Fantasmagor¨ªa
Karl Marx vino a contarnos lo que sucede cuando la mercanc¨ªa toma vida propia y el ser humano se convierte en esclavo de las cosas. Cuando no hay vuelta atr¨¢s y acaba sumergido en una f¨¢bula g¨®tica, irrespirable, donde las cosas camelan hasta la dependencia.
Sin duda alguna, 'El car¨¢cter fetichista de la mercanc¨ªa y su secreto' es el apartado m¨¢s literario de El Capital de Karl Marx, uno de los libros menos le¨ªdos del mundo y una referencia para nuestro tiempo que corre a la velocidad de Internet, barriendo con su vuelo los cacharritos donde escuch¨¢bamos m¨²sica. Visto desde aqu¨ª, la recuperaci¨®n de los discos en vinilo se antoja fantasmag¨®rica. Como si la pe?a que ahora compra un long play fuera lo m¨¢s parecido a una pandilla de espiritistas alrededor de una g¨¹ija que se mueve a 33 revoluciones por minuto. Es curioso que se reediten viejos vinilos cuando la comodidad arrincon¨® al tocata, cuando ya no hay que levantarse a cambiar la otra cara del disco y donde el ¨²nico espacio a temer es el de la memoria de la computadora.
Pero m¨¢s curioso resulta comprobar c¨®mo, vinilos que en su d¨ªa no fueron valorados, ahora se ponen a la venta y se agotan igual que si fuera droga. El tacto, ese sentido que en la era digital tiende a atrofiarse, se despierta ante la mercanc¨ªa y se pone a su disposici¨®n. Ver es creer pero tocar es mejor. As¨ª ha sucedido con La leyenda del tiempo, de Camar¨®n, el disco m¨¢s importante que ha prensado la industria made in spain y lo m¨¢s parecido al Sgt. Pepper's pero en caliente. En su d¨ªa no tuvo repercusi¨®n alguna. Hace nada que se reedit¨® en vinilo y al poco ya no quedaban existencias. La industria musical de nuestro pa¨ªs estuvo desatinada en su momento y prefiri¨® apostar en otras timbas a melod¨ªas f¨¢ciles, ritmos binarios y asuntos tales que llevaron a las disqueras instaladas en Espa?a a determinarse como sucursales del extranjero. Nuestra m¨²sica de origen, la m¨¢s aut¨¦ntica y por lo mismo la m¨¢s exportable, fue relegada al ghetto de donde sali¨®, a las casetas de feria y a las pistas de coches chocones. Pero no hay que asombrarse por la paradoja, ya nos avis¨® Marx: el sistema capitalista trae en sus contradicciones el germen de su propia destrucci¨®n. No toda la culpa la va a tener ahora la banda ancha, ni su vuelo de escoba que barre viejos soportes.
Como si fueran los restos fantasmas de un cataclismo, resurgen algunos de aquellos vinilos. El caso de La leyenda del tiempo es el m¨¢s se?alado pero tambi¨¦n est¨¢ ese otro, de Veneno, con su cubierta original. La misma que retiraron de circulaci¨®n por aparecer el nombre del grupo marcado sobre un placote de jach¨ªs al que no faltaba el detalle del papel plata. Tampoco pod¨ªa faltar el disco pionero en lo que a fusi¨®n flamenca se refiere, un trabajo valiente grabado a?os antes de La leyenda del tiempo y que marcar¨ªa rumbo. Se trata del Gypsy Rock de Las Grecas. Guitarras ¨¢cidas, bater¨ªa con el pellejo a punto, pulsaciones de bajo el¨¦ctrico, tiros de teclados y toda la cocina de la negritud en las percusiones. La memoria sentimental de las barriadas, la del lumpemproletariado est¨¢ escrita en cada uno de los surcos.
En resumidas cuentas, el cad¨¢ver de la industria discogr¨¢fica que hoy cuelga en los campanarios, como fantasma que s¨®lo espanta a los p¨¢jaros, es asunto que ya profetiz¨® Karl Marx en sus escritos. S¨®lo hay que poner la m¨²sica apropiada para darse cuenta de ello.
Montero Glez (Madrid, 1965) ha publicado recientemente Pistola y cuchillo (El Aleph. Barcelona, 2010. 128 p¨¢ginas. 18 euros). http://gentedigital.es/comunidad/monteroglez. www.monteroglez.com.
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