base cient¨ªfica, En busca del fuego, del director franc¨¦s Jean-Jacques Annaud. El canibalismo a¨²n se practica en muchas tribus humanas. Es casi una prueba de humanidad. "Si ellos fueron can¨ªbales en situaciones de estr¨¦s alimenticio o por razones de naturaleza ritual, eso los hizo m¨¢s humanos, no menos", explica Jo?o Zilh?o.
Ida conoce neandertales que viven cerca de la costa, capaces de capturar delfines y focas. Restos de v¨¦rtebras de los cet¨¢ceos y huesos de focas se han encontrado en dos ocupaciones neandertales en cuevas de Gibraltar, de acuerdo con las investigaciones de la antrop¨®loga espa?ola Yolanda Fern¨¢ndez-Jalvo. ?C¨®mo lo lograban sin redes? Quiz¨¢ matando los delfines varados en las playas, y a las cr¨ªas de focas en las estaciones de reproducci¨®n.
Y a este comportamiento ya de por s¨ª sofisticado se le a?ade el pensamiento abstracto y simb¨®lico, facultad negada a los neandertales desde tiempos hist¨®ricos: otro t¨®pico derrumbado. Los recientes trabajos de Jo?o Zilh?o y sus colegas demuestran que los neandertales fabricaban adornos y se pintaban. Eran coquetos. Hay dos cuevas en Murcia, la de Los Aviones -excavada por el arque¨®logo Ricardo Montes, y a menos de cinco kil¨®metros del mar-y la Cueva de Ant¨®n, en el interior, a unos 80 kil¨®metros de la costa. "Encontramos all¨ª conchas perforadas. Y est¨¢n pintadas. No tienen ninguna funci¨®n que no pueda ser la de adornarse. En la cueva de Los Aviones las descubrimos en asociaci¨®n con recetas bastante complejas de pigmentaci¨®n, hechas a base de mezclas de diversos tipos de minerales, para conseguir efectos que no existen en la naturaleza", dice Zilh?o.
Ocurri¨® hace 50.000 a?os, antes de que los seres humanos modernos entraran en contacto con los neandertales europeos. Se acepta que el primer contacto entre ambas especies humanas se produjo en Europa har¨¢ unos 40.000 a?os. ?Pero 10 milenios antes los neandertales ya se adornaban y pintaban sus cuerpos! Los tab¨²es, seg¨²n Zilh?o, han impedido ver la evidencia desde los a?os cincuenta, cuando se desenterraron adornos y colgantes asociados a neandertales en Francia, fechados en esa ¨¦poca del contacto. Hasta 1996 no se empez¨® a admitir que los autores de esos collares eran neandertales y no humanos. "La gente se resist¨ªa a aceptarlo".
Los adornos, o hab¨ªan sido fabricados por humanos y se mezclaron con restos neandertales, o bien estos copiaron a los humanos, "en una imitaci¨®n sin comprensi¨®n, como una ni?a que se pone el collar de perlas de su madre sin tener conciencia del significado social de ese collar", a?ade este experto. "Se lleg¨® a escribir que los neandertales ser¨ªan como esos nativos de Nueva Guinea que jam¨¢s han visto un transistor; solo observan que los tienen los blancos, y como no saben para qu¨¦ sirven, se los cuelgan como trofeos". El prejuicio que pesa sobre los neandertales se explica, en su opini¨®n, por el "pecado original de ser la primera humanidad f¨®sil conocida" desde los tiempos en que el primero fue desenterrado en Alemania, en 1856.
En nuestra historia, Ida se apare¨® con un ser humano moderno. ?Hay que echarse las manos a la cabeza? El debate es fascinante. Los detractores de esta idea afirman que el ser humano moderno se concibi¨® como una especie biol¨®gicamente diferente; y aunque todo el mundo acepta el origen africano de la humanidad actual, los Homo sapiens desplazaron a los neandertales, que hab¨ªan dominado el continente europeo y la parte m¨¢s occidental de Asia durante 200.000 a?os. No hicimos el amor con ellos, sino la guerra. Dispon¨ªamos de una mejor tecnolog¨ªa y los condenamos a la extinci¨®n (quiz¨¢ hace unos 30.000 a?os). Es cierto que hoy no vemos neandertales andando entre nosotros. ?Pero han desaparecido totalmente, o se mezclaron con nosotros?
Jo?o Zilh?o y el paleoantrop¨®logo Erick Trinkaus, de la Washington University en San Louis (EE UU), mantienen desde hace a?os que hubo mezcla. El hallazgo en 1998 en Lagar Velho (Portugal) del esqueleto de un ni?o de 24.000 a?os con rasgos neandertales se suma al de los restos de individuos en Rumania y la Rep¨²blica Checa en los que se aprecian una mezcla de caracteres que hacen pensar que fueron el resultado de un cruzamiento entre neandertales y humanos modernos. En este sentido, cuando hablamos de la extinci¨®n de los neandertales, habr¨ªa que referirse a los ¨²ltimos neandertales puros. Zilh?o estima que el proceso de contacto y asimilaci¨®n pudo ocurrir hace 37.000 a?os, y que las fechas que sit¨²an a los neandertales en Gibraltar entre 28.000 y 30.000 a?os son "pura fantas¨ªa".
?Qui?n tiene raz¨®n? Esta pel¨ªcula de suspense tuvo el a?o pasado un tercer acto para muchos inesperado. Cient¨ªficos del Instituto Max Planck en Alemania ensamblaron el 60% del genoma del neandertal a partir de 400 miligramos de polvo de tres huesos de mujeres neandertales encontradas en una cueva de Croacia, en un logro tecnol¨®gico sin precedentes. Compararon esa secuencia gen¨¦tica de mil millones de pares de bases con los genomas de cinco humanos actuales procedentes de Nueva Guinea, China, Francia y ?frica Occidental y Oriental. El resultado fue una sorpresa que ni ellos esperaban: los europeos y asi¨¢ticos conten¨ªan genes neandertales.
"Aquellos de nosotros que vivimos fuera de ?frica llevamos dentro un poco de ADN neandertal", asegur¨® el director del proyecto, el genetista Svante P??bo, en una nota de prensa del instituto. Es probable, dicen ahora, que esta mezcla tuviera lugar en Oriente medio, entre hace 50.000 y 80.000 a?os. Las noticias dieron la vuelta al mundo, pero para Eric Trinkaus, la sorpresa no fue tal. "El estudio gen¨¦tico no confirma nada", aclara este paleoantrop¨®logo, que lleva estudiando neandertales desde hace 40 a?os. "Nosotros ya lo sab¨ªamos, pero los gen¨¦ticos han proporcionado la evidencia. Lo que tenemos es un n¨²mero de f¨®siles de humanos modernos que contienen en un cierto grado una ascendencia neandertal, aunque son todav¨ªa humanos modernos. A medida que los humanos modernos se extendieron despu¨¦s de unos 50.000 a?os se encontraron con poblaciones neandertales. Sabemos por la arqueolog¨ªa que viv¨ªan de una manera muy parecida, y seguramente encontraron en la poblaci¨®n que acababa de aterrizar compa?eros adecuados y las poblaciones se mezclaron en un cierto grado. Probablemente ocurri¨® en lugares y tiempos diferentes".
Si los genes neandertales se incorporaron a nuestro acervo gen¨¦tico, ?c¨®mo es posible que dos especies, en el caso de ser distintas, se crucen y produzcan descendientes f¨¦rtiles? En la actualidad, se?ala Trinkaus, ocurre que dos especies muy pr¨®ximas pueden hacerlo, pero al ser una m¨¢s dominante y numerosa, la otra termina siendo absorbida. "En Norteam¨¦rica hay dos especies, el coyote y el lobo. En condiciones ecol¨®gicas normales se comportan como especies separadas, compiten entre s¨ª y no se mezclan. Pero si la ecolog¨ªa se perturba, los machos y hembras de especies distintas se aparean libremente y producen una descendencia completamente f¨¦rtil y viable. El lobo rojo, en la parte sureste de Estados Unidos, es h¨ªbrido entre el coyote y el lobo".
Para Trinkaus, la resistencia a considerar a los neandertales como nuestros antecesores no tiene que ver con la biolog¨ªa o con el registro f¨®sil, sino con esa percepci¨®n de que somos tan especiales. Tenemos que estar separados del resto del mundo y no podemos mezclarnos con los neandertales. "Cuando publicamos los resultados del ni?o de Lagar Velho hace 12 a?os hubo gente que reaccion¨® de una manera entusiasta a la interpretaci¨®n que dimos del esqueleto". Para este experto, el cruzamiento entre seres humanos modernos y neandertales constitu¨ªa la interpretaci¨®n m¨¢s sencilla de la evidencia f¨®sil. Y si hubiera ocurrido al rev¨¦s, "lo habr¨ªa aceptado de buena gana. Muchos de los que rechazaron lo que yo y otros mostramos como una clara evidencia lo hicieron en t¨¦rminos filos¨®ficos. Hablamos de los or¨ªgenes humanos y el lugar que ocupamos en el mundo. Si lo abordas de forma cient¨ªfica o religiosa hay un prejuicio del que uno debe ser consciente".
De brutos inhumanos a familiares
La historia de los neandertales, a la luz de las nuevas pruebas cient¨ªficas, es un fascinante relato de prejuicios. Diez hitos de la recuperaci¨®n de unos 'parientes'.
El primero. 1856. Valle de Neander, cerca de D¨¹sselford (Alemania). Estrictamente no fue el primer f¨®sil de neandertal -se hab¨ªan descubierto otros restos-, pero cuando la pala de un trabajador tropez¨® con un cr¨¢neo naci¨® la paleoantropolog¨ªa moderna. Cal¨® la idea de que era una versi¨®n brutal de la humanidad.
leyenda de brutos. 1864. Los neandertales fueron clasificados como especie distinta del Homo sapiens, y el brit¨¢nico William King escribi¨® un hist¨®rico art¨ªculo incluy¨¦ndolos por debajo de los nativos de la isla de Andam¨¢n, entonces en el nivel m¨¢s bajo de las razas.
primer enterramiento. 1908. Los restos de un anciano sin apenas dientes y con claras patolog¨ªas fueron hallados en La Chapelle-aux-Saints (Francia) en lo que parec¨ªa ser una tumba. Su an¨¢lisis, publicado por el cient¨ªfico Marcellin Boules, concluy¨® que estaba m¨¢s pr¨®ximo al mono.
Villanos y h¨¦roes en la literatura. 1909.
Los neandertales irrumpen en la ficci¨®n. Los hermanos franceses Joseph Henry Honor¨¦ Boex y S¨¦raphin Justin Fran?ois Boex firman una novela cl¨¢sica de la ciencia-ficci¨®n, En busca del fuego, llevada al cine con ¨¦xito por Jean-Jacques Annaud en 1981.
Cambia el paradigma en St. Cesaire. 1979. Un esqueleto encogido en un enterramiento hallado en Francia junto con instrumentos de piedra, que por su elaboraci¨®n hab¨ªan sido adjudicados a humanos modernos, muestra que los neandertales ya ten¨ªan cierta cultura 45.000 a?os atr¨¢s.
El buen neandertal. 1983. El paleoantrop¨®logo Erik Trinkaus publica un sensacional estudio sobre los restos de Shanidar (Irak) que incluye a un individuo discapacitado que sobrevivi¨® gracias a los cuidados de los suyos.
la hibridaci¨®n. 2010. El primer borrador del genoma neandertal
extra¨ªdo del n¨²cleo celular arroja una profunda sorpresa: los seres humanos actuales comparten entre el 1% y 4% de los genes neandertales.
Primer ADN. 1997. Corresponde a los restos del famoso ejemplar de Neander (Alemania). La gen¨¦tica entra en juego, aunque habr¨ªa que esperar a?os para alcanzar una tecnolog¨ªa m¨¢s perfeccionada.
inteligencia simb¨®lica. 2010. Se pintaban y adornaban con colgantes de conchas en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica hace 50.000 a?os. Se derrumba la tesis de que no ten¨ªan pensamiento simb¨®lico.
ni?o de Lagar Velho. 1998. Se enciende el debate. Jo?o Zilh?o y Erik Trinkaus publican un hist¨®rico art¨ªculo en el que sugieren que s¨ª existi¨® hibridaci¨®n y mezcla. Un ni?o de hace unos 24.000 a?os contiene rasgos neandertales, a pesar de ser de nuestra especie.
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