Ellas bailan solas
Lo mejor de la ¨²ltima pieza de Josep M. Benet i Jornet es el final, los 10 o 15 minutos ¨²ltimos que encierran la acci¨®n, justifican el t¨ªtulo de la obra y la obra misma. La hora y cuarto previa se sigue bien, no digo que no, gracias, sobre todo, al magn¨ªfico trabajo de las dos int¨¦rpretes, pero no pasa de un enfrentamiento verbal un tanto dilatado para llegar a ese desenlace m¨¢s o menos sorpresa.
Dues dones que ballen re¨²ne a dos mujeres en el sal¨®n de un piso tronado: la mayor vive sola en ese piso, empieza a no valerse por s¨ª misma y necesita de alguien que la cuide; la segunda, m¨¢s joven, es la que se encarga de ello. La relaci¨®n entre ambas empieza previsiblemente mal y evoluciona, previsiblemente tambi¨¦n, hacia el acercamiento. Los di¨¢logos son sobrios, los silencios importantes. Y, como ocurr¨ªa con su pieza anterior, Soterrani, Dues dones que ballen tiene tambi¨¦n su halo de misterio que envuelve, en este caso, a una de las mujeres. A diferencia de aquella, sin embargo, lo mejor de su producci¨®n a mi entender, es que en esta Benet i Jornet vuelve a caer en el melodrama para justificar la resoluci¨®n del planteamiento; de nuevo la fatalidad m¨¢s lacrim¨®gena, como en Salamandra o L'h¨¤bitaci¨® del nen, para desencadenar la acci¨®n. Y me pregunto si no ser¨ªa posible, incluso si no tendr¨ªa m¨¢s fuerza, el mismo final sin la crueldad de un azar inoportuno como excusa.
DUES DONES QUE BALLEN
De Josep M. Benet i Jornet. Direcci¨®n: Xavier Albert¨ª. Int¨¦rpretes: Anna Lizar¨¢n, Al¨ªcia P¨¦rez. Teatre Lliure de Gr¨¤cia, Barcelona, 10 de marzo.
Xavier Albert¨ª, que ya dirigi¨® Soterrani, firma este montaje que protagonizan Anna Lizar¨¢n y Al¨ªcia P¨¦rez, dos actrices como la copa de un pino que se sustentan la una en el tronco de la otra, y no solo en el baile final, sino a lo largo de toda la funci¨®n; durante la del estreno, por cierto, tuvieron que sortear toses y timbres de m¨®vil no sin ver afectado su discurso; pero salieron airosas porque su complicidad es absoluta y sus tablas, en el caso de la Lizar¨¢n, tantas que incorpor¨® el tel¨¦fono al texto como si nada. Ambas se han hecho la obra suya, bailan solas. La mano de Albert¨ª, sin embargo, se nota en la eficacia de unos efectos muy simples con los que subraya la cosa del thriller (fundido a negro al final de cada escena e inicio de la siguiente de manera que cada primera frase empieza a oscuras) y en el equilibrio que ha logrado entre las dos int¨¦rpretes.
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