Bar La Perle
La casa Dior es una de las embajadas del estilo franc¨¦s, tan dif¨ªcil de definir como cualquier estilo, sobre todo porque todos son propensos a reflejar la actualidad, y la actualidad francesa a veces detesta a sus Mar¨ªa Antonieta y otras las ensalza. John Galliano (Gibraltar, 1960) ten¨ªa la capacidad de aglutinar conceptos como nadie en su etapa como dise?ador-jefe de esa marca. Napole¨®n con el barroco. Hollywood con Versalles. Y ahora, en su ca¨ªda en desgracia, conjurar un nuevo lema para los tiempos que vivimos: el fin de la privacidad.
Cualquiera de nuestros actos, p¨²blicos o privados, est¨¢n siendo vigilados. Hace m¨¢s de dos siglos se le llamaba vigilancia en pan¨®ptico, se empleaba en principio en torres de control de c¨¢rceles para luego ser adaptada a colegios y hospitales, permitiendo al celador controlar cualquier movimiento sin apartarse de su sitio. En la era de Internet, lo pan¨®ptico convierte lo p¨²blico en universal y lo privado sirve como espect¨¢culo de masas. Y todo se ejecuta sin la menor violencia. Como dijera Andreas Weigend, ex jefe cient¨ªfico de Amazon: "Los datos que antes la KGB y la CIA obten¨ªan con presi¨®n o tortura, ahora todo el mundo los publica en una red social".
En la era de internet, lo pan¨®ptico convierte lo p¨²blico en universal
Del v¨ªdeo que The Sun ha publicado de un ebrio Galliano en su bar vecinal, La Perle, todos recordaremos sus atroces frases. En m¨¢s de un banco neoyorquino deben susurrarse improperios contra alguien con apellido jud¨ªo. En m¨¢s de un despacho de televisi¨®n deben proferirse comentarios hom¨®fobos. En muchos campos de f¨²tbol se insulta a jugadores africanos. Para hacer justicia contra todos ellos, necesitas grabarlo. Pero solo si eres John Galliano o Mel Gibson (uno gay, el otro archiheterosexual) puedes conseguir alcance medi¨¢tico y crear un Judas moderno.
Llegando a los juzgados, bajo un sombrero fedora, favorito de las actrices de los a?os treinta, una flor de ambigua veracidad y la melena te?ida, Galliano recordaba al Michael Jackson en pijama y desorientado de uno de sus juicios por pederastia, mejor vestido pero igual de se?alado. La extravagancia que antes hiciera vender trajes, ahora se aplica para enmara?ar la execrable frase que todo ech¨® a perder. Claro que la oscarizada Natalie Portman tiene que hacer valer su condici¨®n jud¨ªa, pero tampoco podr¨¢ evitar que algunos deseen compararla a una Salom¨¦ moderna que exige la cabeza de un antiguo enamorado.
La combinaci¨®n vigilancia pan¨®ptica y voracidad medi¨¢tica es en efecto m¨¢s invencible que mezclar saharianas con esv¨¢sticas o Bella Durmiente con Esmeralda. Y la rueda de la moda, una de las industrias m¨¢s vinculadas al culto de la personalidad, se agota entre clamores que defienden al dise?ador o que exigen castigo a su persona. Aplaudirle o gasearle. Quiz¨¢s para evitarlo, se le inscribi¨® en un centro de rehabilitaci¨®n en el desierto de Arizona, que h¨¢bilmente emplea la palabra "medanos" en su nombre. Quiz¨¢s decidieron esa medida ante la incomprensible ingenuidad de la empresa, incluso de ¨¦l mismo, frente al invisible acecho de c¨¢maras y m¨®viles. ?C¨®mo es posible que estuviera tan solo en ese bar? En ese magistral retrato de la moda que es Lagerfeld Confidencial (Rodolphe Marconi, 2007) el propio Lagerfeld deja que le filmen cenando solo, con la televisi¨®n su ¨²nica compa?¨ªa y al final de la jornada vemos c¨®mo un empleado de seguridad le encierra bajo siete llaves en su departamento monegasco. Queda claro que no es solo por su seguridad, es por la de la industria. Y no es la primera vez que Dior vive crisis con sus creadores. Yves Saint Laurent, que jovenc¨ªsimo sucedi¨® a Christian Dior, fue enviado contra su voluntad al frente en la guerra contra Argelia. Para no convertirle en desertor se le diagnostic¨® locura, y para probarlo se le someti¨® a tratamientos de electrochoque a los que siempre adjudic¨® su declive ps¨ªquico.
En el siglo XXI de la vigilancia pan¨®ptica, los m¨¢s retorcidos har¨¢n del bar La Perle un centro de peregrinaci¨®n fetichista, al igual que Villa Casuarina, la casa donde muri¨® tiroteado Gianni Versace. El lugar donde el rey de la moda cay¨® solo en ese populoso desierto llamado Par¨ªs.
![El dise?ador John Galliano, tras uno de sus desfiles.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6ZDHN5D2S53OUHBGMHZVPAOJCI.jpg?auth=0c7082cbc792f99c3e058f54213f10042c288294a71fe5e81716770037051e13&width=414)
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