Con la democracia, a calz¨®n quitado
Vivimos buenos tiempos para la libertad. La movilizaci¨®n popular ha derrocado en pocas semanas a varios dictadores en el Mediterr¨¢neo. Podemos felicitarnos de que 2011 haya tra¨ªdo de la mano -como dijo Machado respecto a la primavera y la Rep¨²blica- un aire fresco que reivindica los ideales que generaciones enteras no han dejado de defender durante varios siglos desde las revoluciones norteamericana y francesa. En medio de la crisis, muchos pueblos han decidido retomar en sus manos el futuro.
Y sin embargo, el mundo democr¨¢tico no ha sido capaz de participar en los acontecimientos en tiempo real desde el primer momento. Anonadado por la velocidad de los mismos o temeroso de no poder predecir plenamente su desarrollo, pocas medidas concretas tom¨® respecto a T¨²nez y Egipto para que los aut¨®cratas sintieran en el momento oportuno el empuje no solo de sus pueblos, sino de la comunidad internacional. Seguro que ahora se ponen en marcha estrategias para contribuir al ¨¦xito de las transiciones, y eso estar¨¢ bien.
Europa no debe descartar la opci¨®n militar para impedir cr¨ªmenes contra la humanidad
Pero lo m¨¢s positivo de estas semanas es que, aprendida la lecci¨®n con inusitada rapidez y en correspondencia con las demandas ciudadanas, la Uni¨®n Europea y Estados Unidos han sido capaces de estar a la altura de sus responsabilidades al conseguir que el Consejo de Seguridad de la ONU se haya pronunciado con contundencia sobre Libia, adoptando por unanimidad acuerdos important¨ªsimos e iniciando una din¨¢mica que, m¨¢s all¨¢ del caso particular, deber¨ªa marcar un antes y un despu¨¦s en la respuesta de las democracias a las violaciones de la libertad y los derechos humanos.
Para que eso sea as¨ª, tenemos que debatir sobre qu¨¦ hacer para contribuir a acabar con las dictaduras, conformando un nuevo consenso internacional (del que la UE deber¨ªa ser promotora principal) que impida a quienes las encabezan pensar que todo lo que sucede hoy es un sarampi¨®n que pasar¨¢ mientras ellos permanecen.
Debatir mientras actuamos, por supuesto, y sobre temas que se nos plantear¨¢n muchas veces a lo largo de los pr¨®ximos a?os, de manera que cuando llegue el momento hayamos podido conformar una hoja de ruta que aplicar a la especificidad de cada caso y que, por su propia existencia, surta efectos preventivos y disuasorios sobre criminales y tiranos.
Empezando por el derecho de injerencia humanitaria, que la realidad ha situado de nuevo en escena. Ante actuaciones armadas como la de Gadafi contra su propio pueblo, ?deber¨ªa la UE plantear una intervenci¨®n militar internacional que protegiera a las potenciales v¨ªctimas civiles? ?Tendr¨ªa que elevar esa propuesta al Consejo de Seguridad de la ONU y, aunque no la amparara, llevarla a cabo, con o sin aliados? ?Ser¨ªa eso compatible con el derecho internacional y la soberan¨ªa nacional y, aunque no lo fuera, prevalecer¨ªa un imperativo moral que obligase por encima de otra consideraci¨®n? Mi respuesta es que ya lo hicimos en Kosovo y deber¨ªamoshaberlo hecho en Ruanda. El derecho (o, si se quiere, la obligaci¨®n) de injerencia humanitaria, ejercido con tanta prudencia como compromiso, debe estar siempre presente entre los instrumentos para impedir cr¨ªmenes contra la humanidad.
Siguiendo por los acuerdos con terceros. ?Tiene la UE que establecer n¨ªtidamente unos est¨¢ndares de democracia y derechos humanos por debajo de los cuales no suscribir¨ªa ning¨²n acuerdo o romper¨ªa los existentes? ?Ha de limitarse a incluir una cl¨¢usula democr¨¢tica que, a diferencia de la actual, se activar¨ªa unilateralmente a partir de una mayor¨ªa absoluta del Parlamento Europeo o de una cualificada del Consejo, compuesto por los Gobiernos? ?Tales est¨¢ndares han de ser efectivos en todo tipo de acuerdos, incluyendo los comerciales? Mi opini¨®n: aplicar el principio de solo hay acuerdo con libertades y activaci¨®n de la cl¨¢usula democr¨¢tica a trav¨¦s de las citadas decisiones por mayor¨ªa. Con un corolario: hacer m¨¢s exigente y efectivo el C¨®digo de Exportaci¨®n de Armas en vigor.
Continuando por las sanciones contra los dirigentes de los reg¨ªmenes autoritarios. ?Ha de apoyar la UE de forma mucho m¨¢s activa la persecuci¨®n penal de los criminales contra la humanidad? ?Tiene que elaborar la UE una lista de los que considera que pueden ser acusados de serlo y de otros dictadores, con o sin decisi¨®n de la ONU, de forma que no les conceda visados y les confisque sus bienes, acordando con otros Estados hacer lo propio (incluyendo Estados Unidos o Suiza) o enfrent¨¢ndose pol¨ªticamente con quienes no sigan esa l¨ªnea? Mi parecer: s¨ª.
Terminando por las relaciones diplom¨¢ticas de la UE (y sus miembros). ?Se pueden mantener con reg¨ªmenes autoritarios, aplicando la doctrina de que se tienen relaciones con Estados, no con Gobiernos? ?Debe reconocerse a la oposici¨®n democr¨¢tica un estatus p¨²blico y notorio que favorezca su credibilidad y su visibilidad? Mi criterio: s¨ª a aquella doctrina para poder influir y consideraci¨®n de la oposici¨®n como interlocutor oficial.
En la pr¨¢ctica, lo que est¨¢ pasando en el Mediterr¨¢neo nos permite y, al tiempo, nos obliga a retomar una discusi¨®n viva sobre la prevenci¨®n de conflictos en la d¨¦cada de los noventa, a partir del genocidio en Ruanda y de la guerra en Bosnia, que la invasi¨®n de Irak promovida por George Bush en 2003 contribuy¨® a hacer desaparecer. Pues una cosa, por ejemplo, es la intervenci¨®n armada para evitar una limpieza ¨¦tnica con miles de muertos y desplazados -injerencia humanitaria- y otra radicalmente distinta poner al mundo al borde del precipicio para garantizar intereses estrat¨¦gicos revestidos de defensa de la democracia violando el derecho internacional -unilateralismo, Irak.
Afortunadamente, las visiones de la democracia, los derechos humanos y el derecho internacional del Estados Unidos de Obama y de la UE del Tratado de Lisboa-Constituci¨®n Europea son tan similares que les permiten obtener ¨¦xitos como la resoluci¨®n del Consejo de Seguridad sobre Gadafi y ganar as¨ª la confianza de millones de ciudadanos en el mundo.
Para todo ello partimos de lo mucho avanzado por la tantas veces injustamente criticada (hacerlo es casi una moda estos d¨ªas) Uni¨®n Europea, que ha creado instrumentos -siempre con el apoyo de Espa?a- tan propios y avanzados como la cl¨¢usula democr¨¢tica en sus acuerdos con terceros, se implica con permanencia en la construcci¨®n de la democracia, respeta el derecho internacional, adopta sanciones contra los dictadores, sostiene perseguir los cr¨ªmenes contra la humanidad, participa en misiones de construcci¨®n o mantenimiento de la paz en todo el planeta, aplica ya un c¨®digo de venta de armas, escucha a las oposiciones democr¨¢ticas, es el primer donante en ayuda oficial al desarrollo y cre¨® el Proceso Euromediterr¨¢neo de Barcelona.
Una UE que, eso s¨ª, no quiere emular al almirante estadounidense Decatur cuando, tras su actuaci¨®n en Tr¨ªpoli a principios del siglo XIX, dijo aquello de "Mi pa¨ªs, con raz¨®n o sin ella".
Carlos Carnero es embajador en misi¨®n especial para proyectos en el marco de la integraci¨®n europea.
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