Mentirosos
Uno minti¨® cuando dijo que no fumaba. Defendi¨® luego su derecho a la mentira po¨¦tica. El otro minti¨® cuando dijo de alguien que hab¨ªa sido detenido en una operaci¨®n policial en Arganzuela contra una trama de explotaci¨®n sexual. No s¨¦ yo c¨®mo har¨¢ luego para defender su derecho a mentir. ?Tambi¨¦n razones po¨¦ticas?
El contraste no puede ser m¨¢s claro. Uno con la palabra quiere reforzar la ret¨®rica falaz de su defensa del tabaco. El otro la utiliza para desacreditar a quien detesta y perjudicarle en su fama y en su reputaci¨®n.
Uno con sus mentiras no perjudica a nadie, salvo a s¨ª mismo. El otro con las suyas hiere y con contumacia: quiere herir y da?ar. Hay un abismo entre ambos. Uno jam¨¢s habla de moral, mientras que el otro se la lleva a la boca en cuanto le dan la ocasi¨®n.
La frivolidad de uno y la inmoralidad del otro nos aleccionan sobre el sonido hueco de ciertas palabras y los escasos escr¨²pulos de quienes percuten sobre ellas como en un tambor. Quien esto hace no es un mentecato, o no solo, es sobre todo un inmoral. Y lo peor es que lo que ha destruido su sentido moral y su credibilidad como periodista no es m¨¢s que la vanidad.
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