En defensa de Cercas y de la verdad
El escritor abre una pol¨¦mica sobre hasta d¨®nde es l¨ªcito llegar en el uso de la ficci¨®n en periodismo. No se puede recurrir a una mentira para defender una verdad
Suelo empezar mis clases de periodismo con una advertencia a mis alumnos: "Nunca os salt¨¦is un sem¨¢foro en ¨¢mbar. Aunque os parezca que no vulner¨¢is la ley y que no hay peligro, si sois capaces de interiorizar esta regla, podr¨¦is estar seguros de que cuando and¨¦is despistados o haya mucha niebla frenar¨¦is en seco ante un sem¨¢foro en rojo. Cruzar el sem¨¢foro en ¨¢mbar significa, por ejemplo, a?adir al reportaje alg¨²n toque inocente de ficci¨®n, peque?as alteraciones que dan color al relato o hacen que cuadre mejor. Es decir, una "interpretaci¨®n imaginativa" de la realidad. As¨ª probablemente empez¨® el periodista Jayson Blair y acab¨® inventando hechos y personajes en decenas de reportajes llenos de momentos emotivos y testimonios impactantes. Triunf¨® como promesa emergente del periodismo hasta que se descubri¨® que gran parte de lo que hab¨ªa escrito era inventado, para oprobio suyo y del diario que lo public¨®, The New York Times, cuyo director tuvo que pedir perd¨®n en portada por haber faltado al principio fundamental del periodismo, la verdad.
En periodismo conviene no confundir realidad y ficci¨®n, verdad y mentira
No, en periodismo no cabe la ficci¨®n, si quiere seguir siendo periodismo. La literatura puede utilizar la realidad para construir un relato y utilizar la ficci¨®n para embellecer lo que quiera. Pero el periodismo no puede alterar o modificar la realidad con ficci¨®n, porque entonces se convierte en narrativa. Ning¨²n periodista le discutir¨¢ a un escritor que incluya realidad en sus ficciones. Pero ning¨²n periodista puede aceptar que incluir ficci¨®n en sus escritos sea periodismo. Y mucho menos si esa ficci¨®n es una mentira.
Coincidiendo con que el domingo pasado decid¨ª no hacer uso del espacio que la Defensora del Lector tiene reservado, en ese mismo lugar se public¨® un art¨ªculo de Javier Cercas titulado Rico, al pared¨®n. El escritor sal¨ªa en defensa de su profesor, el acad¨¦mico Francisco Rico, frente a los lectores que le hab¨ªan recriminado haber afirmado en un art¨ªculo contra la ley del tabaco que ¨¦l nunca hab¨ªa fumado, cuando en realidad es un fumador empedernido. Trat¨¦ este asunto en La impostura de un fumador y sostuve que "lo que se plantea en este caso es hasta qu¨¦ punto es l¨ªcito recurrir a una mentira para defender una verdad". Cercas discrep¨® de esta frase y a m¨ª no me queda m¨¢s remedio que discrepar de su discrepancia, porque creo que introduce un notable grado de confusi¨®n sobre qu¨¦ es periodismo y qu¨¦ no.
Sostiene Cercas que no todo lo que se cuenta en un peri¨®dico ha de responder "a la verdad de los hechos". Y no solo "son admisibles ciertas licencias" en las columnas o los art¨ªculos de opini¨®n, sino en las partes destinadas a narrar lo factual, las informativas.Cercas afirma: "Si aceptamos que la historia es, como dice Raymond Carr, un ensayo de comprensi¨®n imaginativa del pasado, quiz¨¢ debamos aceptar tambi¨¦n que el periodismo es un ensayo de comprensi¨®n imaginativa del presente. La palabra clave es 'imaginativa'. La ciencia no es una mera acumulaci¨®n de datos, sino una interpretaci¨®n de los datos; del mismo modo el periodismo no es una mera acumulaci¨®n de hechos sino una interpretaci¨®n de los hechos. Y toda interpretaci¨®n exige imaginaci¨®n". ?Cu¨¢nta imaginaci¨®n considera Cercas que es admisible en una informaci¨®n?
Para interpretar la realidad se necesita imaginaci¨®n. Pero a la hora de escribir, el periodista debe atenerse, antes que nada, a los hechos. Y su descripci¨®n debe ser lo m¨¢s fiel posible a la realidad. Se dir¨¢, con raz¨®n, que toda interpretaci¨®n est¨¢ tamizada por la propia subjetividad y las limitaciones del lenguaje, pero precisamente por eso, los textos period¨ªsticos deben estar amparados en hechos y datos. Nuestro Libro de estilo es muy taxativo en este punto. La interpretaci¨®n period¨ªstica no puede ser imaginativa, sino factual.
La confusi¨®n entre realidad y ficci¨®n ha producido graves da?os al periodismo. Por eso, quienes est¨¢n comprometidos con un periodismo de calidad consideran el respeto a la verdad uno de los principios esenciales. Remito a Cercas y a los lectores interesados en esta reflexi¨®n a obras como Los elementos del periodismo, de Bill Kovach y Tom Rosentiel, o los documentos elaborados por la comisi¨®n creada por The New York Times a ra¨ªz del caso Jayson Blair, comenzando por el Informe Siegal.
Como mi responsabilidad es defender a los lectores, he de defender su derecho a unas reglas claras. Y esas reglas incluyen que no cabe la ficci¨®n en periodismo, y mucho menos la mentira. Por supuesto no caben en el g¨¦nero informativo, pero tampoco en los art¨ªculos de opini¨®n que podr¨ªamos denominar anal¨ªticos o de tesis, es decir, aquellos que, como el de Francisco Rico, se publican en la secci¨®n de Opini¨®n o en las diferentes secciones bajo el ep¨ªgrafe de "an¨¢lisis".
Cercas considera que la apostilla de Rico no es propiamente una mentira sino una broma. Aunque esa fuera la intenci¨®n del autor, ?c¨®mo pod¨ªan interpretar que era una broma quienes no supieran que era fumador? Lo l¨®gico era pensar que quienes no le conocieran interpretar¨ªan que hac¨ªa esa apostilla para reforzar sus argumentos. Ignorar esta posibilidad supone dar por hecho que la totalidad de los cientos de miles de lectores que tiene EL PA?S saben no solo qui¨¦n es Francisco Rico, sino tambi¨¦n que es un fumador empedernido. ?O acaso ese art¨ªculo iba a ser le¨ªdo solo por amigos y conocidos?
El propio Javier Cercas habr¨¢ podido comprobar esta semana lo amarga que puede ser una mentira y el da?o que puede llegar a hacer aunque se vista de iron¨ªa, se publique en una columna en la que caben "ciertas licencias" y su prop¨®sito sea el de defender o demostrar una supuesta verdad. Me refiero a una mentira publicada en otro diario sobre Cercas. Porque la mentira siempre hace da?o. Y cuanto m¨¢s grande y m¨¢s atrevida, m¨¢s da?ina es. De modo que, de nuevo, y esta vez en defensa de Javier Cercas, insistir¨¦ una vez m¨¢s en que no, no es l¨ªcito recurrir a una mentira para defender una verdad. As¨ª lo estiman tambi¨¦n lectores como Enrique Garc¨ªa Lobo, Pedro R¨®denas o Paco Rubio, cuyas reflexiones pueden ustedes encontrar en la p¨¢gina de la Defensora en ELPA?S.com.
Seamos razonables: que la literatura invente lo que quiera, pero en periodismo, conviene no confundir realidad y ficci¨®n, mentira y verdad. Y si alguien pretende hacer una broma utilizando una mentira, debe asegurarse de que nadie pueda interpretarla como una verdad. Debe aclararlo en el mismo lugar. Como el propio Cercas hace en su art¨ªculo con la caricatura del director. Porque si no aceptamos unas reglas, ?d¨®nde est¨¢ el l¨ªmite? ?Lo fija cada uno en la peque?a rep¨²blica de su art¨ªculo? ?Hemos de fiarlo a la honestidad de cada autor?
La mentira no tiene cabida en periodismo. Y la ficci¨®n narrativa solo en las columnas literarias. Nunca en la informaci¨®n. El lector no se llamar¨¢ a enga?o si encuentra interpretaciones imaginativas en las columnas de Manuel Rivas, Maruja Torres, Rosa Montero, Almudena Grandes, Elvira Lindo o Manuel Vicent. Nadie les toma por periodistas cuando escriben en esas secciones, ni se espera de ellos que sean notarios de la realidad, aunque s¨ª se espera que sean honestos y se atengan a la verdad, entendiendo que su verdad, esta vez s¨ª, puede ser fruto de esa "interpretaci¨®n imaginativa" de la realidad que defiende Javier Cercas.
En esas columnas, podemos seguir con placer a Juan Jos¨¦ Mill¨¢s en su delirante recorrido por el interior del cuerpo, pero cuando Mill¨¢s ejerce como periodista y firma un reportaje en El Pa¨ªs Semanal sobre Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero o Pasqual Maragall, el lector ha de poder confiar en que las conversaciones y las situaciones que explica son verdad. Que el estremecedor relato de su viaje con Carlos Santos hacia una eutanasia clandestina es absolutamente ver¨ªdico.
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