Francisco Brines, en barbecho productivo
Francisco Brines no escribe. Est¨¢ en barbecho, dice. Ahora s¨®lo lee. Y material no le falta. Cada rinc¨®n de su casa en Oliva, en el litoral valenciano, atesora, acumula, amontona cultura. Monta?as de libros, papeles, peri¨®dicos, revistas, pel¨ªculas... Un desorden calculado en el que el poeta, que convalece de un infarto y una operaci¨®n de coraz¨®n superados en oto?o pasado, se mueve con cuidadosa soltura ayudado por un bast¨®n. "Soy desordenado porque mi madre era ordenada", explica Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932), y relata entre risas el asombro que mostraron los agentes de la Guardia Civil hace a?os cuando vieron el estado, en apariencia violentado, en que qued¨® su casa tras el paso de unos ladrones: "Creyeron que hab¨ªa venido una horda, y la horda era yo". Todo el desv¨¢n de su villa se ha transformado en una moderna biblioteca, pero tanta estanter¨ªa atiborrada no sirve para contener su desbordado caudal de papel. Eso s¨ª, Brines encuentra con facilidad lo que busca. "Una biblioteca es como tener hijos, da igual la edad porque puedes seguir teniendo descendencia, por lo menos los hombres", se justifica tambi¨¦n entre risas. Y es que el buen humor no abandona a este poeta de la generaci¨®n del 50 que admira a sus coet¨¢neos Claudio Rodr¨ªguez, Jaime Gil de Biedma y Jos¨¦ ?ngel Valente -"mi generaci¨®n ha dado muy buenos poetas"-. Miembro de la Real Academia Espa?ola y ganador del Premio Nacional de las Letras Espa?olas en 1999, el autor de Las brasas (1960), su primer libro, y Yo descanso en la luz (2010), su ¨²ltima antolog¨ªa, vive rodeado de naranjos en un paraje hermoso, una finca familiar rodeada de recuerdos en la que no falta una almazara, c¨®mo no, transmutada en almac¨¦n de libros. Aunque r¨ªe mucho, reconoce que se encuentra en la estaci¨®n del tiempo rezagado, como narra uno de sus poemas. Y por ello su conversaci¨®n recae a menudo en el paso de los a?os, en la muerte -"hay una petici¨®n, un poco dolorida, de que el tiempo se acabe... dicha y desdicha lo acepto, pero solo desdicha no"- y hasta en la futilidad del reconocimiento: "Al fin y al cabo, la tierra va a ser engullida por el sol. Y el sol va a desaparecer
... al final todo es una gran broma". Desde que recibi¨® hace un a?o el XIX Premio Reina Sof¨ªa de Poes¨ªa Iberoamericana, apenas ha escrito, pero asegura que tiene un poemario casi acabado, a falta de dos o tres textos. Y cuando los escriba lo har¨¢ en un sill¨®n junto a una ventana desde el que posa con elegancia -"vac¨ªo de pensamiento e inc¨®modo"- para la fotograf¨ªa. "Pero lo mejor es no escribir", se excusa con tono de ni?o travieso, para luego explicar que est¨¢ en una de sus fases de "barbecho productivo", de "inspiraci¨®n para leer, pero no para escribir".
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