Sue?os de Broadway
Hace poco dijo el alcalde Hereu, hipertrofiando la met¨¢fora, que a lo mejor con el tiempo dir¨¢ la gente que Broadway es el Paralelo de Nueva York. El alcalde a?ora el Paralelo m¨ªtico y promete devolverle al actual el esp¨ªritu de otro tiempo, porque el Ayuntamiento tiene un plan para cada rinc¨®n de la ciudad. ?Cu¨¢l debe ser el Paralelo que quiere recuperar? ?El de antes de la guerra, con aquel inmenso "caf¨¦ de los anarquistas", donde preparaban la jugada los antisistema de la ¨¦poca? Ah, aquel era el Paralelo cr¨¢pula de los felices a?os veinte, con las chicas de barrio bajo que se perd¨ªan en los entresijos de los cabar¨¦s o entre las bambalinas de los teatros. Los burgueses se asomaban al pecado festivo que conoc¨ªan m¨¢s que bien. ?O prefiere el alcalde el Paralelo chabacano del franquismo, el quiero y no puedo de las "alegres chicas de Colsada", cuando un c¨®mico canijo persegu¨ªa a una vedette imponente, y las se?oras -que ahora acompa?aban al burgu¨¦s- re¨ªan por lo bajito, un poco sofocadas ante tanta groser¨ªa? Ese Paralelo, que basculaba entre Montmartre y la calle de Corrientes de Buenos Aires, seg¨²n la ¨¦poca, pero que nunca fue Broadway, pertenece a una ciudad que no existe. Esas cosas las tendr¨ªa que saber el alcalde. Barcelona es ahora una ciudad girada al dise?o: basta con mirar el Molino actual, espl¨¦ndido, para entender que Tania Doris ya no cuela. Pero es que pasan m¨¢s cosas con el Paralelo, que el alcalde tambi¨¦n tendr¨ªa que saber. A m¨ª me parece que este hombre se est¨¢ dejando comer el coco por los dos o tres empresarios -entre ellos la declinante SGAE- que pretenden que lo ponga bonito para mejorar la taquilla de sus teatros. Pero la ciudad es la vida, no los escenarios. Y menos la taquilla.
Acab¨¢ramos: ?el Paralelo necesita turistas! No se puede concebir un trocito de Barcelona sin ese man¨¢ err¨¢tico
La idea de sembrar placitas all¨¢ donde la orientaci¨®n del Paralelo crea espacio muerto en la entrega con las calles del Eixample es excelente. Lo es, precisamente, porque en ese tramo se pasea mucho, hay bares y terrazas, comercio, contacto directo entre la arteria y el barrio. La vida se reproduce en la otra acera, vivificada por El Poble-sec: por ejemplo, la plaza del Molino es magn¨ªfica, preciosa y llena de vida, y da ganas de adentrarse en el barrio, que aparece vagamente misterioso, con sus callejas y su perfil adusto de monta?a en el infinito. Es curioso, pero un comedor social hace de Check Point Charlie entre el Paralelo urbano y el tramo digamos "art¨ªstico", que es donde el Paralelo se desinfla, se desangra y se muere.
Y la raz¨®n es obvia: el Raval de Mar no le aporta gente, como s¨ª la proporcionaba el Chino de antes de la guerra, que era todo ¨¦l un tr¨¢fico constante. El Raval es uno de esos guetos que el alcalde dice que no existen en Barcelona: sus habitantes no salen nunca a la ciudad, no la pisan, no pertenecen a ella. Como suele suceder en las calles que no est¨¢n tocadas por el bullicio humano, este Paralelo es m¨¢s feo: los edificios son enormes y ciegos, no hay bares y si hay no tienen terraza, las tres chimeneas les dan un aire industrial frustrado y el parque adyacente es un aut¨¦ntico agujero negro, un desastre de dise?o, m¨¢s pelado que una rodilla. Para colmo, la avenida se ensancha y el aire se le escapa. La luz es cegadora.
Bien, este tramo es el Broadway del alcalde: seis teatros desde el Condal hasta el Arnau, cerrado a cal y canto pero dispuesto a cambiar de amo. Son teatros, adem¨¢s, que tienen una discreci¨®n de fachadas que espanta: puro dise?o o pura modestia, pero nada que ver con los teatros de candilejas de la meca. Y si el Paralelo central funciona tan bien y est¨¢ tan vivo, ?por qu¨¦ se le ocurri¨® al alcalde que tiene que estimularlo? ?Por esos l¨¢nguidos teatros de la punta? No, no. Les cuento: dijo el alcalde que parece mentira que, desde la Fira, no se entienda el Paralelo como una v¨ªa de entrada a la ciudad, como un paseo privilegiado. Acab¨¢ramos: ?el Paralelo necesita turistas! No se puede concebir un trocito de Barcelona sin ese man¨¢ err¨¢tico. Para el alcalde, una calle sin turistas est¨¢ incompleta y hay que resituarla en el mapa y en el tiempo. Los barceloneses no son suficientes. ?Qu¨¦ le habremos hecho al alcalde los ciudadanos, me pregunto yo, para que no nos tenga en cuenta en sus sue?os hiperb¨®licos?
Patricia Gabancho es periodista.
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